—¿Quieres dejar de mirarme así? —sus ojos no se habían apartado de los míos mientras llevaba otro trozo de carne a mi boca
—No. He descubierto que me gusta verte comer —sonrió con coquetería —. Bueno, en realidad me gusta todo de ti—ignoré su comentario y me dispuse a terminar el plato de comida, teníamos una conversación pendiente.
Su confesión provocó que por un momento no supiera como proceder provocando que su sonrisa se acentuara un poco más, disfruté con placer la comida que me habían servido, solo fui consciente del hambre que tenía hasta que pusieron el plato frente mí logrando devorarlo en tiempo récord. Hace tiempo que no probaba una comida casera tan deliciosa, lo que me llevó a pensar en mi madre, en su afición por la cocina y en lo feliz que sería si pudiera ocupar una como la de la casa de William.
Alejé esos pensamientos porque lo que menos necesitaba en ese instante era traer a colación aquellos recuerdos que me producían tristeza.
Terminé mi plato sin que William volviera a interrumpirme con sus comentarios desacertados. Había subido un momento a la planta alta para darse un baño en lo que terminaba de comer, lo que aproveché para agradecer a Martha el que se haya tomado la molestia de cocinar para mí. No tuve mucho tiempo para conversar con ella, porque había tenido que irse a realizar unas compras dejándome con Katty, una chica joven muy amable que le ayudaba en la cocina. Me gustaba aprenderme los nombres de las personas, lo hacía con gran facilidad, sobre todo el de aquellas que se tomaban el tiempo de servirme con amabilidad cuando no era su obligación, resultaba contradictorio, lo sé, ellas fueron contratada con esa finalidad, brindar un servicio, sin embargo, seguían siendo tan iguales y humanas como yo.
Una vez terminé la comida me entretuve conversando con ellas mientras tomaba mi plato para lavarlo, era lo mínimo que podía hacer para mostrar mi agradecimiento.
—¿Qué crees que estás haciendo?
Estaba a nada de terminar de enjuagar un vaso cuando la voz autoritaria de William entrando a la cocina hizo que me sobresalte, dejando que el vaso que tenía en la mano se estrellara contra el piso, rompiéndose.
—¿Cuál es tu bendito problema? —Exclamé al ver el desastre que había provocado a causa de su grito —. ¿Me consigues una pala, por favor? —Pregunté dirigiéndome hacía Katty quién observa la situación un poco temerosa—. Vamos, no te preocupes, es solo un vaso—traté de tranquilizarla, pero eso no funcionó, no cuando la voz de William volvió a interrumpirnos de manera abrupta.
—¿Por qué has permitido que se ponga a hacer el trabajo por el que se te paga? —Cuestionó con enojo hacia la pobre chica.
—Señor, yo... —intentó explicarse, pero fue interrumpida nueva vez.
—¿Qué esperas para ponerte a recoger este desastre antes de que te despida? ––La chica no había terminado de hablar cuando la orden fue emitida.
Sollozando la muchacha se movió con prisa por la cocina hasta dar con una escoba y una pala. Cuando se disponía a recoger los vidrios, le quité los utensilios de la mano para ayudarla, sus manos temblaban y, odié a William por eso. En ese estado no la creía capaz de recoger el vaso roto sin lastimarse, además, yo fui quién dejó caer el vaso haciendo que se rompa, aunque una gran parte de la culpa le correspondía al señor gruñón que estaba a mi lado.
—No señora, déjeme, yo puedo hacerlo —insistió. Traté de calmarla con la vista de William sobre mí, cuando creía que lo había logrado, y me disponía a recoger los vidrios, las herramientas fueron arrebatadas de mis manos con brusquedad.
—Toma—le entregó a Katty—limpia. Tú y yo vamos a hablar. Me tomó por el antebrazo haciendo que caminara a la par suya. Una vez llegamos a lo que parecía ser la biblioteca de la casa, no pude disfrutar de la maravillosa vista que era tener tantos libros en un mismo lugar porque la molestia que sentía me lo impidió.
—Que sea la última vez que me desautoriza delante de mis empleados—determinó en mi dirección.
Caminé despacio hasta quedar frente a él.
—Que sea la última vez que me gritas de esa manera—le enfrenté reuniendo la poca paciencia que podía —. ¿Pretendías que me quedara tranquila mientras humillaba a aquella pobre chica? Yo fui quien insistió en lavar los platos sucios para agradecer la comida que se me había brindado. De igual forma, no sé por qué me molesto en tratar de explicarte a ti algo que estoy segura no vas a entender—me alejé de él caminado hacia la puerta para salir de allí, sin embargo, sabía que no sería tan fácil cuando sentí su mano detenerme.
—Esta es mi casa, y en mi casa los empleados o hacen bien su trabajo, o los despido, ellos lo saben muy bien, está estipulado en el contrato que firman.
—¿También está en el contrato humillarles de esa manera? Nada te da derecho de andar gritando e intimidado a esa gente por algo que yo pedí hacer—respiré hondo intentando calmarme—. Está bien, en algo tienes razón, esta es tu casa y yo no tengo nada que hacer aquí —zanjeé el tema buscando zafarme de su agarre.
Desconocía aquella faceta de William, por lo general, era un hombre tranquilo, su comportamiento pasivo fue algo que siempre me gustó, porque sí, aunque tratara de ocultarlo, había muchas cosas que me gustaban de su persona, con sus excepciones por supuesto, porque nadie era perfecto.
—Vale, lo siento, ¿sí? —Masajeó su cien como si eso le ayudará a tranquilizarse. Reí internamente al verlo, si bien es cierto que estaba enojada, aquella acción me resultó cómica. —Hablemos, por favor, desde hoy esta también será tu casa.
—¿A qué te refieres exactamente? —Cuestioné sin darle más vuelta al asunto.
—Llevas a mi hijo en tu vientre, lo correcto es que vivamos juntos. Ya envié por tus cosas al departamento —declaró dejándome sin palabras.
Contemplé anonadada su figura desde mi lugar y, solo salí del estupor cuando lo escuché pronunciar mi nombre.
—Es que te escucho, veo lo que haces y no te reconozco—mi voz sonó más alterada de lo normal —. ¿Acaso crees que estamos viviendo en una novela de Jane Austen? ¿Quién te dio el derecho de violar mi privacidad de esa manera? ¡Ni siquiera me has preguntado! ¿Es que acaso mi opinión no cuenta?
Mi mente se transportó en el tiempo a años atrás, a mi anterior matrimonio, a cuando viví encarcelada, alejada de mi familia. Recordé las humillaciones a la que fui sometida, los golpes, las veces que intenté huir y las cicatrices de mi cuerpo ante el atrevimiento. Mi respiración se tornó pesada e irregular, las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos, pero las contuve. Mi cuerpo se sintió ligero de un momento a otro, fui alzada para luego ser depositada en una superficie blanda y suave.
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No te dejaré rendirte (COMPLETA) Editando.
ChickLitDespués de un matrimonio desastroso Johanna le ha cerrado la puerta al amor. Prometió jamás volver a enamorarse, una promesa que recuerda cada día al mirar su rostro en el espejo. Una noche y nada más, es su lema de vida, cualquiera pensaría que esa...