Epílogo

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Desde el inicio de los tiempos, la gente va y viene tratando de descubrir la complejidad de su existencia, tratando de descubrirse a si mismos, pero no Emilia. Ella siempre fue una persona capaz de hacer cualquier cosa, por absurda que parezca, con tal de evitar enfrentarse a su propia alma; no porque se sintiese perdida sino porque era consciente de lo que esta albergaba: oscuridad.

Y no estaba lista para eso.

Sin embargo, una vez más comprobó que el destino no tiene tiempos perfectos. No espera, no prepara, no avisa, simplemente... sucede. Thanos sucedió.

Lo último que recordaba con claridad era el brillante destello amarillo de la Gema de la Mente y luego nada. Todo se apagó. Su cuerpo se convirtió en un cascarón vacío y su consciencia en una espectadora silenciosa dentro de un alma que le fue arrebatada como si se tratase de un simple objeto.

Entregarle a Thanos la Gema del Alma no fue lo más complicado, sino el desprenderse de ella y darse cuenta de que en contra de todo sus deseos, aquel cristal era parte fundamental de su historia. Fue doloroso porque no quería hacerlo, pero no tuvo otra opción, él no se la dio; le obligó a entregarle el poder de cambiar el destino del Universo y cuándo lo hizo, toda esa oscuridad de la que había estado huyendo, volvió.

Le invadió como una ola de malos recuerdos, la sacudió con violencia y se expandió igual de rápido que un virus, infectando todo a su paso, pudriendo desde dentro todas esas áreas que comenzaban a ser tocadas por la luz.

Se sentía... perdida.

-¿Que has hecho? - el susurro desalentador del asgardiano le hizo levantar la cabeza. El estado de inconsciencia se había desplazado completamente, dejando en su lugar una intensa migraña que le hizo difícil el enfocar la vista, pero aún así lo intentó - ¡¿Qué has hecho?! - agregó Thor, su voz era una mezcla de tantas emociones que a Emilia le fue imposible distinguirlas todas.

Una alarma se encendió en su interior cuándo Thanos la miró de reojo. Le vio alzar la mano que portaba el guantelete y con los mismos movimientos fluidos, el Titán abrió un portal y desapareció frente a los ojos de ambos Vengadores.

El primer instinto de la platinada fue llevarse una mano al pecho y volver a cerrar los ojos con fuerza. Quería creer que se trataba de un mal sueño, pero el recuperar el control de si misma le devolvió también el sentir; el estridente dolor que nacía en un costado de su abdomen y se extendía por todo su cuerpo, el sabor amargo y metálico que bañaba sus labios con acidez y la sensación de abandono que no podía sacarse de la cabeza, eran un doloroso golpe de realidad.

No era un sueño.

Ignorando los deseos de su cuerpo de quedarse tumbada en el suelo, apoyó las palmas en la tierra para impulsarse. Consiguió sentarse y poco le importó sentir que sus heridas le rasgaban en lo más profundo. Lo único que podía ocupar su mente en ese momento era la respiración entrecortada del asgardiano, con quien conectó la mirada un segundo después.

El sonido provocado por las pisadas de Steve llenó el ensordecedor silencio y acto seguido la platinada lo vio emerger de entre los árboles con unos cuantos rasguños, el rostro lleno de tierra y una mano apoyada en un costado de su tronco.

Sus orbes azules buscaron los suyos esmeraldas y de inmediato, aquel semblante aliviado fue reemplazado por uno lleno de pánico y desconcierto.

-¿A dónde fue? - preguntó, con la respiración agitada. Miró la Stormbreaker en el suelo y luego sus ojos viajaron nerviosos por los alrededores - ¿Thor? - musitó en voz baja, enfocando toda su atención en el rubio - ¿A dónde fue?

-Steve...

El primer Vengador buscó de inmediato al dueño de aquella voz. Su amigo apenas se acercaba donde ellos cuándo comenzó a desintegrarse, hasta convertirse en polvo.

F O R  Y O U [Steve Rogers] (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora