Narra William

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Me encontraba pletórico y asustado al mismo tiempo. No lograba asimilar el hecho de que sería padre, después de muchos años volvería a ser padre. La noticia me tomó por sorpresa, sobre todo después de enterarme de que Johanna no podía tener hijo, por eso toda esta situación la visualizaba como un regalo dividido a pesar de no ser un fiel devoto. Sentía que mi corazón me saltaría del pecho en cualquier momento, la felicidad que experimentaba logró dibujar en mi rostro una sonrisa difícil de olvidar. 

 
Despedirme de Johanna aquella mañana después del susto que me llevé cuando su tensión se disparó fue por demás difícil, no quería separarme de ella, quería cuidarla y protegerla, pero necesitaba trabajar. Aquellos minutos de intimidad que tuvimos donde alcanzó el orgasmo con solo mis dedos lo disfrute como el más delicioso de los manjares, por lo que me aferre a ello para batallar con mi ajetreado día. Sumergido en el trabajo no dejaba de pensar ni un instante en ella, en algún momento de la mañana llamé para confirmar que había desayunado. Me preocupaba su salud y la del niño, la salud física y mental es algo con lo que puedo llegar a obsesionarme. Después de la muerte de mi esposa, siempre he tratado de llevar un régimen muy estricto con mi nutricionista, al igual que obligué a mi hijo, Cristián, a también hacerlo. Aquella era mi forma de poder prevenir enfermedades, así no tener que vernos en la obligación de repetir aquella mala experiencia. Tenía claro que de las enfermedades nadie se libre, pero si en mis manos estaba la posibilidad de pisar el hospital lo menos posible, iba a tomarla. 

 
A la hora del almuerzo hice todo lo posible para poder estar libre de trabajo e irme a casa a comer con ella. Cristián me acompañó, desde que le conté sobre la llegada de un hermano o hermana ha estado igual de feliz que yo, insistió en acompañarme para felicitar y agradecer a Johanna personalmente por aquella dosis de felicidad. Al salir de la oficina encontré a Patricia bajando del ascensor, le informé de todos los nuevos acontecimientos y también me felicito por ello, le conté sobre ir almorzar a casa y sobre si sería la madrina de mi hijo o hijo, aceptó encantada y con ganas de también felicitar a Johanna. 

 
Llegar nos tomó más tiempo del acostumbrado, a esta hora el tráfico se torna pesado con todas las personas moviéndose de un lugar a otro buscando algún sitio donde almorzar. 

 
Una vez en casa dejé a Patricia y a Cristián en el comedor para luego dirigirme hacia mi habitación en busca de Johanna, he dejado que invada mi espacio a propósito, su fragancia esparcida por todo el lugar me da mil años de vida. No la encuentro allí, pregunto a una de las empleadas por su paradero y me comentó que había decidido recorrer la casa, así que conociéndola como la conozco camino hasta la biblioteca donde estoy casi seguro la encontraría. 

 
Me asuste un poco cuando al entrar la encontré con el rostro lleno de lágrimas.

 
¿Qué habrá pasado? En mi mente planeo  llamar una ambulancia mientras me acerco a ella en grandes zancadas. Quiero preguntarle qué es lo que siente, pero antes de que logre pronunciar algo me muestra el libro que estaba leyendo dándome a entender que ese es el motivo de su llanto. No me queda de otra que creerle, le extiendo mi mano para dirigirnos hacia el comedor y una vez allí, recibe las felicitaciones de Cristian y Patricia, cuando ésta última la saluda en informa sobre la petición que le hice para ser una de la madrina de mi hijo su rostro se transforma, tomó asiento ignorando lo tenso que se ha puesto el ambiente, rehuyo de su mirada, de los reclamos silenciosos dirigidos hacia mi. Antes siquiera de probar lo que le han servido  se excusa alegando una especie de malestar y ordeno que le suban el almuerzo a la habitación. 

 
Sé que está molesta,  también sé que si voy a su encuentro ahora mismo terminaremos discutiendo como casi siempre, ahora lo que menos necesitamos es que vuelva a subirle la tensión, por lo que opto en darle su espacio hasta que se calme para luego poder hablar con ella. 

 
—Se fue por mi ¿Verdad? —interroga Patricia—Se molestó por verme aquí. 

 
Niego, aunque sé es una total mentira y Patricia tiene razón. Terminamos el almuerzo en silencio para luego regresar a la empresa. 

 
Una vez terminado el horario laboral me dirijo a casa con el fin de poder hablar con Johanna, para esta hora el enojo habrá desaparecido—Intuyo— sin embargo, me llevo una gran sorpresa cuando me dicen que ha salido y que alguien vino por ella, me asusto un poco al pensar que ha decidido volver a su casa, pero me tranquilizo cuando me informan que no ha sacado su ropa. 
 

Llamo a Arbert el escolta que asigné para su cuidado del que ella aún no está enterada y me indica en qué lugar se encuentra. Es uno de los restaurantes de la cadena que pertenece a Tereza, el lugar no queda tan lejos desde dónde vivo, por lo que llego muy rápido. Me enojo al contemplarla acompañada de aquel indeseable hombre. Mi molestia es muy notable cuando la veo carcajearse en su compañía, por lo que sin pretenderlo termino llamándola irresponsable ocasionando que no vuelva a dirigirme  la palabra en todo el trayecto a casa. Al llegar la sigo hasta el cuarto, pero ha colocado el seguro a la puerta, toco insistentemente hasta lograr que abra. Le pido perdón por mi comportamiento terminando en una confrontación al darse cuenta que Patricia aún sigue viviendo conmigo. Está situación a ocasiona que reprima el deseo de volver a declarle mi sentimiento, no tiene sentido hacerlo cuando su respuesta siempre va a hacer alejarme de mi pidiendo estar sola.

 Está situación a ocasiona que reprima el deseo de volver a declarle mi sentimiento, no tiene sentido hacerlo cuando su respuesta siempre va a hacer alejarme de mi pidiendo estar sola

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No te dejaré rendirte (COMPLETA) Editando.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora