Nueve de junio, ocho y treinta y siete de la mañana. Voy llegando tarde, muy tarde y esa es la razón principal por la que estoy corriendo como loca por las calles. ¿La razón? Ah, es simple. Me quedé dormida en la sala y la alarma no se escucha desde mi habitación hasta allí.
El chiste es que ni siquiera tengo una excusa para todo esto, solo sé que mi cabello es un desastre y mi aspecto mucho más. Admito que es un milagro que no me haya puesto dos zapatos diferentes.
Maldita Giovanna, ni siquiera despertarme pudo.
─ Buenas tardes, Karol. ─ El burlón saludo de Paola me hace reír mientras me detengo ante el ascensor. ─ ¿Estás lista?
─ ¿Lista para qué? ─ atiné a preguntar tomando una bocanada de aire. ─ Ay no, no me digas que teníamos reunión.
Mi amiga niega incrédula y yo solo puedo entregarle todas mis cosas para poder recoger mi cabello, hace demasiado calor y estoy ridículamente sudada. Mi apariencia es un asco, no voy a cansarme de decirlo.
─ ¿Qué piso? ─ pregunté cuando subimos al ascensor.
─ Tu planta, querida amiga. ¿Cuál otra sino?
Asentí y tras pulsar el botón suspiré agobiada. Estoy repleta de trabajo y he avanzado básicamente nada. ¿Qué debería hacer ahora? Buscar el precipicio más alto quizá.
Cuando la caja metálica nos dejó en el piso establecido, supe que la conversación inconclusa con Paola iba a quedar en el olvido. Y mientras ella se acercaba directamente a la oficina de presidencia, yo maldije al marcar la entrada.
Cuarenta y un minutos tarde. Es un nuevo récord.
─ Llegas tarde.
─ Vaya, no lo había notado, gracias por meterte en lo que no te importa, querida Karla. ─ sonreí hipócrita.
─ Yo que tú, le bajaba dos rayas a tu ego, no te va a gustar saber quién está aquí.
─ Saber que estás tú ya amarga mi vida, ¿Te parece suficiente?
La ironía en mis palabras hace que la víbora ruede los ojos mientras yo busco la llave de la oficina de Ruggero en mi bolso, pero cuando estoy por abrirla, la puerta de presidencia se abre llamando mi atención. Mierda, estoy acabada.
Estoy dispuesta a disculparme como una idiota apenas la puerta termina de abrirse pero entonces mi sorpresa es grande cuando veo a Ruggero salir detrás de su padre acompañado de su querida Cecilia. Amigos, oficialmente estoy acabada.
─ Buenos días, señorita Sevilla. ─ sonreí apenada.
─ Señor, Pasquarelli. Lamento la tardanza pero es que yo...
─ Ya le comenté al señor lo que fuiste a hacer, Karol. ─ Paola me interrumpió. ─ Y dice que está de acuerdo.
─ ¿Ah sí? ─ confundida pregunté y bruno asintió.
─ Sí, Karol. Personalmente pienso que tu idea de hacer la celebración con un tema en específico es magnífica. Y que sea en la playa lo hace más... cautivador. ¿Pensaste ya en un tema?
¿Un tema para qué? ¡No entiendo nada!
─ A... ¿Antifaces?
─ ¡Sí! ¡Perfecto! ─ Paola aplaudió y yo ahogué una risita.
Sentir la mirada de Ruggero sobre mí me incomodaba así que me disculpé con todos y me perdí de su vista para poder meterme en el baño. ¿Qué hago ahora señor Dios? Necesito un consejo.
Lavé mi rostro y comencé mi maquillaje desde cero antes de soltar mi cabello. Hoy no había tenido tiempo de hacerme nada extraordinario así que lo único que pretendo es recogerlo en un perfecto moño que haga ver que dormí lo suficiente y no que me quedé hasta casi las dos viendo mí teléfono en espera de un solo mensaje.
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1| El verde de sus ojos; Tristes Miradas.
RomanceDicen, que el amor es lo más maravilloso del mundo. Pero al parecer, ambos quedamos atrapados en un extraño juego de azar.