capítulo 2.

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Desde la ventana observo como la institutriz explica a detalle la clase a mi pequeño hermano quien, observa con atención a su profesora. Recuerdo los días en que a mí me tocaba tomar ese tipo de clases, hasta que mi padre decidió despedir a la profesora y no logré terminar los estudios que aún debía tomar.

Mamá se las había ingeniado al trabajar duramente creando vestidos y vendiéndolos, pero un día vi que el dinero que ganaba no era suficiente así que decidí dejar de tomar las clases y enfocarme en ayudar a mi madre.

«Para qué te complicas la vida, después de todo terminarás tres metros bajo tierra y de nada te servirán tus patéticas clases»

Fueron las palabras de mi padre cuando informé que era mejor no seguir recibiendo ninguna de las clases que la profesora me impartía tres días por semana.

Alejo mis recuerdos y dejó la tijera de jardinería a un lado, me deshago de los guantes y entro a la casa en busca de supervisar que mis hermanos cumplan con cada orden que su superior les da. Mi tarea se ve interrumpida debido al azote que mi padre le da a la puerta de la entrada, mi corazón late demasiado fuerte debido al miedo que ha empezado a albergarse en mi sistema. Suspiro y trato de tranquilizarme cuando lo veo acercarse a la casa mientras se quita el sombrero y lo deja sobre una pequeña mesa que está a su lado.

—¿Dónde está tu madre?— pregunta con seriedad.

—Salió desde temprano al mercado.

Mi padre me observa como si mi respuesta fuera la más tonta que haya escuchado.

—¿Con permiso de quién?

Cuando las palabras estaban a punto de salir de mis labios, las institutrices salen de la pequeña biblioteca acompañados de mis hermanos.

—Es hora de llevarlos al museo para explicarles algo de historia—explica una de las profesoras a lo que mi padre sólo asiente.

Cuando se han retirado, mi padre se acerca a mí de forma amenazante.

—Pregunté algo y no me has respondido.

Trago grueso y aprieto la tela de mi vestido—Sabes que cada tres días a la semana ella acude al mercado para vender.

—¡¿Y acaso trae lo suficiente a esta maldita casa?!— grita causando un respingo en mí.

—No sé pero—

—¡Tú nunca sabes nada, niña estúpida!— golpea la mesa con su puño—¡Siempre estás detrás de las faldas de tu estúpida madre!

Retrocedo varios pasos hacia atrás hasta lograr golpear con un sillón, mis ojos ya se encuentran cristalizados debido a las lágrimas y lo único que pienso es que Dios se apiade de mí y que haga que mi padre salga de la casa, temo a que me golpee y mi madre no pueda llegar a tiempo para detenerlo, aunque en realidad si llega o no, su sentencia de golpe ya está escrita desde que mi padre puso un pie en casa.

—Iré a buscarla entonces— es lo único que puedo decir empezando a dar varios pasos y, cuando creí que lograría llegar hasta la puerta para echarme a correr, mi padre me toma del cabello con fuerza y coloca sus dedos en mis mejillas causándome dolor en esa zona.

—¡Nadie pasa mis órdenes por alto!— grita y yo solo puedo dejar caer una lágrima—¡Tu madre sabe muy bien que cuando estoy fuera no puede vender nada de lo que ve en mis campos!— vuelve a gritar.

—Lo siento— susurro aguantando el dolor que genera en mis mejillas—; lo siento— susurro esta vez con el miedo de que su puño estalle en mi rostro.

—¡Lárgate!— refuta soltándome y causando que caiga al piso de golpe—¡Estúpida, lárgate en donde no pueda verte!

Limpio mis lágrimas y me levanto del piso, con un enorme dolor en mi corazón. Camino hacia mi habitación en donde me encargo de dejar bajo llave la puerta, coloco el pequeño escritorio como soporte en la puerta y me dejo caer a un lado de la cama mientras abrazo mis piernas, pensando una y otra vez en el sentido de mi pésima existencia.

Verdades liberadas [Fragmentados #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora