Veintinueve

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Hermione

Desperté con un terrible dolor de cabeza, era como tener un taladro en el cerebro o tal vez un pájaro carpintero. Diablos, el etanol mata las neuronas y bebí más que un simple vaso. Observé todo alrededor, era una habitación que no conocía. Entonces mientras frotaba mis ojos, llegó el recuerdo de estar abrazando a Draco... me dejó sola y deseosa. No, el licor me puso caliente, probablemente hice cosas por puro impulso.

Me levanté y fui a pasear por el departamento, quedé decepcionada al encontrar la puerta del cuarto de Draco abierta con la cama hecha y vacía, así como el resto del apartamento. Debió haberse ido con Curie a visitar a sus padres o algo.

Tomé un baño largo; la ducha era fantástica. Todavía envuelta en la toalla, fui a investigar lo que había para comer en la nevera. Encontré una nota sobre esta: "He comprado Yogurt para ti, pero como no me has dicho tu sabor preferido traje todos los que encontré" Al abrirla vi cerveza, quesos, jugos, frutas, paquetes de comida rápida y docenas de bandejas de yogurt, de todos los sabores y marcas conocidas. Me reí. Amaba el yogurt y no pude dejar de sentirme emocionada ante la atención de Draco hacia mí. Encontré granola en la alacena y un tazón, me sorprendí con la pila de chocolates que compró.

Me senté y estaba terminando el desayuno cuando la puerta se abrió bruscamente. Salté de la silla, asustada, antes de ver a Draco, vistiendo camiseta blanca y bermuda azul, los cabellos húmedos y la piel brillando de sudor, invadió la cocina en compañía de Curie que ya tenía un año, era una preciosa labrador que se acercó a su plato para comer. Era claro que regresaba de correr.

— Draco — dije, apretando la toalla alrededor de mi cuerpo.

—Buenos d... —me miró de arriba abajo, desvió los ojos, después se volvió de espaldas—. Yo... no sabía qué desayunabas vestida así.

—Yo no sabía que volverías a casa. Pensé que fuiste a ver a tus padres. —Mi rostro ardió.

—Aún es temprano, ellos son los que vendrán. — Se encogió de hombros.

— Lamento lo de anoche, estaba fuera de mí y casi te violo.

Él rio, aún de espaldas. El sudor hacía que su fina camiseta se pegara estratégicamente en su ancha espalda. Draco tenía realmente un cuerpo fabuloso. Si antes su abdomen me dejó boquiabierta, su espalda me invitaba a arañarlo mientras haciamos...

—Ya lo creo, Thumbelina, por suerte soy más fuerte. Iré... a tomar un baño y... y... hasta luego. —Salió rápidamente en dirección al baño, sin mirar atrás.

¿Thumbelina? Draco, soy más grande que tu pulgar.

Regresé al cuarto y me vestí con lo primero que encontré, mi vestido de fiesta que olía a cigarro. Lo mejor sería salir a casa. El rojo escarlata que cubría mi cara. Estaba extremadamente avergonzada, era la primera vez que un hombre me veía casi desnuda, eso sin contar a Neville.

Lo esperé en la sala, cambiando de posición en el sofá cada vez que escuchaba un mínimo ruido viniendo del baño. Finalmente, Draco apareció, con toda su elegancia opresora, vistiendo formalmente como siempre. No tuve valor de mirarlo por más de dos segundos. Él también parecía avergonzado.

—Perdona —me forcé a decir en cuanto se sentó junto a mí — Realmente pensé que estaba sola.

—Está bien, no fue un crimen —dijo rápidamente.

—Estás enojado —señalé.

—No lo estoy.

—Sí que lo estás.

—No lo estoy —él insistió.

—Tienes una vena saltando en tu frente.

—No estoy enojado, Hermione. Solo me sorprendí al encontrar una mujer desnuda comiendo en mi cocina. Lo que no fue malo, eres tú...

—¿Entonces no es común tener una mujer desnuda en tu cocina? —me escuché preguntando.

Él apretó los labios, mirando al frente, pareciendo aún más exasperado. — Nadie ha sido lo suficientemente importante para quedarse o al menos siempre me huyen.

Suspiré aliviada y sonreí — Entonces cada que entres a tu cocina pensarás en mí como mujer y no como una niña.

Me dio una sonrisa, su exasperación desapareció.

— Sigues siendo una niña, pero voy a admitir que tus curvas son cautivantes. — Su mirada regresó a mí — ¿Por qué bebiste?

— No sé qué te haya dicho Neville, pero era la fiesta de año nuevo de la empresa... de alguna manera las fiestas no son lo mío, me hacen pensar en mi madre divirtiéndose y por primera vez en mi vida quise olvidar con la borrachera, pero mi yo malvada salió y hasta lo último que recuerdo... amenacé a Ginny y Sam para que me trajeran contigo o me lanzaría por la ventana del edificio. — Me avergoncé y evité mirarlo.

— ¿Por qué conmigo y no a tu casa?

Solté un suspiro — Me gusta estar cerca de ti, creo que amo tu cerebro y las charlas interesantes. Además, tienes una hermosa cachorra — Curie se acercó a mí para lamer mis manos.

Sus brazos me rodearon — A mí también me gusta estar junto a ti. — Sus labios rozaron mi nuca y me estremecí cuando habló casi en susurro — No había notado tu tatuaje hasta ahora.

Sonreí y recordé que lo tenía, no era una figura ni nada por el estilo. Era la fórmula de Einstein "E=mc²" — Tenía 15 años, estaba a la mitad de mi primera carrera y decidí que era la mejor manera de expresar mi inteligencia, Neville casi se murió al verlo, debiste ver su cara, pero luego me imitó y se tatuó la fórmula de la segunda ley de Newton. Luego Ginny al vernos se hizo uno, se tatuó el caduceo y decidió que se convertiría en ginecóloga.

— Me parece los tatuajes son el símbolo de su eterna amistad. — Sus labios estaban sobre mi nuca, me estaba volviendo loca y sentía como mi cuerpo hormigueaba.

— Sí, eso fue lo que dijeron. Sam no es muy adepto del dolor, así que se negó rotundamente y en lugar de ello lleva un relicario que contiene nuestras fotos. De alguna manera los cuatro somos buenos amigos, Si llegaran a faltarme yo no sabría qué hacer. — Ya tenía suficiente con la partida de mamá.

— Te entiendo, mis mejores amigos son también tus maestros, Potter, Parkinson y Nott, nos conocemos desde la preparatoria y si algún día te faltan tus amigos, te aseguro que los míos te recibirán con los brazos abiertos — Depositó un suave beso en mi nuca. Otro besó ahí y podría violarlo.

— Gracias — Sonreí mientras sentía sus dedos pasear por mi cintura. — ¿Podrías llevarme a casa?

— A la luna si me lo pides. — No me soltaba.

— Neville es el que pediría eso— Sonreí al recordar que mi amigo dijo que podría entregarse en bandeja de plata — yo me conformo con ir a casa, ponerme mi pijama y dormir doce horas hasta estar mejor.

— Me gustaría cuidarte, pero mis padres estarán aquí para el almuerzo...— Al fin me soltó para observarme a los ojos — Podrías quedarte y...

— No puedo, seguro que les agradaré y nos casarán — Imaginé a mi padre saltando de felicidad al saberlo, ya tiene futuros planes para su "yerno" en la empresa.

— Sí, tienes razón, si mi padre llega a conocerte es seguro que te amará... 

Mi Maestro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora