Capítulo 34.

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Me despierto gracias a que el ruido de un hacha contra la madera interrumpe mi descanso causando un sonido desagradable, el olor a petricor llega hasta mis fosas nasales y me recuerda a esas mañanas frescas en Lumania cuando salía de casa para ir al mercado y vender leche y miel, mientras observaba los arboles danzar al ritmo del viento. Es triste tener que recordar aquellos momentos en donde tal vez tenía amigos o al menos yo lo veía de esa manera, ahora me he quedado sin nadie a quién recurrir.

Tener que pensar que he vivido en una mentira me causa una gran decepción, estoy perdida en medio de la nada, me siento como un pequeño ser que trata de sobrevivir de toda esta tempestad que me ha tomado y me ha encerrado profundamente en una jala y es aquí en donde me pregunto ¿en dónde está la paz que tanto anhelaba tener? Tal vez jamás la tendré aunque muera por probar qué es lo que se siente tener al menos cinco minuto de tranquilidad y recuperar los sueños perdidos, siento que mis deseos buenos jamás van a tomar vida porque ya se han quedado oculto en lo más profundo de un cajón para nunca ser recordado.

Me incorporo lentamente en el sillón en donde pasé toda la noche, una manta cae al suelo y eso me extraña ya que en la noche anterior no recuerdo haber tomado algo para cubrirme. Intento ponerme de pie y los recuerdos vuelven a mi mente ferozmente, los rostros llenos de impacto se forman en mis pensamientos y una gran ansiedad de querer olvidar todo se hace presente en mí. El maldito sonido del hacha vuelve nuevamente, me pongo de pie y me percato de que la puerta principal está abierta, me alarmo ante eso ya que había creído que la había cerrado. Me asomo con mucha precaución y trato de observar por la ventana.

Aparto un poco las cortinas permitiéndome la libertad de poder observar al causante de que mi descanso se viera interrumpido. Edward corta varios troncos con el hacha, lo observo por unos segundos preguntándome si hice bien en haber tomado su palabra y venir a este lugar para tratar de ocultarme.

Mi vestido está hecho un asco, pero a pesar de eso no voy a regresar a ese maldito lugar, no quiero ver el rostro de nadie y mucho menos quiero escuchar sus palabras las cuales sé que serán mentiras. Me siento en el mismo sillón y abrazo mis piernas mientras siento como mis ojos empiezan a arder horriblemente.

Las malditas palabras de Stephan vuelven a gritar una vez más en mi mente, un dolor indescriptible se forma en mí y esta vez ataca más fuerte, lo único que puedo hacer ahora es derramar más lágrimas llenas de amargura acompañadas de odio, de un odio inmenso y en realidad no puedo evitar sentir todo esto, es imposible no hacerlo. Las malditas lágrimas recorren mis mejillas y una gran necesidad de gritar todo me invade, mi debilidad se incrementa con cada segundo que pasa y sobre todo empiezo a sentir como algo se desgarra dentro de mí, algo que grita que revele a gritos todo lo que estoy sintiendo y conteniendo en estos momentos, sin embargo, algo muy orgulloso dentro de mí me ordena que guarde silencio, que guarde la más mínima cautela y que guarde y trague mi dolor.

—Elizabeth— esa voz interrumpe mis pensamientos, esa voz que llevo escuchando muchas veces y que sobre todo empiezo a pedir a Dios que él no sea parte de toda esta mentira—, perdón si te desperté, pronto lloverá y el frio se colará por toda la cabaña, no había más leña así que necesitaba cortar un poco.

Mi silencio es la única respuesta que Edward obtiene, no pienso hablar porque siento que si lo hago, que si pronuncio alguna palabra, mi voz se desgarrará y mostraré toda mi maldita debilidad y eso es lo que no quiero en estos momentos. No quiero mostrarme débil porque eso no va a resultar para nada bien, ni siquiera deseo imaginar lo que ocurrirá a partir de este momento, no me apetece amanecer con vida el día de mañana y ver que las cosas se han tornado absolutamente grisáceas.

Tal vez sueno como una total cobarde pero el gran dolor dentro de mí está dominándome, no puedo actuar como si nada malo está ocurriendo, como si la verdad no fuera tan increíblemente dolorosa y menos sabiendo que mis verdaderos enemigos son ellos, aquellas personas que yo llamo mi familia, porque ni siquiera sé si son realmente mi familia, ni siquiera sé quién diablos soy o a dónde pertenezco en realidad.

Verdades liberadas [Fragmentados #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora