Aquel trato que habíamos establecido no me agradaba en su totalidad. Johanna era más que una noche de sexo para mí, pero explicarle eso resultaba contraproducente. Ya lo había intentado, y su negativa a tener una relación conmigo era inamovible.
La vi huir ante la simple mención de una relación seria y estable, no solo conmigo, sino con cualquier hombre existente en el planeta tierra. Por eso, a pesar del rechazo a mi propuesta, había algo que ninguno de nosotros podía ocultar, el deseo apabullante que sentíamos al estar uno cerca del otro.
Desconocía con exactitud que fue aquello que hizo su anterior esposo que la lastimó a tal punto de su rechazo al sexo masculino, más allá de lo que me ofrecía. Tereza, quien conocía toda la historia, no estaba dispuesta a contarme, comprendía, ese tema solo le concernía a Johanna y solo ella tenía el derecho para hablarlo con quién quisiera.
Por otro lado, quería ganarme su confianza, mucho más de lo que ella estaba dispuesta a confiarme, quizás era egoísta de mi parte, pero por mucho tiempo rehúse enamorarme, sentir más que cariño por alguien que no fuese mi esposa, y después de años luchando contra eso, me enamoré de Johanna. No tenía dudas, mis sentimientos eran lo bastante claros para que todos alrededor lo notaran, por eso, si lo único que podía permitirse era una noche de sexo conmigo, estaba dispuesto a aceptarla y esperar el tiempo que fuese necesario hasta que estuviera lista.
Tenía días sin saber nada de ella, desconocía por completo la causa que hizo que se marchara del hotel de aquella manera apresurada. Me sentí tan torpe al darme cuenta que mis palabras no fueron el incentivo que creí que eran para que se abriera conmigo, para que de alguna manera se desahogara y sacara de su corazón todo aquel dolor que empeñaba la luz de su mirada. Creí que al hablarle de mi esposa fallecida le daría la confianza necesaria para darse cuenta de que yo no era una amenaza, no obstante, su reacción hizo que comprendiera que el daño que le hicieron sobrepasó el límite que cualquier ser humano podría soportar.
Fue allí cuando mi admiración por ella aumentó, su fuerza para salir hacia adelante con toda la carga que llevaba sobre sus hombros era inspirador, entonces lo comprendí, tenía que tener paciencia, esperar el momento necesario hasta que ella decidiera dejarme entrar.
Ahora bien, a pesar de haberlo entendido, no dejaba de preocuparme su ausencia y falta de comunicación.
Repasé en mi mente cada cosa que aconteció esa noche desde que entró en la habitación, cuando comenzamos a besarnos como si la vida dependiera de ello, su estómago rugiendo reclamando por alimento interrumpiendo nuestro momento apasionado —sonreí al recordar su incomodidad y lo tierna que me resultó su actitud ante ese hecho—. Después la cena, la conversación, y su sonrisa divertida ante lo que le contaba. Luego aquellas palabras, mis palabras, preguntas que no debí hacer, y el dolor empañado la hermosura de su rostro.
La llamé, insistí en más de una ocasión, quería envolverla entre mis brazos, protegerla de todo lo que pudiera causarle daño, pero, ¿cómo hacerlo cuando no permitía que siquiera me acercara? Al final, terminé por hacerle caso a Patricia y dejar que sea ella que se acercará cuando estuviera lista. Busqué distraerme con el trabajo y darle el tiempo que necesitaba para procesar su dolor, aun contra mi voluntad, voluntad que se estaba desequilibrando poco a poco, cada vez que la veía luciendo tan perfecta como siempre ignorando cuanto me lastimaba su distancia.
Desde que dimos inicio a ese absurdo trato, no había un solo instante en el que ella no se adueñara de mí mente, intentaba ser fuerte, respetar su voluntad, pero dolía, su ausencia se percibía en mis días.
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No te dejaré rendirte (COMPLETA) Editando.
ChickLitDespués de un matrimonio desastroso Johanna le ha cerrado la puerta al amor. Prometió jamás volver a enamorarse, una promesa que recuerda cada día al mirar su rostro en el espejo. Una noche y nada más, es su lema de vida, cualquiera pensaría que esa...