9. GRANDES CAMBIOS

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9.      GRANDES CAMBIOS

William

—Solo no puedo creerlo —dije viendo a Lui acostado en la cama.

—Tendrás que hacerlo, solamente pasó. Nos gustamos y... No sé, lo siento, hermano.

—Todo está bien, tranquilo.                                                            

No podía negar que una parte de mí se sentía intranquilo por toda esta situación. Lui estaba colgado de Abbi y yo no podía admitir que ella removía mi mundo. No podía darme cuenta de que estaba cayendo en picada al suelo, directo al infierno del deseo. Me gustaba mucho. Claro, jamás lo diría en voz alta. Mi primera noche comprometido no terminó como me hubiera gustado.

Quisiera haber llevado a Abbi a casa, dejarla en la puerta y darle un profundo beso en los labios para que supiera que éramos uno mismo, que nos pertenecíamos a pesar de estos arreglos de mierda. Al contrario de eso, paré tirado en el jardín de la mansión, completamente ebrio observando a Abbi reír junto a Lui toda la maldita noche. Me dolió como nunca antes. Pero él era mi amigo, manteníamos una amistad sincera para estar en una sociedad extraña y llena de envidias.

Lui se sentó en la cama viendo la ventana, como si le faltara la respiración. Corrí a abrirlas, dejé que el viento de julio llenara el interior. Mi amigo sonrió agradecido y yo agradecí en mi mente por tenerlo aquí.

—Me voy a rapar —anunció tocándose la cabeza. Su cabello era rubio claro, un atractivo que siempre lo había caracterizado.

—¿Quieres que lo haga contigo? —no quería cortármelo. Amaba mi cabello largo rubio, pero por apoyarlo me iría hasta el infierno.

—No, no quiero que nadie tenga mi estilo. En la élite seré único, además de guapo. Tú quédate con esa melena de tigre, me sorprende que tu madre no te la hubiera cortado para tu compromiso.

Sobé mi cabello, que estaba más largo de lo que debería. Mamá había querido cortármelo, pero me negué a hacerlo, era sexi y me gustaba de este modo. Mi imagen era mi imagen, de nadie más.

—No cambiaría mi imagen —dije dándole unos golpecitos—. ¿Entonces, vamos al salón a raparte?

—¡Maldición, sí! Por favor, ya tomé la decisión de cambiar un poco. Llévame antes de que me arrepienta.

Hice la llamada que usaría el deportivo, avisé también de que no necesitaría seguridad. Solo haríamos una visita rápida al barbero. Estirándome un poco, toqué las llaves con la torre Eiffel, la compramos en unos de los viajes a París, en el que fui con Ame. Quizá ella sí era mi destino. Antes de salir a la carretera le envié un mensaje.

Yo: Bonjour bon ami, te extraño eternamente mi Ames, quisiera que estuvieras aquí.

Guardé el teléfono saliendo de la mansión. No iba a admitir que mi locura por Abbi era cierta, algo en ella me complementaba de una manera que nadie lo había logrado. Quería más, indiscutiblemente, quería desnudarla y poner sobre mí, sentir su interior, su piel, sus pechos... Quería sentirla toda. Suspiré. Realmente esto se estaba volviendo complicado. No podía ser su amigo, no como a ella le hubiera gustado. ¿Cómo puedes ser amigo de alguien de la que ya te has enamorado? Definitivamente no podía y ella quería a Lui y Lui a ella. Tenía que quitarme de en medio.

Llegamos al salón de belleza, donde Lui le explicaba al barbero qué hacer con su cabeza. Yo tomé la prensa más vieja que encontré de hace dos días «Compromiso Hamilton-Sheperd», la foto de Abbi y mía en las escaleras dándole el beso que rompió la primera regla del protocolo estaba de portada. Sentí el corazón volverse una bolita de mierda. Esto no estaba bien, no podía desear algo que no podía tener. ¿Cómo hacerlo? Si Lui la deseaba como nunca deseó a nadie. Nunca se había enamorado en su vida y con la primera que lo hace es con mi prometida. No era justo, la vida no era justa. Si la vida les diera a todos por igual, yo no estaría enamorado de la misma chica que mi mejor amigo.

TENÍAS QUE SER TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora