6. UNA REPUTACIÓN QUE CUIDAR

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6. UNA REPUTACIÓN QUE CUIDAR

William

Mamá no dejaba de hablar en el desayuno de lo increíble que sería esta noche. Ni siquiera podía pensar en eso, mi cabeza estaba pesada, la boca me sabía a centavo y yo... Bueno, no estaba en mi mejor estado. Según Mark, seguía en estado de ebriedad; según Paul, eran los efectos de tener goma moral por lo que le hice a Abbi.

¿Qué goma moral voy a tener? Abbi estaba muy ocupada con mi mejor amigo. Por favor, ese hombre se pasaría a su madre si no fuera algo tan anormal y enfermo. Tomé un trago de jugo, realmente mi estómago estaba resentido por el exceso de alcohol. Frotándome las muñecas bajo la mesa, contuve las ganas de vomitar todo el lugar. Sería asqueroso si lo hacía. Además, mi madre se daría cuenta de que estaba con una resaca de campeonato y eso no sería nada bueno.

Me levanté de la mesa sin tocar el desayuno, di la absurda excusa de estar demasiado nervioso. Mamá se la tragó toda, papá no tanto. Él entendía esta situación, según los malos rumores dicen que nunca estuvo enamorado de mamá. Su verdadero amor vivía en otra casa con otra familia, también de la élite. Nunca supe quién era la mujer causante de sus suspiros, tampoco quería saberlo. Sería asqueroso, es mi padre con alguna otra mujer que estamos hablando.

A mitad del camino las arcadas se hicieron presente, corrí al baño a descargar lo poco que tenía en el estómago. La verdad eso era demasiado para mi sistema. Cuando me giré para ponerme de pie, Paul estaba en la puerta con cara de asco. ¿Qué diablos hace aquí si no quiere ver cómo vomito?

—¡Asqueroso! —dijo frunciendo el ceño.

—Se le llama vomitar. ¿Qué esperabas? ¿Perlas?

—Jamás, te tragaste medio bar ayer por la noche y entre tu borrachera lo único que decías era «Abbi me traiciona y eso es una mierda», o lo mejor «Ameli me ama. ¿Por qué no puedo quedarme con ella? Abbi no me quiere».

—¿Tienes algún punto con esta conversación? Porque estoy muriendo por saberlo —me limpié la boca jalando de la cadena. Salí a mi habitación y me senté en la cama esperando que mi hermano contara su punto de vista. No quería que me recordara mi momento de alcoholismo total.

—Te gusta la desalineada Abbi —dijo cruzándose de brazos. Sonaba horrible cuando lo decía de ese modo, ayer demostró no ser nada de lo que rumoraban. Era... bonita, no perfecta, pero sí bonita.

—No me gusta —dije negándome a admitirlo. ¿Qué podía decirles? Sí, Abbi me ha llamado la atención desde pequeños, por eso mantenía conversaciones en secreto con ella. No era estúpido.

Nunca le confesé a nadie que ella era amable y bastante linda si le dabas la oportunidad. Era extraña, no solo por su forma de vestir sino con su obsesión por los cómics, sin mencionar que se emocionaba como loca con juegos comunes como el futbol americano o el soccer. Eso la hacía especial, mientras todas las niñas jugaban a las muñecas ella estaba intentando encajar con nosotros. Incluso llegamos a pensar que sería lesbiana. Por eso la rechazábamos, porque no era algo que se acoplara en nuestro mundo. Cuando anunciaron que se irían una temporada a Washington por asuntos políticos, mi corazón sufrió una pérdida secreta. Perdí a una amiga, una a la que jamás pude decirle que lo era.

Ahora estábamos en esta extraña situación donde íbamos a casarnos y ella seguía creyendo que la odiaba. Tiempo después conocí a Ameli, estudiante de intercambio en The Royal Academy. Fue mi primera novia, mi primer amor. Seguía siendo una parte importante en mi vida. Duramos nueve meses del año que vivo en Londres, en realidad nunca terminamos solo nos distanciamos. Una distancia extraña, ya que la extrañaba, pero al mismo tiempo, no me sentía desconsolado.

TENÍAS QUE SER TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora