Capítulo 12

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Eres un monstruo...

Era  un día cualquiera en su nueva vida, a veces se tornaba aburrida y sin sentido, pensaba que quizá estaba en el lugar equivocado, su mente lo reprendió en cada ocasión en que las cosas se tornan demasiado oscura, y a pesar de las dudas, nunca se animó a preguntar.

Cerró sus ojos a la conciencia y  miro con el corazón, a pesar de las advertencias el decidió amarlo y entregarse a voluntad sin importar que cada vez que el desaparecía se escuchaban desgarradores gritos del lugar al cual no se le permitía ir.

El mundo allí afuera era demasiado difícil de entender y se sentía más seguro bajo el brazo protector del pelinegro, porque Jeon podía mirarlo de un modo tierno y al mismo tiempo como si fuera su presa, no pasaba desapercibido aquellos cambios de humor. A veces parecía amarlo y odiarlo al mismo tiempo, pero notaba como se abstenía de hacerle daño, incluso cuando lo abrazaba se sentía sin aire mientras lo escuchaba disculparse en susurros en su oído.

Era una nueva aventura en la que decidió quedarse y entregarse al amor que sentía como un experto, calló las voces que gritaban y pasó por encima de cualquier alarma que le decía que debía escapar.

Fue ingenuo o quizás, solo no supo qué hacer y quedó atrapado injustificadamente, el destino lo ataría con cadenas más poderosas que la razón.

Y no había nadie más que lo hiciera cambiar de opinión, o eso pensó....

Las cosas se volvieron  un caos uno que le traía lágrimas dulces y amargas, sonrisas fingidas y etéreas.


Besos en temblorosos labios y sensuales caricias.

Se amoldaba a las exigencias era lo que Jeon quería que fuera, no preguntaba, no miraba mas allá, no oía más que su propia voz y de la persona que ama, no habian mas verdades que las del pelinegro y el las creía,  no tenía derecho a juzgarlo o a dudar de él, porque eso era una traición. 

¿Dónde está el amor?...¿Siquiera es real?...incontables voces se lo preguntaban, las ignoró, porque a pesar de todo, ya era demasiado tarde para  retroceder.

Estaba perdido... perdido en su propia fantasía, quizá le enseñó a amar a un monstruo el  cual nunca percibió como uno.

El agua corría sobre su piel cálida, se sentía bien estar bajo ella, y  la sombra que estaba a su lado aferrado a su cintura,  sus propias manos vagaban libres podían recorrer su piel aquella que creía suya, le pertenecía,   se había vuelto adicto, los pequeños besos sobre su cuello, la calidez de aquel aliento que lo hacía temblar, suspirar  y aferrarse aún más a la idea de que el pelinegro era perfecto.

Dió un brinco cuando sintió esas manos grandes posarse en su trasero, sonrió travieso sobre el pecho de Jungkook, apego más su cuerpo tratando de fundirse en el con un beso que desprendía todo tipo de emociones, llevándolos al límite en dónde las ganas pueden más sobre sus cuerpos.

Fue levantado y estrellado contra la pared, devorándose voraces como si no hubiera tiempo para ellos, como si sintieran como el final llegaba.

Las marcas resultaban tan atractivas sobre su piel, Jimin era su lienzo  podía ser delicado y rudo a la vez, a veces temía romperlo, pero el rubio podía soportar todo lo que Jungkook quería darle  estaba dispuesto a ofrecerle más que solo su piel también su corazón.

Era otra clase de experiencia, sensaciones adictivas lo tenían al extremo, otro perverso juego o quizá hobby, la piel del rubio era perfecta tan blanca tan suya que podía dibujar en ella los más sucios deseos.

Susurrar las más sucias palabras,  el  respondía a ellas con anhelo y exigencia.

Entre más das más quiere, nunca era suficiente, eran adictos el uno del otro desde hace un año. 

Frotarse con maestría y gemir complacido, entre gritos satisfactorios como un ritual de anticipación, bajo las interminables gotas de agua y sudor, sus ojos se conectaron unos tan oscuros y otros tan claros, expectantes, mordió sus labios por el inminente movimiento que lo dejó sin aliento, pero la diversión apenas empezaba, la sensación de ser llenado, la sensación de ser tan bien apretado, el movimiento constante, repetitivo, adictivo, encendió más llamas entre sus cuerpos, mordió su clavícula intentando contener sus gemidos, sus manos se paseaban sobre su espalda arrastrando sus uñas sobre su piel.

Al borde, en ese infinito los dos estallaron, las luces chispeantes al cerrar sus ojos, el sentirse pesado y a la vez flotando, cansado pero con una sensación de satisfacción.

No recuerda cómo pero sintió su cuerpo ser recostado sobre la suave tela de sus sábanas, el susurro de pisadas y  sentir ese calor que lo atrapó entre sus brazos, giró su rostro y sonrió, sus labios se movieron en un lento compás, un tierno ritmo, sus manos se pasearon por  su nuca masajeando su cabello húmedo.

Escuchó las palabras que por más de un año había querido escuchar. Aquellas que lo hacían sentir increíblemente sensible pero se negó a llorar, porque Jungkook se lo había prohibido y una temblorosa sonrisa se dibujó en sus labios.

- Te amo, Jimin.

Aquellas  fueron su mejor regalo en aquella noche de  cumpleaños.

Ya no era un niño, había perdido rastros de inocencia y su vida de adulto era cada vez más difícil de sobrellevar.

Era pareja de alguien que guardaba secretos. Y lo manipulaba a su antojo, y aún así, no había otro lugar en el que querría estar.

Esas palabras eran ciertas, fueron sinceras, pero incluso a pesar del amor ciego siempre había un hilo de duda.

Y la duda, puede destruir.

El amor siempre tiene un final.

El amor no puede ser eterno,
el amor nunca sobrevive en la incertidumbre.

Eres un monstruo y te amo....


Asesino En Série/kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora