La de cabellos platino y orbes color zafiro como el hielo estaba desolada. Habían pasado dos días desde que asesinaron a su marido y ella no había conseguido salir de la cama. Comía porque las doncellas del Palacio de Invierno la obligaban por órdenes de su madre y sino fuese por ellas, Lucy estaría hecha más desastre de lo que ya estaba.
La rusa sabía que no podía seguir así, estaba sufriendo mucho. Ella sabía que durante su vida junto a Edward había sido muy feliz, por eso aquello la superaba y no podría seguir con su vida como si no hubiera pasado nada, ni siquiera con ayuda de su madre o de cualquier otra persona cercana a ella. No lo superaría nunca porque cualquier pequeño detalle le recordaría a él y volvería a derrumbarse y más teniendo a una hija suya en camino, la niña le recordaría todas horas del día durante los siete días de la semana a él durante el resto de su vida. Poco a poco estaba cayendo en una leve depresión.
Durante sus dos días encerrada en su habitación del Palacio de Invierno por voluntad propia, había pensado mucho sobre su situación, sobre la hija que esperaba y sobre su país. Ella no podría cuidar a su hija como los Zares mandaban o dirigir un país estando así, se iría todo al garete. Por ello, había decidido qué hacer. Sería duro, pero lo mejor para ella, para su hija y para Rusia. Todos saldrían ganando, incluso su madre, la cual Lucy esperaba que aceptara ante la propuesta que la pequeña Zarina tenía en mente.
(...)
Cuando la rubia de ojos azules como el hielo terminó de comer, salió por primera vez, después de aquellos largos dos días, de la habitación.
Caminaba despacio arrastrando sus zapatillas de ir por casa sobre el suelo, envuelta en un larga bata de seda color oro rosa, con el pelo recogido en un moño de ir por casa mal hecho y con la cara roja de tanto llorar. Así, con aquellas pintas y mirando fijamente al suelo, consiguió llegar hasta el despacho de su madre.
Sin necesidad de tocar la puerta, cosa que seguro enfureció a su madre pero que a ella no le importaba, al menos en aquella situación no, entró en la sala y se dirigió directamente a acostarse despacio en el sofá con cuidado de no aplastar su barriga.
Antes de que su madre pudiera hacer o decir algo, Lucy Romanova soltó la bomba.
—Quiero que me borres la memoria. —Y antes de la reacción, el silencio.
—Insha'Allah... —Pronunció la Zarina Madre al ver a su hija tirada en el sofá, incapaz de creer las palabras que la joven acababa de pronunciar. Observaba en silencio a su hija que lloraba, que no dejaba de llorar. Estaba sorprendida.— ¿Estás segura de lo que me pides, Lucy? No es un juego de niños, y lo sabes. Sabes lo que implica perder la memoria, que te borren la memoria. Yo lo hice, y me arrepiento de ello...
En silencio, Lucy se levantó del sofá y agarró de una de las estanterías del despacho la varita de su madre, la cual arrojó al escritorio sobre aquello en lo que su madre trabajaba antes de ser interrumpida.
—Hazlo. Ahora mismo. Por favor...
Katerina se puso en pie con la varita entre sus manos. Jugueteó con ella unos segundos. Se colocó frente a su hija, dándole la espalda. Apoyó sus manos en la madera del escritorio y acarició lentamente una de las ornamentaciones que había talladas. Y suspiró.
—Sabes que no necesito varita... —Dijo en ruso, girándose rápidamente y dejando una de sus manos frente al rostro de la Zarina. Y con un ligero movimiento, una leve luz verde apareció. Katerina seleccionó los recuerdos que deseaba borrar, reteniéndolos en ella antes de hacer que se desvanecieran en el aire. Poco a poco, remplazó los recuerdos de Lucy con otros nuevos, donde el rostro de un joven nunca aparecía nítido del todo. Y así lo hizo hasta que el nombre de Edward Sayre quedó en el olvido, solo recordado por la Zarina Madre.
(...)
Lucy Romanova despertó de su largo sueño reponedor de todas las cosas horribles que habían pasado estos días, pero que ella ya no recordaba. No sabía quién era Edward Sayre, ni cómo lo conoció, ni que estuvo saliendo con él durante poco más de dos años, ni que finalmente se convirtió en su marido, ni siquiera sabía que él era el padre de su hija. La rubia solo tenía en su mente recuerdos falsos, sabía que estuvo saliendo con un chico durante un tiempo pero que cuando se enteró de que estaba embarazada, la abandonó, por lo que la Zarina decidió criarla ella sola, ser madre soltera. Después de todo el dolor y sufrimiento, Edward Bruno Sayre había desaparecido de su vida y de su cabeza para siempre.
(...)
Al mismo tiempo en el que se conjuraba el hechizo que hizo que Lucy perdiera parte de sus recuerdos, el grupo de mafiosos rusos salió de su escondite para ir a la casa del matrimonio Sayre-Romanova en busca de la Zarina. Ellos habían asesinado a su marido sin conseguir el objetivo que querían, así que ya cabreados iban a por quien tendrían que haber ido desde el principio. Sin embargo, después de entrar a la fuerza en la vivienda y ponerla toda patas arriba, se dieron cuenta de que ya no estaban allí. No había nada ni nadie, pues Nancy trasladó todas las pertenencias de Lucy al Palacio de Invierno, su nueva residencia. Así que en la casa de la isla de Newport en Inglaterra solamente quedaban las cosas del difunto.
Fue en ese momento cuando el cuerpo especial contratado por la familia real les encontró, llegaron tarde, pues no rescataron a Edward, pero después de largos minutos luchando unos contra otros entre hechizos, la organización consiguió encerrar a los mafiosos dentro de la casa, quemándola con ellos dentro. No habían conseguido su objetivo principal, pero al menos aquel grupo de mafiosos rusos ya no molestaría más a la familia Romanov.
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Lucy; The Ice Queen
FanfictionNacida del odio y el rencor, Lucy fue abandonada en San Mungo y llevada a un orfanato mágico llamado Saint Christopher, en el que presenció horribles castigos. De todo lo malo hay algo bueno, y eso fue el descubrimiento en Lucy de su pasión por el a...