Los días festivos no eran mis favoritos, por lo general, tenía mucho trabajo y, aunque eso podría resultar una condenación al mismo infierno para cualquiera, para mí era un paraíso celestial. Llenarme de trabajo constituía una terapia, lograba alejar aquellos pensamientos torturadores que me hacían daño, olvidar por un breve lapso de tiempo mis malas decisiones del pasado y lo prometedor que podría ser el futuro si dejara atrás el miedo que hacía de compañero de aventuras.
Mi aversión a los días feriados tenía un solo significado «Soledad» más de la que cualquier ser humano soportaría. Vivía sola en un apartamento, no era como si desconociera de que hablara, pero esa soledad es muy diferente a la que se siente en nochebuena o navidad cuando sales a la calle y admira los felices que son los demás al tener a su familia al lado. Esos días estaban resaltados con señalador negro en mi calendario, porque al llegar a casa la depresión hacía su visita dejándome deshecha, lo único que lograba sacarme de aquel pozo era atiborrarme de trabajo, incluso, me ofrecía voluntaria a realizar el de mis compañeros intentando que aquellos días pasaran inadvertido, pero quererlo y que se hiciera realidad eran dos cosas distintas.
Algo muy dentro de mi creyó que ese año sería distinto, que no extrañaría a mi familia, y que no pasaría otra noche buena preguntándome si estaban bien o si les hacía falta como ellos me la hacían a mí. Tenía a Richard conmigo, brindándome apoyo, sin embargo, sería el ser humano más despreciable del planeta si acaparará el poco tiempo libre que tenía para dedicárselo a Karen. Yo no quería una relación de pareja, pero eso no me haría un obstáculo en la de mi amigo. Richard conocía mi historia, a él pude contarle lo que no había podido a William, desconocía la razón, no sabría explicar la causa en concreto que hizo que confiara en él, en poco tiempo Richard se convirtió en el hermano que nunca tuve.
Me costó convencerle de asistir a la fiesta de fin de año que realizaba la empresa, fiesta que estaría llevándose a cabo en el edificio empresarial de William, sí, como si el destino se burlara en mi cara.
Estaba obligada a asistir, dicha celebración en honor a los empleados de ambas empresas—la de mi jefa y por acuerdo mutuo la de William—, se realizaba con el único propósito de reconocer el esfuerzo de cada trabajador. Los obsequios y reconocimientos estaban a la orden del día, por política de la empresa era imperativo mi asistencia, a menos que existiera algo de causa mayor que lo impidiera. No tenía excusa y, no podía inventarme una porque mi jefa podría descubrir mi falsa con mucha facilidad. Así que, cuando David pasó por la mañana deteniéndose en mi escritorio y pidiéndome ir con él, acepté. Si no tenía otra opción que hacerlo, lo mejor era ir acompañada.
El día llegó más rápido de lo que pensé, cuando quise darme cuenta caminaba por las calles de la ciudad recorriendo las tiendas del centro en busca de un vestido en compañía de Karen, quien se encontraba completamente comprometida con la causa siguiendo la orden directa de Richard que consistía en buscarme un vestido que me haga ver condenadamente sexy. El plan, un poco retorcido, estuvo rondando mi cabeza mientras recorríamos cada tienda, el fin de aquel vestido no era más que provocarle un infarto a William o en su defecto un dolor de huevos —sus palabras textuales—eso después de comentarle lo confuso que eran mis sentimientos hacía el socio de mi jefa.
Al final sus palabras hicieron eco en mi cabeza, eso, y pensar en la posibilidad de que William llevara a Patricia con él a la fiesta provocaron que obedeciera a su petición eligiendo un vestido negro con un escote bastante marcado que llegaba casi al ombligo, cubría con sensualidad el resto de mi anatomía, dándole un toque sexy, pero elegante.
Era irracional de mi parte actual de aquella manera, admitía que los celos me carcomían al pensar que William y Patricia podrían llegar a tener una relación más allá de la amistad que él profesaba.
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No te dejaré rendirte (COMPLETA) Editando.
ChickLitDespués de un matrimonio desastroso Johanna le ha cerrado la puerta al amor. Prometió jamás volver a enamorarse, una promesa que recuerda cada día al mirar su rostro en el espejo. Una noche y nada más, es su lema de vida, cualquiera pensaría que esa...