Capítulo 35 II Parte.

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El carruaje se detiene frente al gran palacio, el paje abre la puerta permitiendo que el rey salga seguido de mi hermano Anthony.

—¿No piensas bajar?— indaga Anthony al ver que no pienso moverme de mi lugar—. Por favor, Elizabeth, no sigan complicando más las cosas.

—¿Me culpas a mí?— lo observo ofendida—Yo no complico las cosas, a mí me complican la maldita vida— espeto y bajo del carruaje ignorando la mano del lacayo.

Nadie dice nada, el silencio es realmente sepulcral y a decir verdad es incómodo, las palabras están atoradas en mi garganta y le dan lugar a un gran nudo el cual estoy intentando eliminar porque no deseo ser débil justo en este momento.

No quiero entrar a este palacio, ojalá nunca me hubiera enterado de nada, a estas alturas de mi vida me arrepiento haber sido tan idiota, sí tan solo no fuera tan curiosa entonces me hubiera ahorrado todo esto y si tan solo jamás hubiera visto esa pintura entonces yo no estaría en este lugar con alguien que dice ser mi verdadero padre.

¿Cómo debo actuar ahora? Ni siquiera esa pregunta tiene respuesta para mí. No sé qué es lo que haré en este lugar ni mucho menos sé qué protocolos nuevos debo seguir. Pienso que mi madre todo este tiempo estuvo preparándome para que al final solo me entregara a un desconocido el cual estoy segura me obligará a llamarlo padre.

Una actitud rebelde no estará permitida en la corte y gracias a eso podría obtener severos castigos pero, sin duda no dejaré que todos me vean como la chica perfecta quien tiene que seguir órdenes estrictas, tal vez si cambio mi actitud de estúpida podré lograr cualquier cosa, después de todo este lugar el cual se hará llamar mi hogar a partir de ahora no me vio crecer ni correr por sus laberintos y a mi parecer no me parece necesario seguir las ordenes que seguramente me ordenarán seguir. Es más, ni siquiera pertenezco a este lugar.

—Bienvenidos— pronuncia el rey.

Anthony asiente con la cabeza y sigue al rey quien camina hacia la entrada, miro hacia atrás y observo cómo el horizonte se ha tornado de un color naranja, bajo la mirada al recordar aquellas tardes que solía escabullirme de mis deberes junto a Ashley y Andrew para subir hasta lo más alto del palacio solo para mirar el atardecer el cual le daba la bienvenida a la imponente noche, o aquellas veces cuando vivíamos en Lumania, nos íbamos al campo y nos recostabamos en el pasto para poder observar el cielo.

Suspiro y camino detrás de ellos lentamente, los sirvientes toman las valijas y se las llevan consigo, la puerta del palacio es abierta dejando ver a los sirvientes en dos filas a cada lado, izquierda y derecha. Cuando el rey camina en medio de ellos, los sirvientes hacen una perfecta reverencia ante su monarca.

Me quedo totalmente paralizada al ver a un gran conocido, él no se da cuenta que estoy mirándolo, tiene su vista clavada en un rollo el cual desenvuelve elegantemente y se lo pasa a su padre quien empieza a leer.

Edwin tiene puesto el uniforme marrón de los guardias del palacio, la espada cuelga elegantemente en su cinturón y mantiene un porte totalmente rígido y elegante, su cabello negro está perfectamente peinado hacia atrás y sus guantes blancos lo hacen ver aún más elegante.

Los sirvientes se van marchando poco a poco y en mi descuido pierdo de vista a Edwin y a su padre. Engin ordena varias cosas a un par de doncellas quienes siguen a Anthony.

—Elizabeth— susurra el monarca caminando hacia mí—, sígueme— ordena empezando a subir las escaleras.

Ruedo los ojos y obedezco, subimos numerosas escaleras hasta estar frente a una enorme puerta color blanco con marcos dorados los cuales parecen estar hecho de oro puro.

El rey saca una llave dorada del bolsillo de su saco negro y la introduce dentro de la cerradura, la puerta es abierta y el rey me permite el paso, dudosa, acepto.

Verdades liberadas [Fragmentados #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora