4. DELTA.
Abbi.
La semana pasó más rápido de lo que pensaba, mis días en el gimnasio y los esfuerzos de mi hermana para volverme una delta, eran molestos hasta cierto punto. Sabía que podía arreglarme y me inspiraba hacerlo cuando sabía que vería a William. Pero cuanto más me recalcaban que necesitaba un cambio de imagen, más me enojaba hacerlo. Tenía un alma rebelde y ese no era un secreto, nunca lo fue.
Mi hermana se comportaba como si quisiera matarme la mitad del tiempo, supongo que era porque yo estaba con William y ella no. Connor era de lo mejor que la élite tenía, pero William siempre fue su amor platónico y lo entendía, el mío también lo era... hasta ahora.
William mandó unos cuantos mensajes durante la semana, mensajes dulces de «Que tengas un lindo día», otros como «Otra vez lluvia. ¿Te gusta la lluvia?» y otros que alteraron mis nervios como «Fiesta en casa de Mark, hay unas mujeres para chuparse los dedos. Ven, te presentaré a un par de amigos». Odié esos mensajes, me enojaron como nunca. No los respondí, no tenía nada que decirle.
Mi hermana asistiría a la fiesta, pero yo no, no iba a torturarme con ir a verlo con otra mujer. Además, estaba en plan de cambiar mi aspecto. Sin la ayuda de mi hermana, yo sabía lo que quería ver en el espejo, ella no. Dejé que pasara una semana sin noticias mías, solo en momentos de debilidad cuando respondí uno que otro mensaje de texto. Fríos como la mierda, diría Mary, mi mejor amiga.
Tomé mi celular observando mi fotografía con mi amiga estadounidense. Realmente la extrañaba. En Estados Unidos era yo, nadie más que yo. No una chica de élite con la finalidad de conservar un maldito tipo de linaje. En esta secta «importante» si era necesario te casaban con tu hermano, eran tan destrabados como eso.
Me conecté a Skype y llamé a Mary, ella me entendería. Necesitaba de ella.
—¿Cómo vas, cariño? —dijo tan entusiasta como siempre. Tenía puesto su traje de baño. De seguro seguía de vacaciones en la playa.
—Todo está mal Mary, ni siquiera le intereso en lo más mínimo —me quejé—. Se tomó literal lo de tener otras parejas. Incluso ahora me cree su confidente, como si quisiera saber con cuántas se acuesta en el día.
—Pero te besó —dijo con una sonrisa pícara. Me llevé la mano a los labios recordando esos segundos donde tomó mi cara. Sus labios eran tan suaves y húmedos, tan perfectos. Traían varios recuerdos de un sueño que nunca olvidé.
—Sí, bueno. Eso no dice nada. Ahí anda tirando besos a todas las chicas que se le ponen enfrente. Quiero irme a casa, odio este lugar —me estaba quejando demasiado. Podía sentirlo en todo mi cuerpo. Me encogí de hombros.
—¿Pelo? —preguntó, negué con la cabeza. No iba a pintarlo—. ¿Piel? —le mostré los productos de limpieza facial y cremas hidratantes—. ¿Ropa? —esta parte sí le alegraría. Señalé mi armario antes de responder.
—Lo cambié todo, un estilo muy a la moda inglesa, pantalones cortos con medias rotas, gabardinas largas, botines de tacón alto, botas, blusas pegadas y flojas. Todo a la medida. También un grupo amplio de vaqueros, vestidos flojos y elegantes. No tengo que quejarme de ropa en una buena temporada.
—Genial, que le den. Serás lo que todos deseen. Ya practicamos cómo seducir hombres y ya practicamos tus reacciones de indiferencia. Te irá bien. El plan va a funcionar. Lo vas a tener —movió las manos en un gesto exagerado— comiendo de tu mano en un abrir y cerrar de ojos.
—Sí, me gustaría decir que tienes razón. Pero no lo sé. ¿Qué tengo que hacer primero?
—Lo primero, encerrada en el puto cuarto no vas a lograr nada. Debes salir y enseñarle tu parte sexi. Seducirlo, volverlo loco. ¿Recuerdas cómo lo hiciste con Mauri? Bueno, pues es lo mismo.
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TENÍAS QUE SER TÚ
RomansaPRIMERA PARTE DE LA SERIE "LOS HAMILTON" El destino estaba escrito desde que eran niños, trazaron una historia que jamás imaginaron. Condenados a vivir un matrimonio por conveniencia para mantener el linaje real. William Hamilton tiene el mundo a su...