Capítulo 26

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Aquella confesión por parte de William, hizo que me replantee muchas cosas. Admito que huir, fue la primera de ellas, pero también me hizo caer  en cuenta de que su amor  por mi es sincero, que su preocupación iba más allá de mi embarazo, de los hijos que esperamos. Me amaba, también le amaba, el sentimiento estuvo allí por mucho tiempo inactivo, o quizás, solo fui yo tratando de escapar de ellos. Ahora, lo que sentía había evolucionado, estaba segura de mis sentimientos, sin embargo, ponerlo en palabras seguía costándome, confesarle a William que también lo amaba parecía más difícil de lo imaginé, no estaba lista para dar ese paso, muy en el fondo temía enfrentarme a todo lo que cambiaría mi vida cuando al fin se lo dijera. 

Nuestra relación se fortalecía con el pasar de los días, muchas cosas habían cambiado. Yo me sentía mucho más confiada a su alrededor y él siempre me consultaba cualquier decisión importante a tomar. Con el correr de los meses las cosas mejoraron notoriamente, no había más miedos a su alrededor. Por primera vez miraba hacia al futuro con esperanza. 

Por consejo de mi psicóloga inicié a contarle ciertos detalles de mi vida antes de él. La razón de abandonar la universidad, del lugar donde me crié y de mi infancia. Sentía que eran cosas tal vez irrelevantes, pero según mi psicóloga eso me ayudaba a tomar confianza, a prepararme mentalmente para el día en el que decida contarle todo los detalles de mi matrimonio fallido y de lo doloroso que este resultó. 

Ya tenía siete meses de embarazo, mi vientre creció lo suficiente como para hacer que me sienta cansada con facilidad y aumente de peso, mis pies rara vez dejaban de mostrarse hinchados, ante todo eso, tuve que tomarme un tiempo del trabajo y permanecer mucho más tiempo en casa por recomendaciones médica, esta vez aunque no me gustara la idea, estaba dispuesta a seguir al pie de las letras sus indicaciones. 

William siempre estaba pendiente de mis necesidades, buscaba la manera de hacerme sentir cómoda y tranquila, permitió que le ayudará a organizar su agenda y a ordenar algunos papeles relacionado con su empresa.  De alguna forma me hacía sentir útil y no volverme loca dentro de estas paredes. 

Mamá y papá venían a visitarme seguido al igual que mi hermana, aquellos días lo aprovechaba al máximo, disfrutaba de ese tiempo a su alrededor como nada en el mundo. Jugar con mis sobrinos y verlo sonreír lograba ponerme siempre de buen humor. 

Con William habíamos planeamos ir de compras el día de hoy, por lo que decidió no ir al trabajo delegando sus responsabilidades a alguien más. Cristián esta vez nos acompañaba. Amaba que se involucrara en el tema del embarazo, porque me daba la seguridad de que mis bebés tendrían un hermano que los amaría y protegería por encima de todas las cosas. 

Llegamos a la tienda y solo con entrar debí darme cuenta de que este día no sería tan tranquilo como imaginé. Cuando vi el primer escaparate que mostraba un cochecito para bebé me enamoré, pero al acercarme y ver el precio quise salir corriendo de allí. Aquello era colosal, es que ni aunque tuviera oro. 

—Puedes elegir lo que desees, el dinero no es problema. —Comenta William al notar la expresión en mi rostro ante semejante proporción. A su lado Cristián sonríe ante la mirada que lanzo a su padre después de aquel comentario. 

—William.—Empiezo, quiero decirle que gastar un dineral en un artículo que tendríamos que cambiar en poco tiempo no es algo que me haga ilusión. Sin embargo, callo cuando lo veo tomar un par de zapatos para bebés y sonreír emocionado. —Está bien, —acepto—pero con una condición, y no quiero ninguna réplica de tu parte. 

—Bien. 

—Quiero que me dejes pagar la mitad del dinero que vamos a gastar, son mis hijos también y quiero poder comprarle algo con el dinero que a mi me ha costado esfuerzo conseguir. Es posible que me tarde meses en reunir la cantidad necesaria para cubrir la mitad de los gastos, pero quiero hacerlo, quiero ese privilegio. 

Asiente conforme depositando un beso sobre mis labios. Recorremos la tienda y tengo que llenarme de paciencia cada vez que William o Cristián seleccionan alguna prenda o objeto. Les explico que no se hace necesario comprar tanta ropa cuando los bebés crecerán con rapidez y terminarán por abandonarla sin haberla usado lo suficiente. 
Me toma tiempo hacerles entender, pero creo que al final lo logro. 

Al llegar a casa me sentía exhausta por lo que sin mucha ceremonia caminé hacia el sofá como si éste fuera mi tabla de salvación. William llega a mi lado nada más sentarme alzando mis pies y empezando a masajearlos con suavidad. 

—¿Te gusta? 

—Me encanta.

—Hay otras cosas que puedo hacer para relajarte, sabes. 

—¿En serio? Me gustaría saber cuáles. —Sonrío con picardía. 

—Supongo que esa es mi señal para irme. —Comenta Cristián de quién había logrado olvidarme provocando que un enorme sonrojo se extienda por toda mi cara. 

Escondo mi rostro entre mis manos mientras William ríe divertido por el comentario de su hijo. 

—Creo que es lo mejor. —Responde él sin una pizca de pudor. 

—¡Qué vergüenza! —Exclamo una vez confirmo que Cristián se ha ido. 

—Sí. —Se carcajea, golpeo su hombro para que deje de burlarse. 

—Creo que no volveré a mirarlo a la cara por mucho tiempo y cuando al fin logré hacerlo, no podré olvidar este momento. 

—Vamos, no exageres, mejor ven y déjame mostrarte lo que puedo hacer para relajarte. 

 

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No te dejaré rendirte (COMPLETA) Editando.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora