❅ › Welcome to the world of αrt αnd fαshion.

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El día de hoy era un día oscuro y tranquilo, perfecto para pasarlo relajadas sin salir de casa, irónico, puesto que Lucy no podía salir de allí, solamente al jardín trasero.

Madame Mikela trajo un proyector para poner películas y todos los niños se pasaron la tarde viéndolas. En cambio, a Lucy no le gustaba ninguna, y, a apenas quince minutos de la proyección, salió del salón sin que nadie la viese, o eso pensaba ella.

Lucy decidió ir a la biblioteca, aprovecharía que no había nadie para volver a ver, pero, ahora más detalladamente, un libro que había, llamado "Las obras de Vasili Kandinski", un pintor abstracto ruso que le encantaba. Todas sus obras eran tan difíciles de entender, tan únicas, que eso a Lucy le enamoró, incluso se dijo que aquello sería imposible, puesto que no tenía nada para poder dibujar, ni caballete, ni lienzo, ni pinturas. Igualmente Lucy no se ponía triste por aquello, estaba convencida de que algún día conseguiría pintar.

Se sentó en una mesa y comenzó a ver las fotos de los cuadros, deslizando los dedos sobre el papel mientras que sus pies se balanceaban por no llegar al suelo, debido a su altura.

Entonces, escuchó el rugido que la puerta hizo al abrirse y lo primero que hizo fue cerrar el libro, cogerlo fuerte entre sus brazos y esconderse entre un par de estanterías. Tenía los ojos cerrados, esperaba que Madame Mikela no la pillara o a saber qué le haría. Pero ese miedo que se le formó en menos de un minuto en su interior se fue cuando escucho la voz de Nancy, la elfina, ella la llamaba. Entonces, Lucy salió de su escondite.

— Lucy, te he visto salir, ¿qué haces aquí? — La rubia le dijo lo del libro, también le dijo que hubiera querido leer algo aprovechando el silencio, pero como no sabía leer, era imposible.

Nancy, sin decir nada, la cogió de la mano y se la llevó de la biblioteca.

— ¿A dónde vamos? No me lleves al salón, por favor, no me gustan esas películas. — Suplicaba Lucy mientras andaba desganada, pues no recibió respuesta.

Llegaron a una puerta al final del pasillo, a la cual nadie había entrado nunca. Lucy creía que tras esa puerta habría una habitación, pero no, daba al final del pasillo. Aquella puerta la habían puesto en el medio del pasillo, y descubría un par de habitaciones más, completamente desconocidas para la pequeña rubia.

En la primera puerta había una paleta dibujada, ¿tendría algo que ver con la pintura? En la segunda no había nada.

— Entraremos a esta. — Nancy señaló la primera puerta. — La otra solamente es un almacén. — Las dos se adentraron en aquella habitación, la elfina abrió las cortinas dejando pasar la luz para que pudieran ver lo que había allí y a Lucy se le cayó el libro de la mano del asombro. Era una habitación únicamente para pintar. Habían muchos caballetes y lienzos, pero lo que más había eran pinturas, de todo tipo y color, la rubia amó esa habitación nada más verla.

— Vendremos aquí cada vez que quieras pintar. Y también te enseñaré a leer. Será nuestro secreto. — Añadió Nancy mientras recibía un fuerte abrazo de la pequeña. No sabía por qué hacía esto solamente con ella, pero le encantaba, le había cogido mucho cariño a aquella elfina en estos años.

Empezaron al día siguiente con las clases de lectura, primero le enseñó el sonido de cada letra, luego a juntar cada letra con su vocal, siguieron con palabras cortas, luego pasaron a las palabras más largas, luego a frases y, finalmente, a textos y libros infantiles. A Lucy le costó muchísimo aprender a leer, mientras aprendía todo eso pasaron casi tres años. Y aún así, todavía le costaba muchísimo, pero como cada día leía durante varias horas, no tendría problema en ir mejorando con el tiempo. Lo bueno era que a cada cosa que le salía bien, Nancy le dejaba pintar en lienzos más grandes, ya que ella lo que siempre hacía era intentar copiar cuadros de Vasili Kandinski en lienzos pequeños. Además, cuando Lucy consiguió leer un libro infantil entero, sin trabarse, Nancy le regaló un vestido corto de color azul, era muy sencillo, pero era lo más bonito que tenía en el armario, lo guardó con mucho cuidado.

En la sección de libros infantiles encontró una colección llamada "Nina y la moda", la leyó entera. En ella contaba como Nina, una pequeña elefanta, iba todos los días al centro comercial y se compraba ropa. Con esa ropa, lo que hacía Nina eran sus propios diseños juntando varias prendas. En los dibujos del libro, se veía que las nuevas prendas le quedaban bonitas y ella se hacía famosa. Ahí fue cuando Lucy descubrió que la ropa se podía modificar para hacer lo que quisieras con ella, eso a ella le gustó mucho y decidió ser como Nina, una diseñadora famosa. Pero claro, todavía era una niña y tendría que esforzarse mucho para llegar a donde quería.

Comenzó con leer más cosas sobre la moda, eso le ayudaría a poder leer mejor y a saber cosas sobre ella. Después dejó de pintar tanto en lienzos y se dedicó a hacer bocetos de vestidos. Los primeros salieron bastante mal, pero con el tiempo fue mejorando.

Un día se encontraba retocando su último boceto, que ya estaba casi acabado, cuando Nancy entró a la habitación. Ella le dio el visto bueno al vestido, le gustó muchísimo.

— Es hora de cenar, Lucy. Vamos. — Cogió todos los bocetos que llevaba hechos y los guardó dentro de una carpeta para llevárselos a la habitación. En cambio, los lienzos que había pintado los dejaría allí.

Al día siguiente, se encontró la habitación destrozada, ¿cómo era posible si solamente Nancy tenía la llave de esas habitaciones? Ni siquiera la directora podía entrar allí. Lucy lloró muchísimo aquella noche, sus primeros cuadros...estaban destrozados, menos mal que se llevó los bocetos.

Descubrieron que la causante de aquello fue Lyna y la castigaron por ello. Además, Lucy estalló al enterarse y también la castigaron, ya que le pegó y la empujó hasta que la otra terminó en el suelo, pero se lo merecía.

A partir de ahí lo único que Lucy podía hacer era leer y eso hizo, evadiéndose así de la realidad. La rubia pensaba que nunca más iba a poder seguir en el mundo del arte y la moda y eso le entristecía mucho, pero ese pensamiento cambió cuando a los meses la adoptaron. En su nueva casa sí pudo seguir pintando, leyendo y diseñando, era la mejor cosa que había descubierto desde su existencia.

Lucy; The Ice QueenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora