Han pasado dos semanas desde la confrontación que tuve con William. Patricia se marchó al día siguiente, no sé qué habrá pasado, no sé si él le pidió que se fuera, no me molesté en preguntarle. Nuestro trato se mantenía cordial, hablábamos lo necesario y por lo general todas nuestras conversaciones giraban entorno al bebé. Qué si comí bien, qué si me siento cansada, qué si me tomé las vitaminas. Su actitud me hastiaba, odiaba esa frivolidad con la que me trataba, no obstante, no podía hacerle ningún reclamo, yo lo empujé a ello.
Cuando me levantaba, él se había marchado al trabajo y llegaba por la noche, pero aquello no era un impedimento para estar al pendiente de las cosas que hacía o comía. Sentía que todo aquello estaba mal de muchas maneras, lo extrañaba, quería que volviera a sonreír con esa coquetería que lo caracterizaba, quizás era pedir demasiado sin siquiera merecerlo, su indiferencia dolía y no sabía qué hacer para remediarlo.
Aquella mañana teníamos cita con el médico, aquello también me sentó mal, hasta ahora para cualquier chequeo rutinario que tenía o sí deseaba salir de casa buscando distraerme, William se encargaba de pasar a recogerme para irnos juntos, pero hoy fue distinto, su chofer se encargaría de llevarme hasta la clínica y él más tarde nos alcanzaría. Cuando el auto estacionó en la clínica no me sorprendió que él ya estuviera allí. Bajé y caminé como si hilos invisibles dominaran mi cuerpo obligándome a realizar dicha acción. Estaba feliz porque iba a conocer el estado de salud de mi bebé, pero a su vez me sentía desolada, solo quería que él me envolviera entre sus brazos y que me susurrara que todo estaría bien.
Caminamos por los pasillos uno al lado del otro sin pronunciar palabras, al llegar a recepción William habló con la secretaria y diez minutos después ingresamos al consultorio.
El doctor Díaz era un hombre de unos treinta y cinco años, casado, con dos hijos. Éramos de la misma edad, de alguna manera eso hacía que me sintiera un poco más cómoda y relajada con él, también ayudaba el hecho que parecía ser amigo muy íntimo de William y éste tenía plena confianza en él.
Me saludó con una amable sonrisa mientras que a William le ofrecía un apretón de mano manifestando lo feliz que estaba de volver a verlo, pidió que me colocara la bata que previamente había alcanzado la enfermera en mi dirección y luego me invitó a acostarme en la camilla.
-¿Cómo has estado sintiéndote?-Interroga dejando caer un poco de gel frío sobre mi estómago, me sobresalto por el contacto. Sonríe indicándome que todo está bien -. ¿Han disminuido las náuseas y los vómitos?-Asiento, pero al darme cuenta que su vista está centrada en la pantalla que tiene al frente monitoreando al bebé respondo que sí.
-Eso es buena señal, eres de las afortunadas. -Quiero preguntarle a que se refiere con eso, pero William se me adelanta.
-¿Y eso que significa?-interroga-Lo observo para darme cuenta que sus ojos están concentrados en cada movimiento que hace el doctor.
-Hay algunas mujeres a las que esos síntomas suelen durarle un período más largo haciendo que su embarazo no sea una experiencia tan agradable- Explica. -Todo está perfecto, Johanna, dentro de los parámetros normales llevas un embarazo en buen estado, el riego ha disminuido, tu hematocrito ha subido según los nuevos análisis por lo que puedes iniciar a hacer tus tareas con normalidad. De toda manera intenta no esforzarte demasiado, la moderación siempre es buena consejera.-Me alcanza una toalla para limpiarme el gel del estómago-Alguna pregunta.
-¿Es normal que empiece a tener antojos?-Cuestiono.
-No me has mencionado eso-Comenta William. Sé que no le agrada la idea de que me guarde información sobre el embarazo, pero esto no es algo tan relevante.
-Han sido cosas leves que he podido conseguir en la casa-Informo esperando que eso lo deje tranquilo.
-Si, lo es-Reponde el doctor ignorando la interrupción de hace un momento.
-También...yo...-Intento formular la siguiente pregunta, pero el hecho de que William se encuentre en la sala hace que muera de vergüenza, tampoco quiero que se entere, hasta ahora he podido apañármelas sola.
-Has sentido mucho deseo sexual-afirma haciendo que un enorme sonrojo se extienda por toda mi cara, aún así asiento intentando ignorar al padre de mi hijo-. Es normal, si deseas tener relaciones con tu pareja puedes hacerlo, como te mencioné todo se encuentra en normalidad, lo único que les pido a ambos-mira a William y luego a mi-, es que lo manejen con moderación.
-No te preocupes, yo me voy a encargar de eso-no sé si aquello es producto de las hormonas, pero escucharlo pronunciar esas palabras ha provocado que una corriente de deseo recorra mi cuerpo.
Nos despedimos del doctor y agendamos una nueva cita con su secretaria, esta vez William si me acompaña a casa aprovechando cada semáforo en rojo para repasarme con la mirada, quisiera poder ignorarlo, pero la verdad es que después de aquellas palabras que pronunció en el consultorio mi libido ha ido en aumento.
-¿Qué has hecho para calmar el deseo?-interroga dejándome aturdida por un instante.
-Yo...
-¿Te has masturbado?-vuelve a cuestionar, esta vez su voz se torna un poco ronca. Para este momento ya me encuentro húmeda, quisiera culpar a mis hormonas por eso, pero la verdad es que siempre he deseado a William, basta un roce o una palabra suya y yo ya estoy ardiendo.
-No he tenido más opción-respondo con indiferencia aparentando que esta conversación no me afecta.
-Siempre hay más opciones.
-¿Cómo cuales?
-Llamarme por ejemplo. Incluso, creo que es la mejor de todas.
-¿Para qué? Para ignorarme como lo has estado haciendo hasta el momento-Un suspiro cansado sale de sus labios. Hemos llegado a casa por lo que su respuesta queda en el aire. Bajo del vehículo y camino dentro de la casa dejándolo detrás.
Siento sus pasos siguiéndome hasta llegar a la habitación, arrojo el bolso a la cama y antes de poder realizar cualquier otra cosa, soy detenida por sus manos en mis hombros girando mi cuerpo hasta quedar frente a él.
-Si me hubieras llamado, no te ignoraría. Vivo para complacerte, Johanna-Acaricia con sus dedos mis labios-Un deseo tuyo es una orden para mi.-Estampa su boca contra la mía en un beso feroz que yo le correspondo en la misma medida.
Sus manos van hacia mi espalda empujándome contra su pecho, mis brazos se envuelven alrededor de su cuello de manera ansiosa deseando poder unirme a él. No hay inhibición, lo deseo mucho más de lo que lo he deseado antes, no creí fuera posible, pero aquí estoy como un científico comprobando la veracidad de ese hecho. Muerdo su labio inferior robándole un gemido causando que se aleje un poco de mi.
-Muéstrame -Pide. Mi confusión es evidente al no entender su petición.-Quiero que me muestre cómo te dabas placer en mi ausencia, Johanna.
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No te dejaré rendirte (COMPLETA) Editando.
Literatura FemininaDespués de un matrimonio desastroso Johanna le ha cerrado la puerta al amor. Prometió jamás volver a enamorarse, una promesa que recuerda cada día al mirar su rostro en el espejo. Una noche y nada más, es su lema de vida, cualquiera pensaría que esa...