❅ › Evelyn Abigαil, the dirty blood.

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La mañana andaba tranquila aquel día de invierno, todos los niños estaban fuera, en el patio trasero del orfanato, jugando con la nieve. Hacía un mes que Lucy había cumplido los seis años y, como hacían el día del cumpleaños de alguno de los huérfanos, cenaron y salieron fuera a jugar todos juntos, incluso Madame Mikela, la cual creía que si se portaba bien durante unos días concretos al año, los niños la querrían más, pero estaba muy equivocaba, viendo como se comportaba con cada uno de ellos, nadie la llegaría a querer nunca.

Aquel día le recordaba al de su cumpleaños, ya que todos, menos la directora, se encontraban fuera. Algunos jugaban a tirarse bolas de nieve, otros se tiraban por el frío tobogán del viejo y pequeño parque y Lucy unía grandes cantidades de nieve para crear un muñeco con esta. Todo estaba tranquilo, y eso a la pequeña rubia le agradaba. Y mucho estaba durando, pues unos minutos después, Madame Mikela llamó a todos los niños para que entraran en la casa.

Como era costumbre en el orfanato, ellos formaron una fila, uno al lado del otro. No era día trece, así que no irían un grupo de unos cuarenta, más o menos, señores y señoras mayores a ver a los huérfanos y elegir uno como si fuesen una falda en un catálogo de una tienda de ropa. Aquello era una de las cosas que Lucy odiaba bastante, por eso acabó por cogerle asco a los días 13 de cada mes. Lo único que podía ser era la llegada de un niño o niña nuevo al orfanato. Desde que ella llegó, solamente habían habido unas tres incorporaciones y cuatro bajas, entre ellas, Maddie. Normalmente, los adultos no se llevaban a nadie, pero eso cambiaría en unos meses.

Madame Mikela apareció por la puerta tras unos cuantos minutos, tras ella se escondía una niña, aparentemente tímida, con el pelo negro y los ojos color marrón chocolate.

— Esta es Evelyn Abigail, pero le gusta que la llamen Lyna. Tiene seis años y es muy tímida, espero que sea bien recibida por parte de cada uno de vosotros. — llevó a la nueva a su lugar en la fila y tras decirles que se prepararan para comer, se fue a su despacho.

La fila se rompió y Lucy decidió subir a la habitación para dejar el abrigo antes de bajar a comer. Pero un tono de voz más alto de lo normal hizo que se detuviera justo frente a la puerta del despacho de la directora, dentro del cual se encontraban ella misma y Nancy.

— Dime el estatus de sangre de la niña, no te lo voy a repetir más veces. — Le gritaba a su elfina, pero esta se mantuvo callada, ¿por qué? Solamente habló cuando vio que Mikela se levantaba de su sillón, le tenía miedo.

— Tiene... sangre muggle. — dijo al fin la elfina. En ese momento, Madame Mikela se volvió más loca de lo normal, le gritaba a Nancy que cómo había sido capaz de traer a una nacida de muggles a aquel orfanato, en el que solamente había cabida para niños con sangre mágica.

Se puso a gritar tanto que Lucy empezó a tener miedo de lo que le pudiera hacer a la elfina, por lo que decidió subir a su habitación y bajar en un rato a comer.

La rubia de ojos azules no paraba de pensar en la nueva, la cual era muy callada, eso al principio. La primera palabra la dijo a las semanas de llegar, eso de que era tímida era verdad, aunque en sus ojos se podía ver tristeza. Lucy intentó acercarse a ella en varias ocasiones, pero la morena la evitaba y no sabía muy bien por qué. Unos meses después, Lyna había hecho amistad con unos gemelos, ellos tres siempre iban juntos a todos lados y casi no hablaban con los demás. Nadie dijo nada al respecto hasta que un día empezaron a gastar bromas a los demás niños. Ahí empezó todo.

Las bromas fueron incrementando y con el tiempo ya no hacían gracia, sino que molestaban muchísimo, por lo que todos empezaron a pasar de ellos, pensaron que quizá así no les harían bromas.

Aquello le sentó muy mal a Lyna, quien pasó de las bromas a tratar mal a algunos niños.

Un día, el sol brillaba todo lo que las nubes de Londres le permitían, hacía muy buen día para salir a jugar. Así hicieron muchos niños, otros, junto con Lucy, se reunieron para intentar montar un puzzle, y dos se pusieron a pasarse la pelota, a la cual uno de los dos niños le dio muy fuerte y terminó en el lugar en el que estaban Lyna y los gemelos.

— Me pasas la pelota, ¿por favor? — le dijo Charlie, el niño al que se le había escapado la pelota. Lyna la cogió y se la lanzó con fuerza, haciéndole daño a Charlie.

— ¡Oye! ¡Lleva cuidado! — le dijo Charlie.

— O sino, ¿qué? Renacuajo, ¿me vas a pegar? — le dijo Lyna a la vez que reía a carcajadas y empujaba a Charlie hasta que terminó en el suelo.

Lucy observaba la escena, como todos los demás. No estaba bien lo que Lyna estaba haciendo, pero ella tampoco quería meterse por si la tomaba con ella. Sin embargo, al ver como Charlie, que era más pequeño que ellas, caía al suelo, Lucy no pudo evitar acercarse para enfrentarse a ella.

— Lyna, para ya. — soltó la rubia con el ceño fruncido colocándose entre ella y Charlie, al que ayudaban a levantarse. — ¿Por qué haces esto?

— A ti qué te importa, tonta. — añadió Lyna junto al típico gesto infantil de sacar la lengua. — Deja de meterte en todo, no vas a ser mejor que yo. — Lucy iba a reírse en aquel momento por lo que dijo, pero era mejor no provocarla más, así que le lanzó una mirada asesina y se fue. Al menos intuía lo que le pasaba a Lyna, quería llamar la atención y pensaba que así lo conseguiría. Pero lo único que consiguió fue pasar la noche encerrada en la cabaña, ella sí se lo merecía.

A partir del momento en el que quedó libre de la cabaña, Lyna la tomó con Lucy, tal y como la rubia sabía que pasaría tarde o temprano. La molestaba a todas horas, ya fuera solamente Lyna o los gemelos enviados por ella.

Un día se sintió tan agobiada que se pasó la noche llorando hasta quedarse dormida, otro se quedó sin cenar porque Lyna le cambió el plato y Madame Mikela la creyó a ella, pero, lo peor de todo fue cuando la tiró por las escaleras, por suerte, no se hizo nada que no se curara con un movimiento de muñeca. Por supuesto, recibió su castigo en la azotea.

Ya era Julio, quedaban cuatro meses para su séptimo cumpleaños, pero lo que ella no sabía era que solamente le quedaban tres en aquel orfanato y esos meses fueron los peores en aquellos seis años, y todo por culpa de Evelyn Abigail, la sangre sucia.

Años después descubrió que Madame Mikela se hizo pasar por su madre y la llevó a un internado muggle del que no saldría ni en vacaciones. Si a Lyna aquello no le gustó nada, Lucy no quería ni pensar cómo reaccionaría cuando llegase la venganza que tenía preparada para ella.

Lucy; The Ice QueenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora