[27] Rosas, Cerezos y Gardenias

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Quiero salir

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Quiero salir

¿O me quiero quedar?

Quiero regresar a cuando la ignorancia reinaba mi vida

¿O insisto en aferrarme a todas estas nuevas emociones y conocimientos?

Quiero rejuvenecer y volver a jugar cuando no me preocupaba nada más

¿O envejezco y maduro para volverme una mejor versión de mi?

Quiero que los barrotes de esta prisión se disuelva poco a poco...

¿O preferiría quedarme dentro de la celda?

Mi mente es una prisión, de la cual tengo la llave para salir. Pero con el paso de los años los arbustos del jardín que adornan esa prisión fueron descuidados, crecieron, retorcieron y algunos hasta quemaron. Cuando quise salir de mi celda los arbustos habían crecido a tal punto de que ya habían entrado a la prisión.

Salgo tres pasos, me asusto y regresó corriendo a mi celda. Me asusto con cualquier cosa y la única solución que le puedo dar es correr, huir, esconderme, apagar el celular, ignorar las notificaciones y escribir.

Los arbustos que ahora son más como una plaga que ha invadido mi mente tiene diferentes partes y hay de muchos tipos. Hay musgo, rosales, ciruelos y hasta sauces. El musgo crece cada vez que lloro y nubla mi vista de lo que realmente está pasando. En el sauce que creció a la mitad del comedor puedo gritar cómodamente y llorar. A la sombra del cerezo que está en el recibidor recuerdo cuando todo solía ser más fácil. En los baños las orquídeas hicieron su camino hasta el techo para cubrirlo de un azul galáctico precioso, ahí planeo mi futuro cuando salga de la prisión. Pero la planta que más abunda son los rosales, hermosos a primera vista pero mortales cuando te acercas. Están por todos lados pero hicieron de los alrededores de la prisión su hogar.

En sus largos y verdes tallos hay unas espinas larguísimas que se clavan en tu piel cuando pasas al lado, sus hojas verdes te atraen y retuercen todo y las rosas. Hermosas y peligrosas al mismo tiempo, toman la realidad y la transforman en una más bella tapando tus sentidos con su belleza y su embriagante aroma.

He aquí un ejemplo de cómo funciona esta peligrosa especie.

Perdón por todo el daño que te he hecho,

muchas gracias por todo lo que has hecho por mi.

Esta frase no tiene nada de especial ni específico sin embargo cual niño de primaria los rosales toman esta oración y la analizan palabra por palabra. Después las hojas lo maximizan, retuercen y afilan para crear un mensaje totalmente diferente al original, resultando algo así:

Me he dado por vencida. Creo que no aguantaré y moriré

Gracias pero no quiero saber nada más de ti, Adiós.

Las espinas utilizan esto y lo clavan hasta lo más profundo de tu ser, hasta que se te quede incrustado. A diferencia de un arma común estas solo duelen cuando se clavan, como una inyección. Sin embargo, no te das cuenta cuando ya tienes varias incrustadas o cuando estás sangrando toda tu energía.

En este punto la flor entra en juego, mostrándote todos tus errores y cómo pudiste haberlo evitado. ¿No suena tan mal cierto? Sin embargo, lo peor viene cuando te muestra en sus pétalos y su fragancia esa realidad inexistente en la que los problemas no existen y todo es más tranquilo. Es ahí cuando aspiras más profundo esa esencia hasta volverte adicto a ella.

Entonces mientras hueles a las flores te acercas más clavando las espinas más profundo hasta desangrarte.

Cuando alguien corta esos rosales, la planta maldita ya tiene suficiente poder como para usarte en contra de ese ser querido que se atrevió a darte una visita a la prisión.

Cuando vuelves a hacerle daño a una persona, el círculo vicioso comienza de nuevo.

Todo está rodeado de rosales, como si fuera un laberinto. A veces no se si regarlos o quemarlos. ¿Me protegen o me dañan? No se pero siempre está la ultima flor...

Hay otra flor cuyo olor es tan suave y tan hermoso. Una flor de colores puros que te toman de la mano y te abrazan para recordarte que siempre hay una salida. Sin embargo debes estar en un lugar libre de contaminación para olerlas, solo, tranquilo y que los otros olores no opaquen el de la flor. Por eso siempre subo a lugares altos a olerla. Nunca he visto de dónde viene ese olor sin embargo, el viento parece siempre traerla a mi cuando estoy en el techo, el rastro de su olor sigue en picada hasta un abismo detrás de la prisión. Nunca he saltado porque me basta con olerla de lejos. Pero cuando vaya por ellas quiero que pongan las gardenias en mi tumba.

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