Capítulo 4 Hospital for souls

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(Gerard)

-¡Es peligroso!-le gritaba mi padre a mi madre en el piso de abajo, mientras yo, escondido debajo de la escalera escuchaba su conversación.-Ya has visto los dibujos que hace, has visto lo que pasó con aquel chico que se metió con él. Es peligroso.

-Pero es nuestro hijo...

-Sí, y queremos lo mejor para él. Está loco, mujer. ¿No te das cuenta? Debemos hacer algo antes de que se le vaya la cabeza de nuevo. ¿Quieres que le haga algo a Mikey?

-Gerard nunca le haría nada a su hermano, lo quiere más que a nada.

-Ya lo sé, pero sabes que en esos ataques que le da, no es él mismo. Es peligroso, y solo es cuestión de tiempo que mate a Mikey.

¿Matar a Mikey? ¿Quién se cree que soy? Es la única persona que me importa en este jodido mundo y se cree que le voy a hacer algo.

-¿Y qué propones?-chilló mi madre.-¿Encerrarlo en su habitación? ¿Drogarlo con más pastillas? Toma demasiadas pastillas ya.

-El psiquiatra me dijo que lo metiéramos en un hospital para gente como él y...

-¡Olvídalo! ¡No voy a meter a mi hijo en un manicomio!

-¡No es un manicomio! Es un hospital psiquiátrico, en el que lo van a tratar y a cuidar. Harán que vuelva a ser nuestro Gerard...

-Lo va a pasar mal...

-Cariño lo van a cuidar... Van a enseñarle la diferencia entre el bien y el mal, y van a curarlo.

-¿Y si no? ¿Y si lo maltratan? ¿Y si le pegan?

-¡No le van a hacer nada! Por dios, son médicos, son profesionales y están ahí por algo...-razonó mi padre.

-Yo quiero que se quede aquí... con nosotros...

-¡No puede ser! Recuerda lo que le hizo al chico ese, fue un milagro que no le condenaran a la cárcel... Y recuerda que fue gracias a el doctor, que defendió su enfermedad...

Yo lo recordaba. A el chico ese. A Thomas Trace.

Se metía mucho conmigo. Me escondía los libros, me rompía los lápices y una vez, el año pasado, sus amigos y él me encerraron en el armario del conserje todo el día.

Él me hacía daño, ¿y yo no podía hacerle daño a él? No era justo.

Además yo fui mucho más clemente con él. Apenas sufrió nada. Me ocupé de que su muerte fuera rápida.

Todavía recordaba como hundí el cuchillo en su garganta, y mis manos se llenaron de sangre roja.

Él me hacía daño todos los días, ¿y yo por crearle dolor unos segundos estaba loco? Porque vamos, murió al instante.

Yo no estaba loco, ni era un peligro para nadie.

Solamente me cabreaba con la gente que me hacía daño.

Como cuando un idiota se metió con mi hermano y yo le clavé un lapicero en el ojo. El chico aprendió a no meterse con mi hermano. Nadie se mete con mi hermano.

Es muy simple, ¿no? Pues por tonterías como esas piensan que estoy loco,

Según mi psiquiatra mis dibujos son demostraciones de mi enfermedad.

¿Por qué dibujar hombre con un collar de cuerda me hace estar loco? Yo no lo maté, lo mataron otros, yo solo lo retraté.

-¿Crees que él querrá ir a ese lugar?-preguntó mi madre con voz exasperada.

-No tenemos por qué decirle a qué sitio lo llevamos. Le decimos que han cambiado la consulta de lugar y ya está.

-¿Quieres que le mienta a mi hijo y lo lleve a un manicomio?

-¡No es un manicomio! ¡Sé razonable por una vez, por favor! Si los médicos hacen bien su trabajo estará de vuelta en unos meses y volverá a ser el Gerard de siempre...

Querían llevarme a un sitio donde estaban los locos.

¿Qué hacía yo allí? Si yo no estaba loco.

Querían llevarme a un hospital de almas perdidas y rotas, almas endemoniadas que chillaban sed de sangre entre cuatro paredes.

Esa noche me fui a dormir al cuarto de mi hermano después de escuchar cómo mis padres me llevarían a un hospital de almas desoladas.

***

-Gerard, cariño, vámonos ya.-dijo mi madre.

-¿Mikey viene también?-pregunté.

-Claro, quiere darte suerte para la consulta de hoy.-mintió ella.

Nos montamos en el coche y yo agarré la manita de mi hermano pequeño.

-Échame a las llamas

Observa cómo me quemo

Establece mi mundo ardiendo

Observa cómo me quemo.-canté en voz baja.

-¿Qué cantas, cariño?-preguntó mi madre, desde el asiento delantero.

-No lo sé, una canción.

-Oh, ¿puedes cantar más fuerte para que la escuche?

Yo asentí.

-Todo el mundo quiere ir al cielo

Pero nadie quiere morir

Ya no puedo temer a la muerte

He muerto miles de veces.

¿Alguna vez tú tomaste una cuchilla en tus muñecas?

¿Te has saltado las comidas?

Vamos a intentar algo nuevo hoy

¿Cómo te hace sentir eso?

 

Abrázame, no lo dejes ir, mírame

Abrázame, no lo dejes ir, mírame

Abrázame, no lo dejes ir, mírame

En este hospital de las almas desoladas.-terminé de cantar y vi como mi madre comenzaba a llorar y mi padre me miraba horrorizado desde el retrovisor del coche.

-Qué bonita canción, Gee.-exclamó mi hermanito. A él siempre le gustaba mis canciones.

Yo no dije nada, solamente le dediqué una sonrisa y acaricié su mejilla.

Hicimos quince minutos de trayecto en silencio hasta que mi padre habló.

-Gerard, hoy vamos a ir a un lugar diferente. Pero tranquilo te va a atender tu doctor de siempre.

Yo asentí.

Al cabo de un rato, el coche se detuvo frente a un enorme edificio blanco con unas letras rojas y brillantes: Hope psychiatric hospital.

En ese momento me giré hacia mi hermano y besé su mejilla.

-Lo siento Mikey, pero te prometo que volveré a por ti.

Saqué la pequeña mochila que tenía debajo del asiento con todas mis cosas y pegué una patada a la puerta a la vez que salía del coche y corría entre los árboles, ignorando los gritos de mis padres.

 

Fallen angelsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora