5. LA LUZ AL FINAL DEL TÚNEL

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5. LA LUZ AL FINAL DEL TÚNEL Abbi

Estaba acostada en mi cama, observando el techo. Perdida en mis pensamientos. Menuda estupidez, yo le había propuesto ser abiertos y estar con otras personas, mi idea no era verlo a él con otra, la idea era que él sintiera celos hasta cierto punto. El pequeño show que montó horas atrás era la prueba que había funcionado. Duró menos de cinco minutos. Luego se fue con Lessa, la odiaba. Toda la vida tuvimos ciertos roces por distintas cosas, la mayoría era porque mi maestra me prefería a mí que a las demás. ¿Cómo iba a preferirlas si todas eran unas perras malhumoradas desde pequeñas?

Me gustaría tener algún amigo o amiga con la cual acurrucarme en la cama y gritar de enojo. Pero estaba sola, completamente sola, todos mis amigos estaban en Estados Unidos, ese lugar donde nadie tenía ni una puta idea de quién era yo.

Me vi en el espejo, imaginando que no estaba rota en muchos sentidos. Estaba frente al espejo del baño, aún con el vestido con el que intenté seducir a William, sé que funcionó, no había duda, pero... ¿por qué se fue con Lessa?

Apliqué jabón, exfoliante y tónico. Me sequé con delicadeza como era mi rutina y apliqué la crema de dormir. Tirándome a mi cama, abracé un peluche viejo, uno que tenía de niña. No podía correr con mamá y decirle que no quería hacer esto, que, por favor, no me obligara a estar con alguien a quien no le interesaba. Pero jamás accederían. Tenía que seguir órdenes. Y en los planes del mundo, no estaba ser feliz. Mi destino era estar con alguien que jamás me amaría.

Desde pequeña crecí con la mentalidad que debía ser lo que mis padres dictaran para mí. Sabía incluso que estudiaría Economía, una carrera que odiaba por los números. Lo bueno es que esa se podía mezclar con abogacía que era más mi tipo.

Cerré los ojos intentando soñar en que mi vida era mejor de lo que creía, un lugar donde era aceptada y amada.

***

Me desperté por los gritos de mi hermana. Corría por toda mi habitación abriendo las cortinas, quitándome las sábanas. Me puse la almohada en la cara para tapar la locura que gritaba Ash. No quería levantarme. Me negaba a hacerlo. Este día sería el peor de mi vida.

—Despierta y brilla, pequeña —me jaló de los pies—. Es hora que la oruga se vuelva mariposa. Vamos a transformarte. La masajista llega en una hora y debemos desayunar. ¡Dios! Estoy tan emocionada.

—Tú te emocionas con todo —volví a tomar la almohada tapándome una vez más.

—No me digas que sigues molesta con el pequeño William. Will es grandioso, tú lo provocaste, es tu culpa que él reaccionara de ese modo. ¿Cómo querías que se portara? Andabas de zorra con Lui.

Cerré los ojos unos minutos. Lui, recordé que me besaba el cuello. Solo quería llamar la atención de William, no pretendía otra cosa. No lo llegué a besar en los labios, aún guardaba el sabor del beso de Will. Negué con la cabeza sintiendo el nudo en el estómago. Él se había pasado babeando a la chica, le besaba el cuello, tomaba su pierna con desesperación, le metía la lengua hasta la garganta, lo cual no era nada bueno. Eso había dolido, pero yo sola me lo busqué, en eso tenía razón Ash.

Mamá apareció por la puerta. Me tomó en sus brazos sollozando de alegría. ¿Por qué todo el mundo anda más emocionado que yo? Dándole pequeños golpecitos en la espalda la dejé que se emocionara con mi hermana. Cuando reaccionó que venía a decirme algo, se separó anunciando lo inesperado.

—Un chico está abajo, dice que quiere hablar con...

—¿William? —pregunté sintiendo mi corazón latir a mil.

TENÍAS QUE SER TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora