Talking to the moon • Payton Moormeier •

Wetness

Los Ángeles, United States.

-Rebecca

—Ya dinos la verdad, Rebecca— insistió Faith en lo que yo sacaba una jarra de agua del refrigerador para servirla en un vaso.

—Ya dije la verdad.

—Son algo, pero todavía no son novios, está bien— concluyó Leah.

Solté una risita y nos quedamos un rato hablando, eran agradables.

Las dejé ahí hablando y subí por mi teléfono, que se encontraba en la cama de Payton.

Abrí la puerta de la habitación y alcancé a ver cómo, rápidamente, Payton cerraba la puerta del baño, estaba orinando y había dejado la puerta abierta, que ocurrente.

Me senté en su cama y cambié las luces a color azul y tomé mi teléfono, que se estaba cargando y entré a tiktok.

Vi un video de Payton con las luces de la habitación rojas y pues... haciendo... ya saben, siendo todo un fuckboy.

Un escalofrío pasó por todo mi cuerpo, haciendo que se me erizaran los poros y sentí un leve cosquilleo más abajo de mi vientre.
Dí un suspiro.

—Uy— me sorprendí por aquella acción involuntaria y cambie de video intentando calmarme.

—Así que, ¿ahora te tocas y usas juguetes eróticos?— me preguntó con su codo recargado en el marco de la puerta del baño.

Eso no ayudaba.

—Así que, ¿Ahora eres actor porno?— le enseñé el video que había visto.

—¿Cuantos replays llevas?, llevo escuchando ese mismo audio por tres minutos— preguntó con expresión pervertidora.

Me senté a la orilla de la cama y el fue acercándose.

Le miré el rostro.
No tenía ni puta idea de que había sido la sensación que había sentido hacía apenas unos segundos, pero, me había gustado.

Tampoco sabía como podía sentir eso con un video de 8 segundos.

Él se acercó hasta quedar con sus piernas pegadas a la cama y las mías a sus costados.

Payton solo me miraba, yo quería más, lo necesitaba, sin embargo me quedaba perpleja con la vista hacia arriba, mirando su rostro y su mirada, que se encontraba en mis labios, me empecé a poner nerviosa y a respirar más rápido de lo normal.

El posó una de sus manos en mi cuello y comenzó a acariciar mi mandíbula con la yema de su dedo, para luego subirlo y dibujar mis labios.

Los dos nos mirábamos, nos traíamos muchas ganas.

—¿Puedo?.

—Claro que puedes.

Dicho esto, por fin sentí el contacto de sus suaves labios contra los míos, y antes de poder darme cuenta, yo ya estaba siguiendo aquel apasionado beso.

La escena era algo incomoda, debido a que yo estaba sentada en la cama, él estaba de pie.

Y como si me hubiera leído la mente, lentamente fue inclinándose y subió sus rodillas a la esquina de la cama, a los costados de las mías.