Capítulo 8

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Me observé en el espejo una vez chequeando que todo estuviera en orden. Llevaba poco maquillaje, lo que me hacía sentir extraña al ver mi cara tan natural.

Por mucho tiempo me acostumbré al uso excesivo del maquillaje, pero sin llegar a ser extravagante, de alguna manera tenía que cubrir los golpes que me propinaba mi exesposo. Pero ese día después de tantos años no fui capaz de reconocer a la persona que se encontraba reflejada en el espejo. Agradecí que así fuera, mientras más alejada de aquella época, más rápido la podría superar, me hacía feliz saber que un poco de maquillaje pudiera ser tan útil que me permitía borrar algunas huellas de mi pasado.

Una vez lista salí de mi apartamento con dirección al lugar dónde quedé de encontrarme con William.

Después de una semana, habíamos llegado a un acuerdo conveniente para ambos. Quedé con él en un hotel del centro. Su chófer pasaría por mí, por eso cuando salí al exterior no me sorprendí cuando lo encontré esperando al lado del auto como el que no quiere la cosa. Abrió la puerta permitiéndome el libre acceso y una vez dentro lo puso en marcha introduciéndose en el tráfico de la ciudad.

Largos minutos después desde que inició el recorrido, se detuvo, pero antes de que logre bajarse para abrirme la puerta, yo lo había hecho desde el otro lado, observando con asombro el lugar dónde se llevaría a cabo el encuentro con William. Maldije internamente cuando vi el impresionante edificio que eligió, se supone iba a hacer un lugar discreto, sin embargo, parecía ser que ambos teníamos definiciones distintas sobre lo que eso significaba.

—Suite presidencial. El señor se encuentra arriba—cogí la llave que me ofreció el chófer que de manera previa le fue entregada por William, al hacerlo no pude evitar que mi mano temblara un poco por lo nerviosa que me encontraba.

No era necesario ser muy inteligente para saber que fui a hacer a un lugar como ese, no me molestaba en absoluto lo que pudiera pensar algún empleado, eso incluía al chófer que me había dejado en la puerta indicándome donde encontrar a su jefe. Estaba casi segura que para el hombre era muy común ese tipo de situaciones.

De igual forma, era una mujer adulta, una capaz de sentir y con necesidades sexuales buscando ser satisfechas, nadie podía juzgarme por eso.

Con un asentimiento de cabeza le indiqué que lo escuché y caminé hacia dentro del edificio, para mi suerte todo estaba estética y debidamente identificado por lo que no me detuve a pedir ninguna información. Ingresé el ascensor y me dirigí a la suite. Comencé a sentirme nerviosa por lo que tomé varias respiraciones profundas buscando calmar el latir desenfrenado de mi corazón. Una vez frente a la puerta volví a respirar profundo varias veces para luego introducir la llave. Abrí la puerta lentamente observando todo alrededor, la habitación era impresionante, con una decoración perfecta y con una cama gigantesca en el centro de esta dónde podía jurar cabrían cinco personas.

—¡Llegaste! —exclamó la voz de William a la izquierda haciendo que me sobresaltara—. Pensé que te habías arrepentido —giré hacia el lugar de donde provenía su voz y contuve la respiración al verlo. Él sonrío ante mí escrutinio —. Si me sigues observando así no creo que pueda resistir por mucho tiempo el deseo de todo lo que quiero hacerte, y créeme, quiero que está noche dure eternamente —llegó hasta mi dejando que mi vista se deleite con su torso desnudo, al parecer había tomado un baño, la toalla alrededor de sus caderas y las gotas de agua que caían de su cabello me lo confirmaron.

Alzó una de sus manos para acariciar mi rostro al quedar frente a frente, luego depositó un beso en mi mejilla derecha.

—No sé cuál es tu concepto de un lugar discreto, pero te aseguro que en mi diccionario esto no lo es—no pude evitar señalar la habitación haciéndolo partícipe de aquella inquietud que tenía desde que llegué al hotel. Rompí el contacto próximo que tenía con él y caminé con pasos seguros dentro de la habitación alejándome un poco, lancé mi bolso en uno de los sillones que se encontraban repartidos por el lugar y me di la vuelta para enfrentarlo—. ¿No vas a vestirte? —pregunté al ver que seguía de pie en el mismo lugar sin moverse.

No te dejaré rendirte (COMPLETA) Editando.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora