Capítulo 8.

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Despierto a causa de unos gritos apresurados de las doncellas, froto mis ojos y dirijo mi mirada hacia la ventana, las cortinas blancas se mantienen quietas y la luz del sol traspasa por ellas.

Han pasado unas semanas desde que vinimos aquí y al parecer mis hermanos ya se están acostumbrando a diferencia mía cada día me cuesta más, creí que sería fácil pero en realidad no es así, cada lección es mucho más difícil. Además de que en toda la semana no pude ver a mi madre muchas veces, ha estado ocupada en los asuntos del reino y cosas que no puedo entender.

—¡Buenos días su alteza!— saludan las doncellas al unísono.

—La prepararemos para que baje a recibir a la princesa Leah— informa Zoe separándome de las cómodas sabanas.

— ¿Y ella quién es? — pregunto levantándome de la cama.

—Es la princesa de Wimsther— responde Edith.

Con pereza me dirijo a la ducha y miles de pensamientos vuelven a invadir mi mente, además no solo es eso. Me pregunto cada día como estará mi padre, sé que él siempre deseó que desapareciéramos de su vida pero en realidad me pregunto si ahora ya está feliz.

Sé que mi padre jamás me dio un poco de su tiempo, cada vez que deseaba hablar con él, siempre salía con la excusa de que no tenía tiempo.  Siempre trataba de acercarme a él, trataba de vivir como otras chicas de mi edad vivían con sus padres pero luego entendí que ese jamás sería mi caso.

Siento las lágrimas mojar mis mejillas, un dolor en mi corazón se hace presente, tal vez recordar todo lo que viví me hace daño, cada vez que recuerdo los golpes que mi padre le ofrecía a mi madre crece un odio indescriptible dentro de mí, ella no se merecía el trato que él le daba.

Todas las noches escuchaba a mi madre llorar en su habitación, me partía el corazón verla llorar, las humillaciones que mi padre le hacía a mi madre eran tan duras, siempre había deseado ver a mis padres felices pero estaba claro que eso nunca lo vería.

Debo decir que admiro a mi madre, papá siempre me golpeaba y ella salía defendiéndome y por esa razón era que él la golpeaba y siempre me culparé por eso, porque por mi causa ella salía lastimada.

—La princesas Leah es muy amigable y además es de su misma edad, una princesa debe de tener amigas y ella desea conocerla—anuncia Zoe una vez que empiezo a arreglarme. Decido colocarme uno de los pocos vestidos decentes que he traído conmigo, me siento más cómoda con mis viejos atuendos.

Bajo de mi habitación y en cuanto llego, mi abuela está sentada en uno de los sillones junto a una chica pelinegra, ambas están de espaldas,

—Em... buenos días —digo, tratando de hacer una reverencia.

— ¡Oh querida, que bueno que ya estás aquí! — responde mi abuela caminando hacia mí, la chica voltea a verme— Mira cariño, ella deseaba conocerte así que le di la oportunidad, espero y no te molestes.

— ¡Oh por supuesto que no! —contesto sonriendo.

Ella me acaricia la mejilla y sonríe.

—Ella es mi nieta la princesa Elizabeth— añade mi abuela señalándome—, ella es la princesa Leah— agrega tomándome de los hombros.

Leah se aclara la garganta— Es un honor conocerla— pronuncia y estrecho su mano.

—Elizabeth, espero que sean buenas amigas, sus padres están con tu madre haciendo negocios, te dejaré con ella un momento— anuncia la abuela para después marcharse.

—Em... ¿Y qué quieres hacer? — pregunto tratando de romper el hielo. Hacer amigos es algo que se me dificulta, cada vez que intento sacar una plática, fracaso en el intento. No soy buena para eso.

Verdades liberadas [Fragmentados #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora