Llevaba conociendo a William desde hace varios años, no sé en qué momento aquella atracción que sentí al principio escaló de manera vertiginosa, pensé que acostarme con él iba hacer que el deseo que sentía al estar a su lado desapareciera, pero no fue así, sino que aquello fue el detonante para que el orden con el que regía mi vida se fuera desvaneciendo.
Con el tiempo, esa atracción se tornó cada vez más intensa, llegando al punto de no poder controlar mis reacciones. Me estremecía con solo una mirada suya, como si le perteneciera, y esa reacción fuese la confirmación ante el hecho.
Estaba cansada de luchar contra lo mismo, aferrada a la idea de que lo que sentía al estar junto a él desaparecía en cualquier momento, ¡Qué ilusa! Si ni siquiera podía ponerle un nombre, ¿amor? ¿Deseo carnal? Sea lo que sea, la fuerza del sentimiento no mermaba, sino todo lo contrario, iba en aumento arrastrando todas las barreras que por años levanté para proteger mi corazón, o lo que aún quedaba de ello. Empezaba a dudar de mi salud mental, no daba crédito a lo que pasaba, no había experimentado nada igual, por eso llegué a pensar que todo lo que sucedía no era nada más que un producto de mi imaginación, no tenía otra respuesta coherente para ello.
Pero, a pesar de lo confundida que estaba con respecto a lo que sentía por William, creí que podría controlarlo, que podría manejar la situación como una adulta responsable, hasta aquel punto, en ese momento en el que acabé de gritarle gran parte de lo que me estaba carcomiendo por dentro. Las palabras salieron de mi boca sin permiso, sin lograr procesar lo acontecido. Quería salir corriendo de allí, pero su cuerpo frente a la única salida disponible del lugar dificulta la estrategia. Lo otro; era esconderme, un acto infantil que de nada serviría si él seguía bloqueando la puerta con su cuerpo dejándome claro que no tendría salida.
De repente algo había cambiado, el aire se sentía distinto, no podría describirlo con exactitud. Lo único de lo que fui consciente era de sus labios conectando con los míos en un beso arrollador. Aquella furia desmedida con la que me besaba me hacía perder toda capacidad de raciocinio, haciendo que todo mi cuerpo se arquera complacido ante la caricia de su lengua contra la mía. Su fuerza al besarme dificultaba seguirle el ritmo, la necesidad latente en cada caricia, en cada toque de sus labios amenaza con volverme loca. Sus manos sujetaron mi rostro ejerciendo cierta presión sobre el, como si de alguna manera temiera que escapara, pero sin llegar a lastimarme, tampoco era como si yo podría permitírselo. La necesidad con la que me besaba hizo que quisiera abrazarlo y no dejarlo ir, y justo eso hice, mis brazos lo envolvieron acercando su cuerpo un poco más al mío, el aire se hacía escaso, pero no me atrevía a separarme, temía que aquello fuera una ilusión que desaparecería si se alejaba.
Gemí de frustración cuando su boca se apartó de la mía en busca del aire que tanto necesitamos, sus ojos conectaron con los míos observándome por lo que pareció una eternidad. Había una petición implícita en su mirada, me pedía continuar, asentí con la cabeza en una confirmación más que clara invitándolo a seguir, no se hizo esperar demasiado, no obstante, su boca no buscó la mía, sino que se dirigió a mi cuello donde me dejó sentir la humedad de su lengua provocando que un jadeo sonoro escapara de mi garganta. Él pareció complacido ante la acción involuntaria de mi cuerpo, lo sentí sonreír sobre mi piel con conformidad, dándole la libertad y aprobación que tanto parecía buscar.
Chupó, mordió y lamió mi boca como si de un caramelo se tratara. Sus manos no dejaban de moverse ni un solo instante, no hasta dar con el cierre del vestido con el que se deleitó hasta lograr abrirlo y retirarlo de mi cuerpo, su boca dejó de besarme y sus ojos recorrieron mi anatomía contemplándome en ropa interior. Relamió sus labios complacido con lo que veía. Me alzó hasta colocarme encima del escritorio que se encontraba detrás de mí, pero antes retiró mis bragas. Sin dejar de observarme su boca se apoderó mi pecho derecho arrancándome un gemido al sentir la humedad de su lengua envolver mi pezón haciéndolo endurecer.
Mi respiración se volvía cada vez más errática, mi corazón latía desbocado y la humedad de mis bragas era la confirmación del deseo que experimentábamos en ese momento. Su boca cambió de un pecho a otro, mientras con una de sus manos torturó el pezón libre de sus labios. El placer que sentí ante la acción era indescriptible, quería más, desesperada, mis manos buscaron la forma de deshacerse de su camisa, lo logré a medias, no obstante, eso no impidió que acariciara parte de su piel desnuda deleitándome con los gemidos que escapan de su garganta.
Quería satisfacer la necesidad de mi cuerpo, por lo que dejé que mis manos recorran la parte inferior de su anatomía logrando dar con el botón de su pantalón, mientras, él seguía acariciando mi piel con su lengua. Alcancé con su erección y aproveché para masturbarlo con suavidad sin timidez alguna, escucharlo gruñir era el incentivo que necesitaba para aumentar la velocidad del movimiento de mi mano sobre su endurecido pene.
Él parecía disfrutar besándome, sin embargo, no era eso lo que yo necesitaba, tiré de él hasta sentir su miembro duro latir anhelante contra mi centro.
—Espera—jadeó sobre mí boca deteniendo el avance que había logrado —. No tengo preservativos.
—No lo necesitamos—intenté atraerlo a mi otra vez, pero él volvió a frenar mi progreso. Su pecho subía y bajaba mostrándome lo agitado que se encuentra—. Estoy limpia, y si te preocupa dejarme embarazada, no tienes porqué, no puedo tener hijos—confesé sin poder creer que me atreviera a contarle ese detalle a nadie más aparte de mi jefa, por cómo iban los acontecimientos, ese parecía ser el día de las confecciones no planificadas.
—¿¡Qué!? ¿Por qué no puedes tener hijos? ─pregunto un tanto consternado.
—¿En serio, William? Estoy delante de ti, desnuda, y tú quieres tener una conversión de por qué no puedo tener hijos—suspiré hastiada—. Dime algo, ¿quieres conversar o tener sexo conmigo? Porque te advierto, lo segundo estoy dispuesta a dártelo justo ahora, lo primero no.
Gruñó molesto y sin delicadeza separó mis piernas introduciéndose en mí de una sola embestida. Grité extasiada ante las maravillosas sensaciones que su miembro me hacía experimentar. El sexo rudo no era algo que disfrutara, no hasta que conocí a William, se movía con furia, como si quisiera desquitarse conmigo, pero contrario a sentirme violentada o abrumada por su intensidad, disfrutaba de su fuerza gimiendo con descontrol no importando si mis gemidos lograban escucharse en el salón de fiesta. Me acercó mucho más a su cuerpo, como si quisiera fusionarse conmigo, sus embestidas eran certeras, decididas, logrando que en pocos minutos alcanzara un espectacular orgasmo entre jadeos. Dejó de embestirme a pesar de que él no se había corrido, permitiéndome respirar hasta lograr desacelerar el ritmo frenético de mi corazón.
Cuando logré calmarme un poco alcé mi rostro encontrándome con el suyo, sus pupilas estaban dilatadas, el verde de sus ojos se vislumbraba dos tonos más oscuros. Bajé de la mesa un poco recuperada dispuesta a complacerlo hasta hacer que se corriera, me arrodillé delante de su erección introduciéndola en mi boca y rodeándola con mi lengua, verlo cerrar los ojos disfrutando de mis caricias me hacía sentir poderosa, acaricié su pene logrando introducirlo casi por completo dentro de mi boca, repetí la acción dos o tres veces más sintiendo cómo poco a poco perdía el control. Cuando creí que estaba a punto de correrse intenté llevarlo mucho más profundo, pero me detuvo levantándome del suelo y haciendo que la mitad de mi cuerpo quedara sobre la mesa con mi trasero levantado hacia su dirección.
La sorpresa se manifestó en mi rostro, pero esta fue reemplazada por el placer al sentirlo entrar en mi desde atrás. No duró mucho penetrándome en esa posición, levantó mi cuerpo de la mesa logrando que mi espalda quedara pegada contra su pecho sin dejar de embestirme, sus manos sostuvieron con fuerza mis senos provocando que alcanzara un nuevo orgasmo arrastrándolo a él conmigo.
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No te dejaré rendirte (COMPLETA) Editando.
ChickLitDespués de un matrimonio desastroso Johanna le ha cerrado la puerta al amor. Prometió jamás volver a enamorarse, una promesa que recuerda cada día al mirar su rostro en el espejo. Una noche y nada más, es su lema de vida, cualquiera pensaría que esa...