Capítulo 19

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La mañana pasa relativamente lenta, bajo a desayunar como lo había pedido William, estoy segura que en algún momento llamará para cerciorarse de que lo hice. En el transcurso del día vi ir y venir a las chicas de servicio de un lugar a otro, limpiando, sacudiendo y cocinando. Les ofrecí mi ayuda, no soportaba estar todo el día sentada sin hacer nada mirando a los demás trabajar, obviamente se negaron con demasiada efusividad para gusto, supuse que aún estaban en alerta por la actitud que había tomado William el día anterior. 
 
Sin poder hacer nada y teniendo el consentimiento del dueño de la casa decidí conocerla un poco– si iba a vivir aquí durante un tiempo, lo creí necesario–. Recorrí cada pasillo hasta dar con una enorme biblioteca, más bien era una especie de estudio, un enorme escritorio adornaba toda la habitación haciendo de aquel lugar uno muy personal, pese a ello, el desánimo que venía experimentando porque no dejaban que hiciera nada, desapareció al ver las paredes repletas de libros, mi corazón saltó de ilusión y recordé el ejemplar que él me había regaló hace un par de meses y que ahora descansaba en mi mesita de noche, claro está, lo había releído un par de veces. 
 
Creí experimentar el mismo sentimiento que Bella cuando Bestia le mostró su biblioteca. Siendo justo, la similitud que William tenía con Bestia me hacía sentir como si estuviera viendo mi propio cuento de hadas. –Rei ante aquella idea tan descabellada– La colección de libros que poseía me pareció impresionante, me pregunté si lo había leído todos, estaba segura de que aquello era casi imposible, no obstante, aquella interrogante no saldría de mi cabeza hasta no tener una respuesta concreta de su parte. 
 
Camino por la habitación acariciando cada tomo, había leído algunos de aquellos títulos, otros no. Sabía que podía tomar algún ejemplar prestado para leer y William no se molestaría. No podía decidirme, quería leerlos todos, pero una vida no me bastaría para terminarlos. Al final tomé un ejemplar de Bodas de sangre de Federico García Lorca, ya lo había leído, y cada vez que lo hacía terminaba llorando. 
 
Tenía un lazo sentimental con aquel libro, siempre imaginé que era aquella novia indecisa que una mala decisión acabó con una vida que podría ser la perfección misma. Muchas veces me imaginé siendo ella, ignorando a mi familia, uniéndome a un hombre déspota para al final quedarme sola y lastimada. 
 
No sé cuánto tiempo pasó, las horas pasaron  sin que pudiera notarlo. Volví a la realidad cuando la puerta de la biblioteca fue abierta de imprevisto. Mi rostro se encontraba bañado en lágrimas y me dolían los recuerdos, siempre pasaba lo mismo cuando leí aquel libro, fue de aquella manera en la que me encontró William al ingresar a la estancia frunciendo su ceño al mirarme y notar que estaba llorando. Llegó a mí en pocas zancadas, quise reírme en su cara al ver la preocupación innecesaria gobernar su expresión, sin embargo, y antes de que comentara algo, alcé el libro en su dirección dándole a entender la razón por la que estaba llorando. 
 
Al tomarlo en la mano y leer el título sus ojos se entrecierran en mi dirección como si buscara la verdadera razón de mis lágrimas, al no notar nada fuera de lo común con un suspiro pesado dejó el libro sobre el mueble en el que estaba para luego extender la mano en mi dirección para ayudarme a levantar. 
 
–El almuerzo está listo–Me informa invitándome a salir de la biblioteca y guiándome a lo supongo es el comedor. 
 
Mi sorpresa es más que evidente al llegar allí. Lo que pensé iba ser una comida en la que él y yo podríamos hablar sobre quedarme en su casa ha quedado fuera del alcance cuando Christian, su hijo, me recibe con una enorme sonrisa y extendiendo los brazos hacia mi. 
 
–¡Felicidades! No imaginas lo feliz que me puse cuando papá me contó la noticia ¡Voy a tener un hermano! –Grita como si aún no pudiera creérselo. 
 
–O hermana–Señala William lo evidente. 
 
–Lo importante es que va hacer el bebé más feliz del planeta, su hermano se encargará de eso. –Se autoseñala. 
 
–¡Felicidades por tu embarazo, Johanna!–Comenta Patricia haciendo que mi apetito desaparezca ¿Qué hace ella aquí? –Dirijo una mirada a William en una pregunta silenciosa, me ignora y camina hasta ocupar una de las sillas en la mesa –Estoy muy feliz por ambos, y saber que seré una de las madrinas, hace que sea feliz al doble. 
 
–Gracias –Emito en un suave susurro. –Creo que volveré a la habitación –Comento evidenciando la molestia que siento al saber la decisión que William ha tomado sin consultarme. –Buen provecho. 
 
–¿No ibas a almorzar con nosotros? –Cuestiona Cristian con su ceño fruncido. 
 
–Si, pero no me siento muy bien, lo mejor será ir a recostarse un rato.–Asiente dándome la razón para luego tomar asiento al lado de su padre. 
 
William no busca mi mirada mientras yo sí busco la suya, estoy segura de que sabe que no tengo ni ningún malestar y que solo no quiero almorzar con su amiguita. Darme cuenta que llegué a la habitación y no hay ningún rastro de él detrás de mí hace que una pequeña decepción se instale en mi pecho. No es que quiera que esté detrás de mí como un perrito faldero, pero me duele que le haya dado tan poca importancia a la incomodidad que me genera Patricia. 
 
Medito en la situación mientras permanezco acostada en la cama, no han pasado ni veinte minutos cuando tocan a la puerta, algo dentro de mí se remueve cuando al abrir me encuentro con una chica de servicio y una bandeja con comida en mano. Miro de ella a la bandeja y niego con un asentimiento de cabeza. La chica me mira un poco preocupada, al final sin otra alternativa opta por hacerme caso llevándose la comida consigo. 
 
Mi malestar aumenta a medida que pasan los minutos, una hora más tarde  bajo a la cocina por un jugo dándome cuenta que William ya no se encuentra en casa. Contemplo la soledad que me envuelve sintiéndome completamente triste. 
 
Decido que no permitiré que una simple acción como aquella robé mi paz, entre William y yo no hay nada, si ahora estamos juntos, y pronto viviendo en la misma casa, es por este niño que nos unirá eternamente, no nos debemos nada, solo la responsabilidad de que nuestro hijo sea feliz.
 
Con eso en mente, tomo mi teléfono y llamo a Richard. La alegría en su voz al recibir mi llamada es contagiosa, al final termina robándome más de una carcajadas. Ha quedado de pasar por mi, le comenté que ahora estaba viviendo con William lo que provocó que vuelva a reír ahora con burla. Él cree fervientemente en que nosotros terminaremos casados y con una docena de bebés, aún no le digo que estoy embarazada, no quiero imaginarme el escándalo que hará cuando se entere. 
 
No puedo evitar engancharme a él como un koala cuando salgo de la casa y lo encuentro parado al lado de su auto. 
 
–Quiero más recibimientos así –Comenta sin dejar de sonreirme. 
 
–Tengo mucho que contarte–Le indico una vez estoy sentada en el asiento de copiloto. 
 
–De eso no tengo duda–Hace una pausa–Así que el señor y tu ahora viven juntos. –La burla en su voz no pasa desapercibida.
 
–No le digas señor –Golpeo su hombro con poca fuerza–Lo haces ver como si él fuera un Sugar daddy y yo una Sugar baby. –Mis palabras solo provocan que él ría a carcajadas.
 
–¿Por qué crees que lo digo? –Enarca una ceja en mi dirección al detenerse en un semáforo en rojo. 
 
–No soy una niña, lo sabes muy bien–Crítico. William no me lleva tantos años, y aunque Richard lo dice en broma, me molesta que otra persona pueda verlo de esa manera, sobre todo ahora que estoy embarazada. 
 
Pensar que alguien pueda plantearse la idea de que acepté tener esta relación que tengo con él y que ahora vaya darle un hijo solo por el dinero que posee me dan ganas de vomitar. 
 
–No voy aceptar una palabra más sobre el tema. Llévame a comer que tengo hambre–Ordeno.
 
–No me digas que el viejo millonario ni comida te da–Lleva una mano a su pecho de manera teatral. 
 
–¡Ya basta, Richard! –Exclamo entrecerrando mis ojos hacia él. 
 
En el restaurante pido cuánto deseo e ignorando a mi amigo comienzo a devorar mi comida. 
 
 —Quiero que sepas que la comida no puede salir corriendo—Comenta con sarcasmo al verme devorar mi plato.
 
—¡Cállate y déjame comer en paz! —No vuelve a decir nada sino hasta que termino.
 
Realmente tenía bastante hambre, no sé cómo es posible aquello, fue enterarme de estar embarazada y que todos los síntomas comunes del embarazo que no había sentido antes empezaran a manifestarse.
 
Limpio mi boca con la servilleta para luego empezar a contarle todo lo que ha pasado durante estos días.
 
Sus reacciones pasan de la sorpresa, la diversión y al enojo en solo instantes, cuando comento lo de Patricia recordando que en la fiesta de cumpleaños de Brayan dejara caer que vivía con William, me replanteo la idea de si será sano convivir con ambos. Richard no tarda en hacerme la propuesta de que no es necesario quedarme en su casa, que su apartamento es lo suficientemente espacioso para ambos y que él puede cuidar de mi mejor de lo que lo haría William. 
 
Sonrío agradecida ante su apoyo, pero tendría que hablar con William, no creo que se lo tome tan bien. No después de que hayamos llegado a un acuerdo y viendo su actitud hacia mi desde que se enteró del embarazo, lo dudo mucho. 
 
Miro mi reloj dándome cuenta de lo tarde que es, aún no sé cómo no nos han corrido del restaurante, llevamos alrededor de cuatro horas aquí, medito en ello al caer en cuenta de que este es uno de los restaurantes de la cadena que posee mi jefa y estoy segura de que ya conocen a Richard por lo que no van a arriesgarse a hacerlo, de todos modo, supongo que el que parezca y sea un atractivo millonario de esos que salen cada semana en la revista de sociedad ayuda un poco. 
 
—Creo que debemos irnos—Tomo mi bolso levantándome del asiento logrando que Richard imite mis acciones. 
 
Salimos al exterior y esperamos a que traigan su auto, en esos breves minutos de espera un auto que logró distinguir bien se estaciona delante nuestro. 
 
—Llegó tu Sugar daddy—anuncia mi amigo al ver a William bajar del carro—Me parece que no está de buen humor—Confirmo aquello cuando su mirada en vez de dirigirla a mi, la dirige hacia mi amigo luciendo muy molesto. 
 
—Espero que te hayas divertido —Habla en mi dirección—Es la única manera en la que pueda justificar el acto de irresponsabilidad que has tenido al salir de la casa en las condiciones en la que te encuentras. 
 
Respiro profundo buscando tranquilizarme para poder responderle. 
 
—Muéstrame dónde está el peligro que corro al salir con mi amigo. Me parece absurda la actitud que estás tomando. No quiero discutir—Le freno cuando intenta refutar. 
 
El ballet parking llega con el auto de Richard rompiendo con el ambiente tenso en el que estamos. 
 
—Te vas conmigo. Vine a buscarte—William toma mi brazo cuando me dispongo a subir al auto de Richard. 
 
—Vine con Richard, me voy con Richard —Expreso con un tono de voz que no admite réplica. 
 
—Creo que lo mejor es que te vayas con él —Interviene mi amigo, le lanzo una mirada asesina sintiéndome traicionada,  no le da importancia y me sonríe —Ambos van para el mismo lugar, yo tendría que desviarme bastante de hacia dónde voy para llevarte, así que lo recomendable es que te vayas con él —Se detiene frente mi—Luego me lo agradecerás —Susurra en mi oído evitando que William escuche. Besa mi frente y se despide agitando su mano derecha. —¡No dejes de escribirme! —Grita antes de entrar al auto. 
 
—Nos vamos—Insisite William cuando ve que me quedo mirando el lugar por el que se ha marchado Richard. No le respondo sino que entro al auto sin dirigirle la palabra. 
 
Nos mantenemos en silencio todo el camino, observo por la ventana perdida en mis pensamientos hasta llegar a casa. Una vez allí salgo del carro sin esperar a que me abra la puerta, camino siendo consciente de la maldición que acaba de soltar. Llego a la habitación en tiempo récord. Mi actitud está siendo infantil, lo sé, pero fue solo verle y recordar el motivo de mi enojo inicial hace que el raciocinio me abandone.
 
Escucho varios golpes en la puerta y la voz de William pidiendo que le abra, lo pienso mucho antes de hacerlo. 
 
—Lamento mi comportamiento de hace un rato—Se disculpa—Si te soy sincero, todavía no logro mentalizar la amistad que llevas con ese tipo—Habla de Richard—Muero de celos cada vez que te veo con él, parece que él sí puede hacerte feliz y darte todo aquello que yo no puedo—Pasa su mano por la cabeza desordenando su cabello—. Quiero más que esta relación impersonal y sin sentido que me ofreces, Johanna, pero cada vez que intento hablar de ello o siquiera lo menciono, tú te alejas, colocas un muro gigante entre nosotros que no tengo idea de cómo derribar. 
 
—William yo... —comienzo, pero me interrumpe. 
 
—Si vas a recordarme el trato que hicimos cuando iniciamos esto—nos señala—, ahórratelo, no quiero que te alteres, no quiero que volvamos a discutir. Solo...necesitaba desahogarme—sube y baja sus hombros luciendo derrotado. 
 
—¿Va a cambiar alguna cosa si acepto tener una relación contigo? —interrogo—¿Vas a seguir comportándote como un ser sobreprotector e irracional conmigo? ¿Mis opiniones serán tomadas en cuenta? 
 
—Tus opiniones siempre son tomadas en cuenta, Johanna. 
 
—No me parece ¿Por qué no mencionaste que le pediste a Patricia ser una de la madrina del bebé sin consultarme? 
 
—Es mi mejor amiga, no veo a nadie más apto para ello—Asegura—Así como tu tienes a Richard yo la tengo a ella, y quiero compartir mi felicidad con mi amiga. 
 
—No compares que no es lo mismo—Lo señaló guardando la calma en todo momento, de hecho ambos lo hacemos. —No te das cuenta que ella tiene un interés particular en ti. 
 
—¿Estás celosa? —pregunta con saña—En ese caso estamos volviendo al mismo punto, tu no tienes ningún interés en mí, no hay nada formar entre nosotros, así que tus celos están injustificado. 
 
—No estoy celosa, solo no me gusta que me mientan a la cara. 
 
—No te he mentido en nada. Me gustas, Johanna, estoy perdida y locamente enamorado de ti, esa es toda la verdad. 

—No puedes decirme eso cuando tienes a una mujer con un interés romántico en ti y pretendiendo que otra mujer que dices querer vivan bajo un mismo techo, es muy egoísta e injusto de tu parte, estás mostrando una total falta de respeto hacia ambas ¿Es que no te das cuenta? Una de nosotras puede salir lastimada—Exhorto.
 
—Tú que pareces tener las cosas más claras que yo, dame una solución—Pide—¿Quieres que le pida que se vaya de la casa? Estoy dispuesto hacerlo si eso te hace feliz—Niego —¿Entonces? ¿Qué puedo hacer? 
 
Me observa como intentando decifrarme, le devuelvo la mirada llena de dudas. No sé qué hacer, mis pensamientos son un lío en estos momentos, necesito pensar, aclarar mis ideas. 
 
—Quiero estar sola—Pido—Por favor. 
 
Su expresión se torna triste, sin embargo, abandonó la habitación cumpliendo con mi petición. 

 

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No te dejaré rendirte (COMPLETA) Editando.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora