*Con la participación especial de Jessica Chastain como Verena y Charlie Hunnam como Cathán.
《☆》
Emilia abrió los ojos, completamente
desconcertada y perdida; parpadeó varias veces tratando de volver en sí, al tiempo que se hacía consciente del ritmo desenfrenado que tomaban los latidos de su corazón. ¿Había tenido otra pesadilla?La pregunta se quedó atorada en su garganta e inevitablemente entró en pánico cuando abrió la boca y de esta no brotó ningún sonido. Era como si de pronto sus cuerdas vocales hubiesen desaparecido, pero no se rindió. Intentó una, dos y tres veces más hasta que su rostro comenzó a adquirir un leve tono rojizo y sus uñas se clavaron en sus palmas debido a la fuerza empleada para hacerlas puño.
Todo cuánto la rodeaba era oscuridad. Una oscuridad densa, prepotente; la clase de oscuridad a la que le temes cuando niño por miedo a que te devore. Esa que se ríe en tu cara y te grita que sin importar cuánto corras, cuánto te escondas, al final conseguirá alcanzarte.
La reconocía. Porque básicamente era de lo que había estado escapando toda la vida.
Volvió a cerrar los ojos con fuerza. Se llevó una mano al pecho, a la altura del corazón y mentalmente se repitió que no era nada más que su imaginación jugándole una broma. No era real.
Pasados un par de minutos, abrió nuevamente los ojos. Está vez reconoció al instante el lugar en el que se hallaba.El castillo merodeado por dragones que visitó anteriormente en sueños, se alzaba ante ella con secretismo y elegancia dignas de la época a la que parecían representar.
Recordaba perfectamente cada detalle y muchas cosas habían cambiado.
El cielo, antes iluminado por un brillante y cálido sol, ahora se veía levemente oscurecido por una fina capa de nubes grises. Miró los árboles, sus ramas y hojas se sacudían con violencia debido a la fuerza con la que azotaba el viento, y el océano, la marea baja permitía ver el límite espumoso de las olas y el último escalón de la ribera, el triste lecho del océano pavimentado de rocas y tapizado de vegetaciones negruzcas. Su extraña calma comparada con el caos que lo rodeaba, provocaba en Emilia una sensación de desconcierto.
Ese mismo que había sentido al llegar al límite que marcaba el comienzo del pequeño pueblo que precedía al Palacio. Las calles se encontraban completamente vacías, dando la imagen, a cualquiera que pisara esa tierra, de ser un pueblo olvidado. Parecía que aquel lugar acababa de vivir sus peores días.
Emilia siguió el camino marcado para llegar a las puertas del Castillo y una vez ahí, se preguntó si sería buena idea llamar, hasta que escuchó el revuelo dentro y decidió dejar la cortesía para otro momento.
-Verena, porfavor...
La peliplateada se dejó guiar por las voces y murmullos y unos minutos después se encontró en un pasillo paralelo a la que supuso era la torre principal del castillo, por todas las habitaciones de residencia que ahí había.