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Soy un desastre, mí aspecto lo es. Mí cara llena de ronchas lo es. ¿Qué me sucedió? No tengo ni la más mínima idea.

Solamente recuerdo haberme acostado a dormir luego de haberme tomado una copa de lo que sea que encontré en la habitación. Y ahora amanecí siendo la hija de un experimento científico del área 51.

Mí cara está irritada, los granitos esos rojos a más no poder y todo mí cuerpo arde. Dios, o tuve una reacción alérgica o voy a morir en cualquier instante.

Frustrada sigo mirándome en el espejo sin creer que esto sea producto de mis acciones. Estoy llena de granitos por todo el cuerpo, y eso no es agradable.

Cuando la puerta es abierta sin permiso alguno me sobresalto mirando a mis espaldas. Y cuando compruebo que solamente se trata de Giovanna tengo que ponerme de pie para caminar hacia ella.

—¿Pero qué te pasó? —es lo primero que pregunta en cuando me ve—

—No sé. Simplemente desperté así, y te juro que no he dejado de rascarme. Me pica mucho, ayúdame.

Tarda en reaccionar, solo está ahí parada mirándome como una idiota. ¿Es que no entiende que voy a morir en cualquier momento?

Cuando chasqueo mis dedos frente a ella, asiente y sale prácticamente corriendo mientras yo vuelvo a sentarme frente al espejo. No jodan, me estoy lastimando el cuello y el mentón.

¿Pero qué mierda hice para despertar así?

Inquieta decido quitarme la blusa debido a la molestia que me causa el roce de la tela con mis granitos. Y cuando la puerta de la habitación vuelve a abrirse, asustada me cubro con la misma blusa.

Cuando veo entrar a Ruggero solo puedo rodar los ojos, ¿Por qué llama a Ruggero la muy inteligente de mí amiga?

Aún no he olvidado lo de ayer.

—¿Qué mierda hiciste, Karol? —molesta mordí mí labio inferior—

—¿Sabe, señor Pasquarelli? Si vuelve a tutearme me veré obligada a contagiarle mí enfermedad.

—¡Karol! —reprendé Giovanna obligándome a ponerme de pie— Dame eso.

Cuando me arrebata la blusa de las manos, mí nerviosismo se hace presente siendo consciente de que Ruggero me está mirando. Mis mejillas se tiñen de un divertido color rojo, pero entonces fijo mí mirada en la suya. No está mirando nada con doble intención.

Su vista está fija ahí, en mí cicatriz.

Y, sintiendo tantas vergüenza como culpa por haber dejado que me vea así, me aclaró la garganta llamando su atención. ¿Por qué tiene que mirarme justamente ahí en dónde tantas cosas duelen aparte de la señal que llevo marcada en el cuerpo?

—Vamos a llevarte a un médico —es lo único que dice— Giovanna, ayúdala a vestirse y... —suspiró— Yo simplemente las espero afuera.

Salió prácticamente huyendo, y cuando Giovanna me miró mordiendo su labio inferior negué incrédula. ¿Por qué esta mujer siempre hace las cosas sin pensar?

Arrebatándole la blusa volví a ponérmela y miré mí cicatriz en el espejo. A mí también me atormentaba y cohibía de muchas cosas. Pero iba a borrarla sin duda alguna.

Durante mucho tiempo había vivido con ella, y más que por estética, voy a borrarla como una señal de que en serio quiero olvidar el pasado. Ya no tiene sentido.

—Karol...

Giovanna me miró apenada. Se lo que piensa. Se muy bien que cree que estoy molesta o bajoneada.

1| El verde de sus ojos; Tristes Miradas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora