¿Qué les está pareciendo? ¿Odian a algún personaje? ¿Lo aman?
Gracias a todos por leer la historia de William y Abbi
21. UN NOUVEAU CHANGEMENT
Abbi
Es ese momento en el que no quieres abrir los ojos. Los sientes tan pesados que sabes que seguramente al abrirlos te vas a sentir mal... Muy, muy mal. No solo es la goma moral que tendré en breve, porque sé que tendré una enorme, es también la goma física que es inevitable.
Abrí un ojo primero captando la cortina de la bañera, luego el azulejo blanco del baño. ¿Qué diablos hago en el baño? Intenté dar una revisada más a lo poco que podía ver antes de intentar sentarme de un solo. No pude.
Me tomé con fuerza la cabeza como si eso fuera a evitar marearme. Necesitaba aire y agua desesperadamente. Respiré suavemente antes de ponerme a observar todo a mi alrededor una vez más atando cabos de qué pasó ayer. Las piernas desnudas fueron lo primero que captó mi atención, la camisa de William era lo único que tapaba mi cuerpo. Contuve la respiración. William estaba sin camisa y temí lo peor. ¿Me acosté con William estando enojada? ¡Carajo! Se suponía que lo haría sufrir, no que iba a acostarme con él. Maldije en lo bajo captando la mirada de sorpresa de mi Will.
—No es lo que crees, Abbi, no pasó nada. Solo estabas... mal —dijo ayudándome a pararme.
—¿Qué pasó aquí? —es aquí donde empiezas a hacer preguntas estúpidas para justificar lo que hiciste, muy internamente sabemos que vomité como loca y me puse mal por tanto alcohol.
—Te sentías un poco mal, quizá algo que comiste. No lo sé.
Su mirada era triste y sabía que mentía. No era algo que comí, era todo el alcohol que tomé. Incluso el aroma que salía de mi cuerpo era espeluznante. William estaba cubriéndome para no hacerme quedar mal, no tenía por qué hacerlo, estaba dispuesta a cargar con la responsabilidad de mis acciones. ¡Qué vergüenza! Había vomitado todo. Tapándome la cara le pedí a William que saliera de su baño. ¿No pudo llevarme al mío?
—Déjalo, llamé a alguien para que...
—Puedo limpiar mi propio relajo, William.
Su cara estaba pálida, como si algo le preocupara. Tomé fragmentos de la noche anterior. Ameli regresó de París y él la había elegido a ella. Yo iba en segundo, o en tercero. Ya no sé si voy en algún lugar. Tomándome el pecho sentí el vacío que tanto temía.
—Está bien, Abbi, de verdad llamé a alguien para que viniera a limpiar.
—¡William! —grité sintiendo las lágrimas acumularse—. No quiero nada de ti. ¿Qué no entiendes?
—Sí, lo entiendo y lo lamento.
—No lamentes nada, solo vete. Déjame sola.
Era la vergüenza de no recordar qué hice ayer, o al menos recordar fragmentos disparatados de las cosas que hice. Respiré sabiendo que William mostraba cierto afecto hacia mí, pero, ¡Dios! Quería que me dijera que solo estaba yo en el mundo y no Ameli.
Eso no iba a pasar.
Limpiar el baño cuando tenías aún efectos horribles en tu cuerpo era una lata. Por suerte, William le pidió a la señora Jonifer que viniera a limpiar y de una vez me dejó hecha sopa. Ella creía que estaba enferma y yo no era quién para discutir lo contrario por lo que me pasé toda la mañana y medio día en cama.
Reviví a eso de las cinco, conecté mi teléfono al cargador y los mensajes comenzaron a entrar.
Cora: ¿Llegaste bien? Comunícate conmigo.
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TENÍAS QUE SER TÚ
RomancePRIMERA PARTE DE LA SERIE "LOS HAMILTON" El destino estaba escrito desde que eran niños, trazaron una historia que jamás imaginaron. Condenados a vivir un matrimonio por conveniencia para mantener el linaje real. William Hamilton tiene el mundo a su...