Capítulo 16.

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Elizabeth.

—Alteza— la voz de Zoe interrumpe mi momento de tranquilidad.

Froto mis ojos y poco a poco voy acostumbrándome a la luz del sol en cuanto ella corre las cortinas. La oscuridad se va de mi habitación para darle paso a la luz—¿Qué ocurre? — pregunto mientras bostezo.

—Su abuela quiere que la acompañe a Minnettar, el rey la ha invitado a pasar el día.

—¿Y por qué no va mi madre? hoy tengo muchas cosas que hacer —miento mientras me acurruco otra vez.

—¿Qué cosas son más importantes que estar con tu vieja abuela? —inquiere mi abuela entrando a mi habitación, luego se encarga de despojarme de las suaves sábanas.

—Bueno en realidad...

—Anda vamos, tu madre no puede ir, ella sí que tiene cosas importantes qué hacer —responde mientras me toma de la mano y me conduce hacia la ducha.

Después de que termino de ducharme me coloco un vestido azul celeste de mangas que llegan hasta mis codos, peino mi cabello en una coleta dejando varios mechones sueltos. En la soledad de mi habitación, aprovecho para observarme a través del espejo, me veo realmente diferente a lo que solía ser.

«Te ves ridícula, Elizabeth»

Mis pensamientos nunca pueden estar quietos y eso me duele, por las noches el abismo de pensamientos llega de repente y llena mi mente de cosas que tal vez no debería de tomar en cuenta. En ocasiones no me siento lo suficiente para estar aquí, para tener todo lo que pueda desear, no estoy bien y aunque quiera gritarlo sé que nadie va a escucharme.

Me arrodillo a un lado de la cama y debajo de ella tomo el cofre que acostumbro a guardar, lo abro y observo mi vieja muñeca de trapo, está algo desgastada y sucia debido al tiempo que ha pasado. Le hace falta un ojo, su cabello está enredado y me entristece saber que queda poco de ella. Fue una buena compañía en las noches de miedo, en esos días de dolor y agonía que yo tenía que soportar, ahora solo merece estar en donde pertenece, dentro de un cofre para poder estar bien y alejada de todo al fin.

Me reúno con mi abuela quien, al verme llegar deja de hablar con mi madre.

—Nos veremos más tarde —dice mi madre mientras camina hacia su oficina. Esquiva mi mirada y hace de cuentas como si yo no existiera.

Últimamente me he dado cuenta que la relación de mi madre y mi abuela solo se trata del reino, ninguna de las dos pasa tiempo juntas y no quiero creer que mi madre le guarde algo de rencor a mi abuela debido a todo lo que sucedió en el pasado.

Subimos al carruaje luego de un rato y en el trayecto del camino, mi abuela no deja de hablar sobre lo magnánimo que es el rey Engin.

—¿Por qué mi madre no quiso venir? —pregunto aprovechando que mi abuela habla tanto del Rey.

—Tiene muchas cosas que hacer y sería descortés que rechazáramos la invitación del rey.

—¿Y por qué el rey las invita a pasar el día con él?

—Cariño, no tiene nada de malo ¿no te cae bien el rey, cierto? —pregunta mirándome con decepción.

—No lo sé, solo es que... es algo extraño, siento que algo no está bien con él, tengo la sensación de que al estar junto a él... no sé abuela soy una tonta y no sé cómo describirlo.

—Tranquila, deberías ver al rey Engin como un padre.

—¿Cómo un padre? ni siquiera lo imagino así —bufo.

Verdades liberadas [Fragmentados #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora