8.SEGUNDOS

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8.      SEGUNDOS

Abbi

Estaba desesperada en mi habitación. Pasaron dos días de la fiesta de compromiso, William no se había despedido siquiera de mí en la noche. Nuestra noche de compromiso y estaba borracho en la barra. Para mi suerte estaba solo. Tampoco fue a dejarme a mi casa como eran los planes, solo se quedó ahí, en la barra con la botella en la mano. Era demasiado triste verlo. Le importaba poco, ni siquiera me observó. Lui me había venido a dejar con su chofer. Algo no estaba bien con él, las manos le temblaban mucho y por ratitos se ponía nervioso, como si alguien lo vigilara. Había sido raro. Por otro lado, no lo volví a besar. No era necesario. William no nos estaba notando.

Con mi desesperación, tomé la computadora blanca. Necesitaba hablarle a Mary. Ella sabría qué hacer en esta situación desolada. Deseaba con todas mis fuerzas que viniera a Londres a visitarme. La necesitaba conmigo. Marqué su botón haciendo la llamada después de corroborar que estuviera en línea. Sonó tres veces antes de contestar.

—Dame unos segundos —susurró agitada—. No veas la pantalla.

Puse los ojos en blanco. Estaba viendo todo su culo como una escena de película pornográfica. Tenía una toalla intentando tapar su cuerpo y unas bragas pequeñas de encaje. Estaba en su habitación y no se observaba a ningún intruso para que estuviera como loca, medio desnuda.

—Me encuentras a medio vestir. Tengo una cita y no tengo ni la puta idea de qué usar —tomó tres vestidos exhibiéndolos para que ayudara—. ¿Formal, informal o medio puta? ¿Qué crees?

Me reí ante la expresión «medio puta», realmente era un vocabulario que extrañaba en este lugar. Todos eran tan recatados, menos William. Lo había escuchado maldecir un par de veces en voz alta.

—Es como pornografía barata —señalé la puerta—. Llamaré a toda la maldita élite para que venga a verte con tus braguitas de encaje rosado, ¿te parece?

—¡Vete. A. La. Mierda! Así de sencillo —sacándome la lengua. Volvió a colocar los vestidos frente a la cámara. Nos quedamos media hora discutiendo por qué no debía ponerse el de escote que marcaba sus tetas. No podía ponerse algo que provocara al pobre chico en menos de media hora. De ese modo no llegarían al restaurante.

Mary sacó un libro de la mesita y me lo mostró explicando la trama de su nueva lectura. Mi amiga no era aficionada a las novelas, ni siquiera yo lo era. Pero se lo habían dejado en su clase de Literatura. De milagro, le había gustado. Negando con la cabeza, me eché a reír. Era increíble tenerla lejos pero cerca. Extrañaba ir al cine, a los restaurantes de comida rápida, al gimnasio y a los partidos de futbol americano.

—La cosa es que la autora escribió la novela pensando en su novio que es un idiota. Y es muy buena. Llena de suspenso.

—¿Quién la escribe? —pregunté intentando ver la portada.

—Una chica de Florida —giró el libro para leer la portada—. Emma O'Brien. No te preocupes, te lo llevo en una semana.

—¿Una semana? —pregunté poniendo atención—. ¿Qué quieres decir?

—Que llego en una semana, bebe. ¿Crees que voy a dejarte que sobrevivas a todo esto sola? Oh, no señor, menos cuando me hablas de gente de la high class de Londres.

—¿Vienes sola? —pregunté con una cara de felicidad. Realmente vendría, la necesitaba.

—Mauri viene, su papá nos pagó el viaje con las millas. Pero la estadía y la comida, corren por tu cuenta, señorita —pegué un grito de emoción. Realmente no estaría sola.

—No puedo creértelo —seguí dando brinquitos por toda la habitación.

—Ahora cuenta qué fue lo que pasó —apuntó la pantalla—. Y nada de omitir detalles. Quiero saber qué pasa con el guapo y el otro guapo.

Extendí una sonrisa de oreja a oreja adentrándome en la plática de la cena. Le detallé cada vez que rompimos el protocolo, la manera en que la mamá de William nos llamó la atención y de cómo la reina nos dio su bendición. Le conté la forma tan única de Will de seducirme con pastel de chocolate y de cómo me hubiera gustado que me llevara a su habitación y me quitara la ropa embarrándome con el bote de Nutella.

—¡Te lo dije! —gritó dando de brinquitos—. Tuviste que haberte acostado con alguien al menos una vez. Él se nota que tiene una experiencia bárbara y, bueno, tú... eres una virgen que apenas está conociendo la depilación brasileña. Debiste haberte preparado para tus juegos sexuales con William. ¡Dios mío, Abigail!

—¡Cállate! —le grité tapándome la boca. No me gustaba que me vieran reír.

—Eres una virgen de mierda, Abbi.

—Solamente estoy esperando al indicado. ¿Qué tiene de malo eso?

Mi amiga soltó un soplido antes de adentrarse a explicarme que su abuelita y su tatarabuela, eran de las que esperaban al indicado. Las mujeres de hoy en día debían ser liberales, libres de jugar y dejar que las penetren las personas que ellas consideren oportunas. Sus palabras me causaban gracia. De ese modo, Mary sonaba como una mal feminista. Siguió hablando de lo anticuada que era por esperar. Realmente no tenía tiempo para que me hablara de lo que me dolería una penetración de vieja y cosas por el estilo.

Colgué el teléfono frustrando su conversación acerca de sexo prematrimonial y otras cosas perversas que tenía en mente. La volví a llamar al cabo de tres minutos. Ella seguía en braguitas y top de manga corta. Estaba con el ceño fruncido.

—Vale, ya no diré nada acerca del sexo prematrimonial. Solo tengo que aclarar una cosa muy pequeña... ¿Qué pasa si te casas y tu primera relación es la noche de tu boda y descubres que la tiene muy chiquita? Abbi, me preocupa. El sexo es de suma importancia en la vida de pareja.

—No estoy diciendo que no, solo es... Solo no he podido, no ha llegado la persona con la que quiera quitarme las bragas.

Continuando con nuestra conversación, dejamos de un lado ese tema, finalmente. Mary podía ser muy insistente cuando quería. Contándole acerca de Lui y de cómo era la élite, me emocioné como loca. Esto iba a ser tan divertido. Colgando Skype, salí corriendo a la sala de estar donde mi hermana y mi madre platicaban tranquilamente.

—¡Viene Mary de visita! —grité como loca—. Ella y Mauri.

—¿Tus amigos? —preguntó Ash—. No se quedarán aquí, ¿verdad?

—¿Por qué no? —pregunté cruzándome de brazos. Mary siempre se quedaba en casa, ¿por qué ahora no?

—Porque no es de la élite, no encajan en nuestro mundo. Rotundamente no.

¿No encajan en su mundo? Cerré los puños a los lados antes de salir corriendo. Recorrí la zona del bosque, el pequeño nacimiento de agua que teníamos en el bosquecito. Entré a la cabaña de madera que un día papá hizo que se construyera para mí. Era grande, amueblada, con una cama y un comedorcito incorporado. Se suponía era una casa de niñas, pero la adoraba incluso ahora.

Muchas veces incluso creía que era mi apartamento para alejarme. Me metí a la cabaña gritando frustrada. No iba a permitir que la élite tratara mal a cierta gente que vale muchísimo más que las chicas plásticas. Fruncí el ceño. Pero qué pesadas.

Pensé en la actitud de los demás de la élite, esperaba que no fueran como mi hermana. Realmente no podían juzgar a alguien por no ser de la alta sociedad, incluso Mary, es una gran persona y Mauri ni decir. Estaba feliz de tenerlos por aquí. Los necesitaba.

Intenté tranquilizarme en la paz de mi pequeña casita. Recordaba que de niña era mi escondite no tan escondido. Venía a llorar cada vez que me hacían sentir muy mal, cuando William me ignoraba o molestaba públicamente a pesar de que se pasaba escondido platicándome todo el receso.

Debía ignorar a mi hermana. Era una plástica elitista y no iba a permitir que le hablara así a mis amigos.

TENÍAS QUE SER TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora