❅ › Welcome to Hogwαrts.

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You αre smαrt αs α Rαvenclαw, but the bαlαnce leαns towαrd... Slytherin!

◜ ʟᴜᴄʏ: ᴄᴀᴛᴏʀᴄᴇ ᴀñᴏs ◞

El verano se terminaba y los nervios de la rubia cada día iban a más, pues este tercer curso no lo realizaría en Koldovstoretz, sino en Hogwarts, escuela mágica en Reino Unido a la cual le producía mucha curiosidad ir por todo lo que se había hablado de ella en El Profeta y en Corazón de Bruja.

Justo cuando terminó el segundo curso, su madre fue para hablar con el director y arreglar todos los papeles. Ya estaba decidido y no habría vuelta a atrás, además, así podría conocer más sobre aquella escuela tan interesante.

Dos semanas después, Lucy ya estaba preparando su baúl con todas las cosas que creía necesarias. No se llevó las mismas cosas que cuando iba a Koldovstoretz, pues esta vez sí tenía que salir de Rusia, así que necesitaba más cosas.

Se miró en el espejo a la vez que se ajustaba su chaqueta. Después, le dijo a una de las elfinas que cogiera el baúl y se lo bajara al salón, donde su madre estaba esperándola.

— Date prisa, Lucy, o llegaremos tarde. — Dijo Irina mientras la rubia, que cumpliría los catorce años en noviembre, bajaba por las escaleras lo más deprisa que podía.

— Ya voy, ya voy. Creo que no se me olvida nada. — Añadió Lucy comprobando rápidamente que lo tenía todo.

Madre e hija, junto con varios elfos, viajaron a través de la red Flu para poder llegar a la Mansión Kolosva que tenían en Londres. Una vez allí, salieron de la casa y subieron a un coche completamente negro. Esperaron a que los elfos colocaran los baúles en el maletero y comenzaron el trayecto a la estación King's Cross.

Entraron en el inmenso edificio y uno de los guardias les condujo hasta un muro entre las estaciones nueve y diez. Lucy se quedó extrañada al ver al guardia antes de caer en que, obviamente, los elfos no habían seguido el trayecto. Madre e hija cruzaron corriendo el muro, esta última con los ojos cerrados, pues pensaba que se iba a chocar. Al menos para ir a Koldovstoretz había una puerta que se abría para dejarte pasar y allí tenías que atravesar un muro que a saber si funcionaba.

De todas formas, consiguieron atravesarlo, dejando ver al otro lado un gran y largo tren rojo escarlata, que Lucy se quedó observando casi con la boca abierta. Ahora se encontraba en el andén 9 ¾.

De pronto, una dulce voz que decía su nombre le llamó la atención.

— ¿Lucy? ¡Lucy! —Exclamó la rubia de ojos azules nada más reconoció a su amiga del orfanato.

— ¡Maddie! —Lucy fue corriendo hacia ella y la abrazó muy fuerte. No se veían desde los tres años que adoptaron a la francesa, pero nunca se olvidarían la una de la otra por muchos años que pasaran.— Te he echado mucho de menos. —E stuvieron varios minutos abrazadas hasta que la voz del maquinista las hizo separarse. Se despidieron de sus respectivas madres y subieron al tren.

Las puertas se cerraron, el tren se puso en marcha y tanto Maddie como Lucy estaban emocionadas mientras saludaban a las mayores a través de la ventanilla. Ya quedaba menos.

Lucy se acomodó bien en uno de los sofás de la cabina, en la que solamente estaban Maddie y ella, mientras la contraria le pedía a la señora del carrito unas ranas de chocolate y unas varitas de regaliz, las favoritas de cada una.

El trayecto en el tren se hizo más corto de lo que pensaba y fue porque la mitad se lo había pasado durmiendo.

Ya en Hogsmeade, cuando todos los niños habían bajado del tren, a Lucy la llevaron a unas barcas por ser alumna de intercambio, mientras que Maddie se dirigió al castillo por otro lugar. Lucy observaba todo a su alrededor, era tan bonito.

Una vez en la orilla del Lago Negro, un semigigante llamado Hagrid dirigió a los niños hasta la entrada del castillo. Las puertas se abrieron dejando ver el interior del gran castillo mientras que una mujer, apellidada McGonagall, iba pasando lista.

Siguiendo la fila de alumnos, llegaron al Gran Comedor, donde ya todos los alumnos de cursos superiores esperaban sentados en sus respectivas mesas.

Caminaron entre varias mesas hasta llegar al fondo de la sala, justo delante de un pequeño altillo donde estaba la mesa de los profesores y un taburete, en el que se sentarían de uno en uno para comenzar con la ceremonia de selección, que consistía en ponerse un sombrero que seleccionaría en qué casa pasarían el resto de años en Hogwarts, aunque en el caso de Lucy solamente sería aquel tercer curso.

El objeto parlante a veces era claro y otras tardaba más en decidir. Mientras esperaba su turno, en la mente de Lucy se comenzaban a formar preguntas tipo "¿En qué casa me pondría?" Sin embargo, todas esas preguntas desaparecieron cuando todos los alumnos de primer curso ya habían sido seleccionados y solamente quedaban los de intercambio, que eran ella y dos más. La profesora no tardó en decir su nombre.

— Lucy Haley Romanova. — La duquesa salió de entre los otros dos niños y se sentó en el taburete para que el sombrero fuese posado sobre su cabeza.

— Mmm, veamos, eres inteligente como una Ravenclaw, pero tu interior grita algo diferente, por lo que la balanza se declina por... ¡Slytherin! — Una amplia sonrisa apareció en el rostro de la pequeña rubia, la cual bajó del taburete para ir hacia la mesa en la que los compañeros de su reciente casa gritaban y aplaudían por tener un miembro más entre ellos.

Cuando Lucy se sentó en la mesa, comenzó a buscar entre las cabezas de todos los estudiantes la de Maddie, que hacía varios años la habían seleccionado para Hufflepuff. A la rubia no le hacía mucha gracia eso de pertenecer a casas diferentes, pero estarían juntas en todo lo demás, y eso era lo que importaba.

Cuando la ceremonia llegó a su fin, se abrió un gran banquete del que todos disfrutaron. Por ahora todo había empezado bien para Lucy: se había reencontrado con Maddie después de años, la selección de casas había sido una auténtica maravilla y la cosa no había hecho más que empezar.

Lucy; The Ice QueenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora