Capítulo 3

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—¡No puedes hacer eso! —exclamé sintiendo como la molestia se apodera de mi cuerpo poco a poco ante su actitud—. La Señora Roberts...

—Ya sabes que la señora Roberts no se meterá en ningún asunto en el que ambos estemos involucrados — me interrumpió. Sé a lo que se refería, la última vez que nos reunimos en el mismo lugar el resultado fue caótico, lo que provocó que recibiéramos un ultimátum de parte de ella—. Estaré esperándote en el parking—intenté arrebatarle la memoria de la mano, pero fue mucho más veloz que yo retirándola a tiempo—. No me hagas esperar demasiado, pequeña —volvió a introducir la memoria en el bolsillo de su chaqueta y caminó hacia la puerta con prepotencia.

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—Quita esa cara—comentó una vez que el camarero se retiró tomando nuestras órdenes. Estaba muy enojada, pero eso no iba a evitar que pudiera comer algo, había estado trabajando toda la mañana sin descanso y mi estómago reclamaba por alimento—, aunque si te soy sincero, te ves más hermosa aún —sonrío de lado ignorando mi molestia.

— ¿Qué quieres lograr con esto? —me encontraba a la defensiva, y tenía toda la razón para estarlo, me había llevado aquel lugar bajo coacción y para mí no existía nada peor que aquello, obligarme a algo que no quería fue una jugada muy estúpida por su parte—. Por más que busco una razón para justificar tu comportamiento primitivo, no la encuentro—expresé con acritud.

— ¿Te parezco primitivo? —contestó mi pregunta con otra.

—Tu comportamiento— recalqué—. ¿Acaso no sabes que obligar a una mujer a salir contigo es una actitud de neandertales? —defendía mi punto— Ya no estamos en el siglo XVIII donde la mujer no era más que una marioneta guiada por hilos para hacer todo cuando el hombre y la sociedad le impusieran. Lo que hiciste fue una bajeza, pensé que eras otra clase de hombre— Estar en aquel lugar obligada solo provocó que mi renuncia a estar a su lado aumentara.

—¿Qué clases de hombre crees que soy? —Inquirió sin amilanarse.

—¿Vas a seguir ignorando todo cuanto digo respondiendo mis preguntas con otras preguntas? —mi comentario solo lo hizo sonreír, cuando iba a contestarme el mesero trajo nuestra orden interrumpiendo el momento.

—¿Qué quieres que te responda? —rodeé los ojos y la sonrisa en su rostro se ensanchó —. Me enteré de que no saliste a almorzar y pensé que tendrías hambre, invitarte fue mi acto de buena fe del día —se encogió de hombros tomando un trago de su copa de vino.

—No me has invitado, me has chantajeado para venir aquí, y según el diccionario que tengo en mi librero, invitar y chantajear no son sinónimos —lanceé en su dirección.

—Te invité—insistió—, pero eres tan malditamente orgullosa que a pesar de sentir hambre te has atrevido a rechazarme y no me has dejado otra opción que utilizar mi plan B─ en eso tuve que darle la razón.

—¿Atreverme? No esperé un comentario tan machista de tu parte, además, no es orgullo, simplemente no quiero estar cerca de ti—admití lo que parecía lo más obvio del mundo, excepto para él.

—¡Vaya! No sé si sentirme ofendido u halagado por ese comentario.

—No ha sido un cumplido—afirmé al ver que todavía le quedan dudas. La molestia paso a un segundo plano, dándole la bienvenida al aburrimiento.

—Hay dos razones para que te moleste mi presencia. La primera; y tengo ciertas dudas sobre ello, es que realmente no te agrado, aunque eso sería absurdo porque no he hecho nada para que tengas ese sentimiento tan feo hacia mí —hace una pausa de varios segundos en lo que cortó un trozo de filete que luego se llevó a la boca—. ¡Esto está delicioso! Pruébalo —tomó otro trozo y lo dirigió hacia mi boca haciendo que de manera automática la abriera y recibiera lo que me brindó, realmente estaba muy bueno, pero no iba a admitirlo delante de él.

No le daría esa satisfacción.

>>Bien. La segunda opción—continuo sin esperar ninguna respuesta de mi parte—; es que te gusto y mi presencia te pone nerviosa—empiece a toser de manera persistente ante su descaro, por lo que él me alcanzó la copa con agua, que tomé sin duda buscando detener la tos que me atacó. Cuando estuve un poco más calmada, le miré directo a los ojos dándome cuenta que él hacia lo mismo, pero en su caso había un brillo especial en su mirada que me resultó gratamente excitante —. Esa me parece una razón más acorde con lo que sientes, porque tú también me gustas—su confesión no me sorprendió, la química sexual que se percibía cuando estamos juntos era notoria. Ahora, darle la libertad a lo que sentía cuando estaba a su lado, no entraba dentro de mis planes.

>>No te preocupes, voy a esperar el tiempo que sea necesario hasta que puedas aceptar que yo también te gusto, no tengo prisa—sonrió sabiéndose vencedor.

—¿Cómo es que estás tan seguro de eso? —La desfachatez de sus palabras era algo a lo que empezaba a acostumbrarme, no era la primera vez que dejaba caer esa clase de comentarios.

—Esa es una pregunta fácil de responder y te contestaré de la única manera en la que puedo hacerlo. Es muy cliché, la verdad, pero cada vez que me ves tus ojos adquieren un brillo precioso que me encanta y te muerdes el labio inferior inconscientemente —un pequeño jadeo escapó de mi boca sin que pudiera controlarlo—. Estoy tan seguro de ello con solo verte, que sé que ahora mismo te mueres por besarme. Mentiría si dijera que no tengo las mismas ganas que tú, además, esta conversación que estamos teniendo, aunque no parezca nada erótica te tiene excitada—hizo una pausa mientras yo me encontraba rígida en mi silla contemplando la confianza con la que pronunciaba cada palabra.

>>Cada vez que me miras tengo que mantener todo mi autocontrol para no arrancarte la ropa y hacerte el amor—mi respiración se volvió pesada con cada enunciado que salió de su boca. Presioné mis piernas una contra otra intentando apaciguar la excitación que comenzaba a sentir en aquel instante.

Una llamada entrante al celular de William fue el escape que necesité a la intensidad con la que me observaba. Agradecí al cielo o a quien sea que estaba llamando el que me haya salvado de responderle. La verdad es que no me creí capaz de hacerlo, al menos, no si seguía mirándome de aquella manera.

—Sabes que esto no se quedará así, ¿verdad? —cuestionó antes de tomar su teléfono y contestar a la llamada.

Sus ojos seguían puestos en mí a pesar de estar hablando con la persona al otro lado de la línea, aunque la intensidad de su mirada había disminuido, de alguna u otra manera seguía poniéndome nerviosa. No obstante, me permití pensar en todo lo que había dicho llegando al mismo punto una y otra vez.

William Paterson, me gustaba, me atraía de una manera dolorosa y seguir evitando, o negando aquella atracción que sentíamos el uno por el otro lo único que hacía era aumentar el deseo.

¿Hasta cuándo podría resistirlo? No podía huir eternamente, pero sobre todo no quería hacerlo, aunque claro, tampoco podía dejarme llevar sin regla alguna, sin seguridad, sin crear una barrera de defensa.

—Una noche—fue lo primero que salió de mi boca al verlo colgar la llamada. A simple vista aquello parecía una locura, estaba jugando con fuego y sabía que podía quemarme, sin embargo, estaba más que dispuesta a asumir las consecuencias.

—¿Qué? —Inquirió completamente desconcertado.

—Tienes razón, me gustas, te deseo, es algo que no he podido evitar al sentirte cerca, ahora bien, lo único que puedo ofrecerte es una noche de sexo donde ambos podamos quitarnos las ganas y luego cada quien pueda volver a sus rutinas sin ningún tipo de complicaciones, pero satisfechos sexualmente.

Una estruendosa carcajada fue su respuesta, lo que provocó que quisiera levantarme de la mesa y retractarme de lo que acababa de decir al ver como se burlaba de mí, pero sabía que él no dejará pasar mi comentario, así como así.

—No me has entendido, pequeña. Me gustas demasiado y una noche contigo no será suficiente.

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No te dejaré rendirte (COMPLETA) Editando.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora