Demasiado cortas para hacerlas un libro, pero demasiado largas para ser olvidadas...
En este libro encontrarás pequeñas historias independientes o one-shot de diferentes fandoms que se me van ocurriendo. No están relacionada una con otra, así que si...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
-Alexander-
Apenas y podía escuchar, mis ojos se sentían pesados y el resto de mis sentidos pareciesen estar desconectados.
-Alexander-
Poco a poco comencé a abrir mis ojos y una la cálida mano se hizo presente en mi frente calmando todas mis preocupaciones.
-¿Lafayette? ¿Que me pasó?-
-Me sorprende no lo recuerdes mon ami. Tu y Hércules estaban vigilando la costa cuando una emboscada los sorprendió. Te dispararon en el brazo y Hércules te ha traído- volteó hacia afuera de la pequeña habitación con una sonrisa melancólica.
-Realmente te ha salvado la vida-
-Lo debo ver-
-Ha estado allá afuera esperando a que te despertaras, no ha faltado ni un día. Le encantará verte-
-Gracias Laf-
-No hay porque. ¡Ten cuidado con tu brazo!-
-Claro capitán- hice un pequeño ademán con mi mano libre y salí al pasillo.
En una de las bancas se encontraba Hércules con su cabeza entre sus brazos. Era raro encontrarlo así. En general ese hombre sabía controlar el estrés pero en ese momento no sabría decir si era el mismo.
Me acerqué y pose mi mano en su hombro. Su cuerpo dio un pequeño salto y levanto su mirada hasta encontrarse con la mía. Las ojeras y cabello despeinado confirmaban lo que Lafayette me había dicho. Al verme la usual chispa de energía en sus ojos se hizo más presente que nunca.
-Alex, por fin despertaste- me envolvió en sus cálidos brazos, esos mismos abrazos que me hacían verlo como algo más que un simple amigo.
-Si ¿Me extrañaste?-
-Claro que no. Fueron los mejores 3 días de mi vida- Nos comenzamos a reír sabiendo perfectamente que eso era una completa mentira.
-Si ese es el caso, no te importará que pasemos el día juntos ¿Cierto?-
-Seria un honor- dio una pequeña reverencia y salimos del viejo recinto.
Mientras comíamos en un lugar cercano logré ponerme al corriente de lo que había pasado mientras estaba en el hospital. Se que 3 días no es mucho pero cuando estas es la guerra cientos de cosas pueden pasar en ese tiempo.
Al terminar fuimos a dar una pequeña vuelta al muelle. Mi brazo estaba entrelazado con el suyo y de vez en cuando recargaba mi cabeza en su hombro.
Si tuviese un solo deseo hubiese sido que ese momento nunca terminara. El atardecer adornaba perfectamente el horizonte y ni hablar del tranquilo sonido del vaivén de las olas.
Mire a Hércules a la cara, se le veía concentrado, era más que obvio que estaba ocultándome algo. Sin embargo no fue necesario preguntar ya que el decidió hablar primero.
-Alex te necesito decir algo- discretamente quito mi brazo del suyo y se alejó un poco
-¿Qué sucede?- intente no sonar preocupado pero este hombre me importaba más de lo quisiera.
-Me asignaron una misión importante-
-¿En serio? ¡Eso es grandioso! Por fin podrás subir de rango dentro del ejército- Hércules no mostró ni un rasgo de felicidad.
-Tengo que infiltrarme en el ejército británico y averiguar sus planes. Me iré por un tiempo- Y allí fue cuando todo se detuvo.
Ya no brillaba el atardecer
Ya no se escuchaban las olas
Y todo fue cubierto por una oleada de sentimientos.
Impotencia.
Tristeza.
Desamor.
-Bueno... Eso es genial. Es una oportunidad sin igual-
-Alex me voy mañana a primera hora. Así que te debo decir algo- se puso frente a mi y con la mirada agachada se tumbó a mis pies tomando mis manos. Unos pequeños sollozos se hicieron presentes
-Perdón. Perdóname Alex pero yo no te veo como un amigo. No se en que momento deje que estos sentimientos se me salieran de las manos y crecieran desenfrenadamente.- un silencio se hizo presente antes de que volviera a hablar.
-Te amo Alex-
Esas tres palabras causaron que el Huracán de emociones dentro de mi despertara. Me arrodillé junto a él y procurando que nadie nos viera seque con delicadeza sus lagrimas. Su mirada estaba cargada de tristeza. Una tristeza profunda y casi palpable.
-Yo también-
Yo el Alexander Hamilton cuyo don y maldiciendo es hablar de más, comprendió que con dos simples palabras puedes transmitir todo lo que se necesita.
Me acerque a él y posicione mis manos en sus mejillas. Con cuidado me acerque a sus labios y los junté en ese beso que ambos ansiábamos. Sus manos se posicionaron en mi cintura logrando atraerme más a él. El sabor a café de sus labios era como una droga a la que me estaba haciendo adicto. En la continua lucha por ver quien llevaba al control del beso la intensidad y temperatura de este empezó a subir. Así que antes de realizar algo promiscuo en la calle me separé de él dejando a ambos con ganas de más.
-Alex ven conmigo-
-No puedo. Me necesitan aquí-
-Pero yo te necesito-
-Entonces ven a mi casa-
-¿Que?-
-Pasa la noche conmigo. Una última vez- No hicieron falta más palabras para que lo agarrara de la mano y fuéramos corriendo a mi casa.
La luz de la luna alumbraba nuestros actos, que para algunos serían antinaturales e inpuros pero hoy ya no me importaba. Estaba con el hombre que amaba eso era todo lo que ocupaba mi atención ahora
Los rayos de un sol tenue se asomaban por las cortinas. Al recordar la noche anterior no podía evitar soltar una sonrisa.
Busque en mi cama al hombre causante de mi felicidad sin embargo lo encontré recogiendo sus cosas y arreglándose frente a mi espejo. Corrió hacia la puerta pero antes de abrirla me lanzo una última mirada. Y mientras una pequeña lágrima salía de mi ojo se fue...