Capítulo 10.

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Los guardias caminan de aquí para allá custodiando la reja, estoy tan alejada de la entrada del palacio ya que el jardín es realmente inmenso y desde aquí la distancia es grande. Desde hace una hora y media he estado sentada sobre una banca debajo de un árbol de sauce mientras leo uno de los libros que la institutriz me ha recomendado. Por momentos me detengo a pensar en qué explicación le daré a Edwin, sé que todo esto es algo confuso que ni siquiera yo puedo procesarlo tan fácilmente, no cuando mi madre ha solucionado mi vida como si yo solo fuera un objeto.

Unos gritos llegan hasta mis oídos y puedo ver una gran multitud tratando de entrar al palacio, pero los guardias le impiden el paso amenazándolos con unas lanzas, sin embargo, eso no es motivo para que la multitud se aleje o tema por su vida.

—¡Necesitamos hablar con la reina!

— ¡Necesitamos vender nuestros productos y ella nos dará el permiso!

Los gritos van aumentando y eso me alarma, tomo el libro entre mis manos y cuidadosamente camino hacia la multitud que intenta abrir la enorme reja pero al mismo tiempo son amenazados con las armas de los guardias.

— ¿Qué está pasando?— inquiero a un guardia.

—Desean hablar con la reina, pero ahora no podrá recibirlos— responde el militar.

— ¡La Monarquía apesta!— escupe un hombre atrayendo más gritos de las personas.

Concuerdo con el hombre.

—Déjenlos pasar— ordeno, porque tal vez deseo jugar un poco con mi madre.

—Me temo su alteza que—

Interrumpo al guardia— ¡He dicho que los dejen pasar!— refuto y por una parte me arrepiento al utilizar mi poder, pero no voy a quedarme con los brazos cruzados al ver a estas personas desesperadas, y si mi madre tomó una decisión sin consultarme entonces yo haré lo mismo.

El guardia abre la reja y las personas no dudan en entrar a toda prisa.

—Su alteza, si la reina no nos escucha, hágalo usted— pide una anciana tomando mi mano.

—Necesitamos vender nuestros productos aquí ya que en Lumania la reina nos ha quitado el permiso— explica una mujer más joven quién sostiene a un bebé en brazos.

— ¿Todos vienen de Lumania?— pregunto en voz alta para tratar que todos me escuchen.

—Sí, su alteza— responden al unísono.

—La hambruna nos está matando, varios niños y ancianos han muerto debido a la escasez de alimento y por ello solicitamos de su ayuda, seremos sus esclavos si quieren con tal de que nuestros hijos estén bien.

Levanto mi mano en señal de que guarden silencio y ellos rápidamente captan.

—Nadie será esclavo de nadie— expreso—. Sé que la reina Elenna no me cortará la cabeza, así que vamos a ayudarlos, tienen el permiso de vender sus productos y no se preocupen al pensar que una parte de sus ganancias deberán dárselas a la reina porque no será así, la ganancia será completamente suya y si alguien se atreve a decir lo contrario entonces díganles que la hija de la reina así lo ha declarado— agrego sonriendo.

— ¿Eso no le traerá problemas con la reina?— pregunta alguien a quién no logro ver.

—No sería capaz de enviarme al exilio. No se preocupen, yo hablaré con ella. Ahora pueden estar tranquilos, aquí lograrán estabilizarse— respondo sin pensar en las consecuencias que esta decisión podría traerme.

— ¡Gracias, su alteza!— exclaman todos y poco a poco abandonan el jardín.

Suspiro y los veo irse, dentro de poco mi madre estará reclamándome, pero sé que lo que hice es correcto. Esas personas sufrían debido al mandato de la reina Fernanda y yo no iba a permitir que siguieran sufriendo, y tal vez no pueda salvar a toda Lumania pero al menos es correcto lo que he hecho.

Verdades liberadas [Fragmentados #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora