❅ › Mαgiα no verbαl.

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Defensa Contra las Artes Oscuras, Encantamientos y Transformaciones, las tres asignaturas en las que Lucy empezó a aprender a utilizar la magia no verbal a partir de su quinto curso en Koldovstoretz, el colegio de magia al que asistió. Sin embargo, después de dos años, cuando terminó sus estudios, ella solamente se centró en lo que le enseñaron en la segunda de las asignaturas mencionadas, específicamente en el encantamiento levitatorio, que sería el que le resultaría más útil para su vida cotidiana.

A los dieciocho años, nada más terminar el séptimo y último curso escolar y antes de irse a vivir con su novio a su nueva casa en Inglaterra, le pidió a una de sus institutrices de cuando era pequeña que la ayudase a desarrollar dicha magia tan especial y que tanto la atraía.

Alena, una bruja tan especializada en la magia no verbal que ya casi no utilizaba su varita, aceptó a ayudar a Lucy. Esta última se pasó meses practicando tanto que incluso había noches que ni dormía para poder practicar y eso que solamente le interesaba aprender un hechizo. Pero también tenía que tener en cuenta que aquel hechizo ya le costó aprender a conjurarlo en su día con la varita, así que si lo quería aprender a conjurar sin esta, necesitaría tiempo, paciencia y mucha práctica.

(...)

La rubia de ojos azules como el hielo a la edad de diecinueve años recién cumplidos y después de estar medio año practicando día sí y día también, se encontraba junto a Alena en una de las tantas habitaciones del Palacio de Invierno en la que se situaban varios objetos, cada uno un poco más grande que el anterior. Dichos objetos serían los que le ayudarían a descubrir todo lo que había aprendido tras seis meses.

— Empezaremos por el más pequeño y cuando consigas manejar ese último — señaló el objeto más grande de toda la habitación — a tu antojo, mi trabajo aquí habrá terminado. Pero ya sabes que tienes que seguir practicado todos los días, nunca llegamos a aprender algo del todo.

La rubia asintió ante sus palabras, cuántas veces había escuchado aquella última frase cuando era pequeña, la cual se había quedado grabada en su mente desde entonces. Nadie es perfecto, nadie puede controlar algo a la perfección, siempre van a haber algunos pequeños fallos que lo hagan un poco imperfecto, por mucho que practiques. Y Lucy lo practicaría durante todos los días de su vida, ella quería aprenderlo para que el ambiente en su tienda fuese más mágico, para ayudar a Nancy en casa y para una vida más cómoda. Sobretodo, para la primera razón mencionada, atender a las clientas mientras las prendas de su tienda levitaban de aquí para allá sería muy práctico y no tendría que hacer esperar a ninguna.

En lo más profundo de su pensamiento le pareció escuchar su nombre, el cual se iba haciendo más real mientras ella iba saliendo de su imaginación, había perdido la noción de la realidad y se había metido en su propia fantasía.

— Lucy, Lucy, ¿empezamos?

Preguntó la bruja antes de apartarse del escenario para dar paso a las acciones de la rubia cuando esta asintió con una sonrisa ya concentrada en lo que tenía que hacer.

— Empieza con el más pequeño, ya sabes lo que tienes que hacer.

La rusa respiró hondo mientras cerraba los ojos para poder dejar su mente en blanco, un gesto que la ayudaba a concentrarse cuando tenía tiempo para conjurar un hechizo. Por otro lado, en un duelo este gesto no le funcionaría si su objetivo no es quedar malparada. Para ello, tenía otro de sus trucos.

Una vez con la mente despejada de cualquier cosa que pudiese desconcentrarla, notó como su poder mágico despertaba y recorría su cuerpo. Esta energía mágica no culminaba en su mano derecha como siempre había pasado cuando conjuraba algún hechizo con la varita, sino que completaba cada uno de los rincones de su cuerpo. Mientras tanto, en la mente de la rubia, se formaba el pensamiento de hacer levitar la taza de té que había frente a ella. Pero su objetivo no era solo elevarla por los aires, sino también desplazarla por él a su antojo. A penas segundos más tarde, la taza ya se encontraba flotando por la habitación, de un lado hacia el otro, de arriba hacia abajo, en todas las direcciones a las que Lucy la enviaba.

La institutriz hizo aparecer un juego de té al que le faltaba una taza. Lucy cogió al vuelo lo que quería que hiciese y así lo hizo.

La taza que estaba controlando la deposito junto a su juego de té. Seguidamente, hizo que la tetera se elevase por los aires y se inclinase para poder servir el contenido de su interior en la taza de porcelana. De la misma forma, volvió a depositar la tetera en su lugar e hizo que dos terrones de azúcar flotasen hasta acabar en el interior del té. Por último, con la cuchara lo removió todo y le ofreció el té a Alena, esta aceptó encantada.

— Lo has hecho fenomenal.

Fue lo único que la bruja mayor comentó durante toda la tarde, la cual se pasaron encerradas en la habitación practicando el mismo hechizo una y otra vez hasta que, al fin, llegaron al último, al más grande.

Con los anteriores objetos, Lucy también lo había hecho bien, incluso las pequeñas pruebas que Alena le había preparado con cada uno de los objetos. Sin embargo, había tenido pequeños fallos como cualquier mago o bruja cuando aprende un hechizo.

La de orbes azulados se colocó frente al mueble, aquello en la vida cotidiana le serviría para limpiar, en su caso para ayudar a Nancy a limpiar la casa, les sería muy útil.

De nuevo, se concentró en la energía mágica que recorría todo su cuerpo para hacer levitar el sofá, lo hizo un poco más teniendo en cuenta las dimensiones y el peso de este y así utilizar todo su poder mágico.

Poco tiempo después el mueble empezó a elevarse unos centímetros, poco a poco, hasta que lo consiguió llevar a una altura por encima de su cabeza. Fue en ese momento cuando Alena aprovechó para hacer aparecer un pequeño escenario, parecido a un salón con una mesa de té en el centro, un sofá en una esquina y un hueco para el otro en otra esquina. La rubia comprendió lo que tenía que hacer y condujo el sofá hasta que lo depositó junto sobre el hueco, ahora el pequeño salón estaba completo.

La de apellido Romanov giró la cabeza para mirar a Alena a ver si tenía que hacer alguna otra cosa, pero no le pareció, por lo que salió del escenario.

La mayor de las brujas se acercó a la menor para darle una pequeña palmadita en el hombro mientras asentía, después caminó hasta la puerta de la habitación y desapareció tras ella, sin mencionar ni una palabra. Cualquier persona se hubiese quedado perpleja ante aquel gesto, pero Lucy la conocía desde hacía muchos años y aquello solo significaba que ya estaba lista y lo celebró con una enorme sonrisa de orgullo propio, tanto esfuerzo había dado sus frutos.

Lucy; The Ice QueenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora