Capítulo 24.

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—¡Buenos días querido!—Marián aparece en la cocina como una mujer nueva. Un mes ha pasado desde que su hijo-sobrino (qué también es mi hijo), falleció y  aunque le sea doloroso (para mi también), tenemos que seguir. Porque la vida sigue, con o sin personas; sin embargo el dolor permanece. Y eso es lo que nos hace estancarnos de todo.

—Buenos días, Marian. ¿A que se debe tu felicidad? —Pregunto bebiendo desde mi taza de café humeante y leyendo el periódico. Como lo hago todas las mañanas. Pesco anciano, lo tengo que  admitir.

—Voy a trabajar hoy más que nunca. —Sonrió.

Di otro sorbo de mi café y le  di una pequeña sonrisa. Su ayuda en el trabajo no está de más, siempre y cuando estuviera en su casa y no en la empresa.

—Desde mi oficina

Escupí el café en mi periódico. Y el resto de café en mi camisa. Genial ahora no se de que tamaño son los pechos de Nicki Minaj.

Marian se extraña; sin embargo suelta varias carcajadas y yo exclamo.

—¿¡Que!?

—Me he tomado demasiado tiempo "libre" necesito salir. Me siento en Cuarentena

—Pero...Pero... ¡No puedes ir!

—¿Por qué? —Ella me ve dudosa. Carajo. ¿Y ahora que le digo? ¿Que la estoy engañando? Si le digo eso sería cargarla... aunque... no, eso está descartado.

—Porque están remodelándolo tú oficina. Olvide decirlo.

—Está bien... bueno no tengo de otra—Suspiro aliviado, fue fácil...—Trabajaré en tu oficina. —Debí suponerlo... Dios mío...

—¡Y no quiero escucharte decir nada! Me has retenido por más de quince días... ¡esto se me está haciendo una condena! Parezco prisionera.

—Yo...

No dije más, iba a cagarla y no quiero discutir.

—¿Y mi papá?

—En su habitación, descansando.

—Por primera vez lo veo descansando, mi padre nunca ha sido de guardar reposo, recuerdo que cuando era pequeña una vez se rompió el brazo; sin embargo se levantó como todos los días luego de que le dieran de alta un día antes, abrió la panadería y siguió con su trabajo. Supongo que no veía las necesidades que tenía mi padre por mantenernos a mi hermana y a mi con un buen plato de comida.

No respondí, ¿que podría decir? Yo prácticamente nací en una "cuna de oro" pero no es cierto, me gane la confianza de mi padre y luché para tener la empresa, que era diez veces más pobre que la que manejo hoy.

Estoy preocupado; Marian se dará cuenta del robo y empeorará. Pero cuando a ella se le mete algo a la cabeza es difícil de contradecirla.

—Bien, querida... arréglate y nos vamos.—

—Me hace falta desayunar y listo, podemos irnos.

La idea era que Marian se fuera y lo me iba y la dejaba encerrada... siempre tiene que arruinarme las ideas.

Un Bebé Con Mi JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora