Capítulo 30 II Parte.

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Las noticias de que Aramintonk tendrá a un nuevo sucesor, ha llegado hasta mis oídos y, en los periódicos no paran de hablar del suceso. Me preocupa lo que Lorian llegara a ser capaz con tal de tener la aceptación de las personas, no quiero verme involucrado en sus planes pero tampoco quiero que destroce el reino a causa de su capricho y ambición.

He decidido venir a la plaza del reino en donde todos hablan sobre el tema, nadie me ha reconocido debido a que estoy cubierto con una capa ya que no deseo que todos se alteren y me acusen de que los he abandonado, porque siendo sincero no sé lo que haría si ellos creyeran eso, yo sería incapaz de dejarlos a su suerte, solo espero que Lorian se canse de su juego absurdo y sé que eso tiene que llegar tarde o temprano.

Varias personas se acercan al coliseo y sigilosamente yo hago lo mismo, en una tarima se encuentran Lorian y Francisco. Me he enterado gracias a los diarios que en unos momentos Lorian dará un discurso a todo el pueblo. Aramintonk es rebelde y no dudará en actuar en contra de mi padre, sé que no se someterán al mandato de quien prácticamente traicionó al pieblo.

—¡Ladrón, ladrón!

—¡Él no pertenece al trono!

—¡Qué regrese el verdadero heredero!

—¡Ladrones, no merecen el poder!

Los gritos de la gente causa que el rostro feliz del rey cambie a uno totalmente serio, sé que está enojado pero por su bien será mejor que ni siquiera se atreva a sacar su ira y actúe en contra de alguno de los súbditos.

—¡Solo quiero su atención por un par de minutos!— exige el hombre levantando la mano e implorando un poco de atención— Sé que de ahora en adelante no me aceptarán como su rey, pero alguien debe estar frente al reino— inicia y las personas poco a poco van guardando silencio.

—¿Y cómo sabemos que no terminaremos muertos por su culpa?— pregunta un hombre anciano.

—Conmigo y mi hijo estarán seguros— promete el hombre a quien debo llamar padre—. Si el príncipe Edward los ha dejado solos, yo les juro solemnemente que no haré lo mismo— sus palabras causan asco en mí y me hace perder la poca paciencia y cordura que me queda.

—¿El príncipe nos ha dejado?— inquiere un joven.

Mi padre asiente fingiendo pena y tristeza—. Ha escapado de sus obligaciones, se ha enterado que se aproxima una de las guerras más grandes que nunca antes había existido en toda la historia de Aramintonk— enfatiza mi padre sin una pizca de vergüenza.

Francisco es quien toma la palabra—. Huyó en busca de refugio y a cambio nos ha condenado a la muerte, pero gracias a Dios Todopoderoso, mi padre está aquí para salvaguardarnos de la guerra, Edward deberá dejar el trono debido a que no es justo que haya buscado su salvación y los haya dejado a ustedes en el olvido.

La furia aumenta en mi sistema y aunque trato de controlarme, ya es tarde para arrepentirme. Me quito la capucha y me dirijo hacia ellos.

—¡Mentira!— grito atrayendo la atención de los demás— ¡Lo que ustedes dicen es una vil falacia!— exclamo clavando mi mirada en los dos hombres frente a mí. Señalo a Lorian quién, empalidece luego de unos segundos—Tú quieres quitarme mi lugar, pero te juro que la lucha por el trono la ganaré yo, tú prácticamente nos abandonaste desde hace años para irte con tu amante a viajes lujosos, no puedes dar la cara y hacer como que nada pasó, Aramintonk es mi reino, la nación que me vio nacer y crecer y por nada del mundo voy a dejarlo a su suerte, la guerra es grande y lo sé, pero no tengo miedo y si debo morir entonces que así sea, pero no voy a rendirme— añado dándole la espalda y marchándome del lugar dejado a Lorian y a su hijo sin palabras.

Verdades liberadas [Fragmentados #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora