Esto no es amor

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Vulkän era considerado uno de los planetas más antiguos e importantes de toda la galaxia. Eones atrás incluso era cercano al sistema en el que se encontraban los Nueve Mundos, precediendo a Asgard en extensión territorial y riqueza, tanto mineral como natural.

Dividido en un principio en varios reinos independientes hasta su unificación durante la conquista por los Theoryen, Vulkän era hogar de una poderosa especie reconocida por poseer la habilidad de adaptarse y manipular uno de los cuatro elementos: el fuego. El reino era delimitado por las Montañas Dhonanjay y el Mar del Norte, al que pertenecía Rawraq, un paso encargado de conectar Erilea, lugar se asentamiento de la rama principal de la Casa Theoryen, con el resto del bosque.

Durante años estas tierras fueron gobernadas por Cathán Theoryen, y los conflictos con los planetas vecinos por la expansión eran habituales. Sin embargo, durante la guerra contra el Imperio Shi'ar (quienes buscaban absorber agresivamente su cultura y hacerse de la Gema del Alma) Cathán descendió con su ejército, tras la masacre de los Campos de Fuego, para enfrentarse a Lilandra Neramani y a toda su Guardia Imperial.

Cathán "El grande" fue derrotado y junto con él, el resto del planeta se vio destinado a perecer en el elemento que una vez significó su propia fuente de vida. Los dragones desaparecieron, el brillante sol se apagó como si siempre hubiese tenido en su centro un interruptor, y el vasto océano se secó, convirtiendo Vulkän en un lugar con un suelo árido donde las temperaturas son extremas y las precipitaciones muy escasas. Un lugar particularmente hostil y solitario, con un paisaje completamente desnudo y donde la ausencia de vegetación, de la que solía ser dueño, es palpable.

Vulkän desapareció y de sus cenizas nació un nuevo cuerpo planetario llamado Vormir.
Este remoto planeta se alzaba ante Gamora y Thanos con imponencia. Provocando en esta primera, un profundo sentimiento de desolación y nerviosismo.

-Más vale que la gema se encuentre arriba - murmuró el Titán, aún con la mirada clavada en la pareja de montañas que delimitaban aquel kilométrico desierto - por el bien de tu hermana.

Gamora no respondió. No quería poner a su hermana en riesgo, pero no podía asegurar al cien por ciento que Thanos obtendría la gema en Vormir, y eso le daba a su corazón un alivio que hace mucho no sentía.

Siguieron caminando durante un largo tramo, hasta llegar al gélido risco. La luz comenzó a escasear cuando alcanzaron el pico y lo único que se lograba distinguir a la distancia, era una cueva. Ambos detuvieron su andar casi al mismo tiempo, temiendo por lo que fuera que les esperase allí dentro.

Entonces apareció: una extraña entidad cubierta de pies a cabeza con una capucha negra. Miró primero al Titán y este no tardó en notar que levitaba, característica que asoció inmediatamente a un ser espiritual.

-Bienvenido Thanos, hijo de Alars - su voz llegó a oídos de Gamora, con frialdad y acto seguido, también sus ojos - Gamora, hija de Thanos.

-¿Nos conoces? - cuestionó Thanos, desconcertado.

-Mi maldición es conocer a todo aquel que viene a este lugar.

-¿Dónde está la gema del alma? - presionó el Titán y Gamora no tardó en poner especial atención a lo que el extraño estuviese a punto de responder.

-Debes saber que ella exige un terrible precio.

Thanos dio un paso al frente, con firmeza - Estoy preparado.

F O R  Y O U [Steve Rogers] (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora