Tenía dos meses sin ver a William. En una de esas tantas mañanas en la que su ausencia se apoderaba de mi cabeza, desperté sintiendo aquel acostumbrado cosquilleo sobre mi cuerpo, recordando cada caricia de sus manos de manera vívida, estaba llegado al punto de la obsesión, soñar con él la mayoría de mis noches no era normal.
La última vez que lo vi fue en la fiesta de fin de año que se les organizó a los empleados de la empresa, donde terminamos teniendo una sesión de sexo duro en una de las oficinas del piso superior, desde entonces, no sabía nada de él, según mi jefa, se encontraba de viaje de negocios. Conocía a la perfección aquellos famosos viajes, sabía que la extensión del mismo, era proporcional a la magnitud del contrato que perseguía la empresa. Esos viajes eran de gran valor monetario para todos, los empleados eran recompensado cada vez que se lograba firmar alguno, por lo que no podía quejarme, no cuando yo también era una de las beneficiadas.
Durante ese tiempo no había dejado de reproducir la última vez que estuvimos juntos, lo que provocó que en las mayorías de mis noches se apareciera en mis sueños luciendo como la tentación a mis más oscuros deseos, y provocando que a la mañana siguiente amaneciera húmeda y deseosa por sentirlo una vez más, tomándome como lo hizo en aquella oficina.
Sentía que volvía a caer en el mismo circulo vicioso, convirtiéndome en una masoquista, una mujer dependiente, y si no hubiese sabido que la ninfomanía iba más allá de un deseo sexual, durante el último mes hubiera considerado que sufría de esa patología.
Dejé mis divagaciones a un lado levantándome de la cama y entrando en la ducha donde me masturbé queriendo aliviar la excitación con la que había despertado esa mañana. Una vez estuve limpia y arreglada, me dirigí hacia el trabajo dispuesta a sumergirme en la rutina para de esa manera alejar a William de mis pensamientos.
Lo peor del caso es que no había recibido un solo mensaje de su parte, mi conciencia gritaba con fuerza lo contradictoria que resultaba, haciéndome caer en cuenta de que entre nosotros no existía ninguna relación, y que, por lo tanto, no era responsabilidad suya escribirme.
Yo le llamé, y cuando lo hice recibí respuesta de una mujer, no cualquier mujer, sino la que supuestamente era su amiga y vivía bajo su mismo techo. La llamada no fue realizada por voluntad propia, sino por orden de mi jefa para preguntarle sobre el avance que llevaba con el contrato. Admito que cuando recibí la orden me emocioné, porque de esa manera podría escuchar su voz que tanto había extrañado, pero no siempre se podía recibir todo cuánto se desea.
Desde entonces traté de hacerme a la idea de que definitivamente lo nuestro acabó, aquellos encuentros no volverían a repetirse, aunque mi cuerpo se negaba aceptarlo.
A media tarde empecé a sentirme realmente mal, todo me daba vuelta, mi estómago estaba resentido al no recibir la suficiente comida para resistir durante la jornada completa de trabajo y mi cabeza estaba a punto de estallar a cusa del dolor.
Opté por irme a casa, le comuniqué a mi jefa, y David, quién seguía en contacto convirtiéndose en un gran amigo, decidió acompañarme al ver en el estado en el me encontraba.
Pensé que al llegar a casa la presión que sentía en el pecho desaparecería, que el malestar se iría, sin embargo, no fue así. Todo fue de mal a peor. No dormí en toda la noche y con el pasar de las horas empecé a sentirme ahogada, no lograba respirar con normalidad.
Luché con el malestar toda la madrugada, quise llamar a Richard y pedirle ayuda, pero lo descarté al instante, no quería molestar a nadie. A la mañana siguiente sin haber logrado dormir nada, decidí ir al médico, se lo comuniqué a mi jefa anunciando que llegaría tarde al trabajo porque no me sentía muy bien, y ella comprensiva como siempre, insistió para que me tomará el día libre, pero me negué, necesitaba mantener mi mente ocupada para no pensar en William y trabajar me ayudaba. No obstante, comencé a sentirme cada vez más mareada, sentía mi cuerpo pesado, sin fuerzas para mover ni un solo dedo. Estaba empezando a preocuparme, no entendía qué sucedía conmigo, no acostumbraba a sentirme tan enferma, mi ánimo decaía con el pasar de las horas.
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No te dejaré rendirte (COMPLETA) Editando.
Chick-LitDespués de un matrimonio desastroso Johanna le ha cerrado la puerta al amor. Prometió jamás volver a enamorarse, una promesa que recuerda cada día al mirar su rostro en el espejo. Una noche y nada más, es su lema de vida, cualquiera pensaría que esa...