Trece

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Hermione

No soy amante de las fiestas y nunca lo seré, al menos no de las que organiza mi padre. No puedo quejarme mucho ya que así fue desde que tengo memoria, tenía seis años cuando mamá me enseñó a vestir y cómo comportarme en aquellas cenas en las que yo era el centro de atención por ser la heredera. Ella amaba esas fiesta a pesar de que a los seis años fui una niña traviesa que, en compañía de un amigo, en este caso Neville, robábamos los postres y molestábamos a los camareros.

Frente al espejo llegué a la conclusión de que ya no era una niña que pueda robar dulces, era la joven a la que todos quieren raptar o enamorar para acceder a una cuantiosa fortuna y una empresa. Tal vez debería haberme convertido en una artista, mi rostro y figura daban para eso, pero ni siquiera creía tener la suficiente fueza para aguantar a los paparazzis

No me interesa el romance, podría nublar mi juicio y acabar regalando la empresa al primer idiota que me dijese "Lindo lunar". El lunar que reposa sobre mi yugular suele ser atractivo en mi tersa piel, ya lo sé, por eso lo uso para ser observada, pero que mi maestro lo haya hecho, es, es...

— Estás preciosa en ese vestido verde — Neville me sonríe desde la puerta — Jamás creí que mi compañera de travesuras fuera a convertirse un ángel etéreo, ni los anillos de saturno podrían igual tu belleza.

Giré para sonreírle — Lo mismo pienso de ti, pasaste de ser un niño dientón a un guapo hombre. Estamos en igualdad de condiciones...

— Hoy me toca escoltarte, mamá está encantada con la idea de que eres mi novia — Me ofreció su brazo para conducirme a su camioneta.

— Ella sabe que somos amigos — acepté su brazo.

En la sala mi gato está observando un canal de animal planet, es el dueño de todo lo que me pertenece. El trayecto hasta la fiesta la pasamos cantando y tarareando. Amamos el Soul, el rock y el pop asiático. Por algo éramos amigos desde la infancia.

La fiesta fue una tortura, todos se acercaron a darme el pésame por mi madre, a decir que lamentaban su pérdida, que fue gran amiga y madre. Muchas palabrerías de personas que debían ser hipócritas ya que nos vi en el funeral, presenté a Neville con los programadores que tanto deseaba, bailamos y comimos.

Desaparecí para huir a los jardines de casa hacia el jardín de robles que mi madre plantó, ese era el único lugar en el que me permití llorar por todo lo ocurrido en estos meses, por mucho que lo negara y escondiera me dolía la ausencia de mamá. ¿Por qué me ven como un objeto? ¿Por qué hablan de mí? ¿Por qué no me dejan vivir? ¿Por qué? La tensión en mi pecho y dolor de mi garganta hicieron que soltara un gemido lastimero mientras me acurrucaba al tronco del árbol.

— ¿hay alguien que me aprecie por lo que soy y no por lo que tengo? — Pregunté al árbol, lo único que recibí en respuesta el suave movimiento de las hojas — Mamá, no pido que mandes un reluciente caballero, no quiero un marido... solo quiero paz mental.

Al cerrar los ojos mi paz mental se transformó en la visión de mi maestro abrazando a su novia en el salón de profesores. Maldito pervertido.

Tuve que regresar por el camino de grava hasta la cena para dar mi discurso, era la primera vez que lo haría. Una vez frente al podio las cámaras me enfocaron y los flashes parecían estar a punto de dejarme ciega.

Aclaré la garganta y comencé:

—Buenas noches. Soy Hermione Jean Granger Bellerose, Hija de Julius Granger y Jean Bellerose, sé que muchos de ustedes me conocen desde que nací. No sé si todos ustedes están encontrando esta fiesta tan rara como yo, sin mi madre. Esta es una fiesta que reúne a tantas personas del Conglomerado Granger sin la presencia de mi madre es como... como perderse el cumpleaños de un niño o que el novio no se presente en la boda... —sonreí nerviosamente. —Jean Granger a pesar de estar divorciada, disfrutaba estar aquí y decía que eran las noches más especiales del año, podía reencontrarse con viejos amigos y hacer como que tenía 20 años de nuevo. Si mamá estuviera aquí hoy, estaría riendo con papá como los buenos amigos que eran, estaría hablando con todo el mundo, escabulléndose a tomar un buen trago de whisky. "¡Yo no bebo, Hermy!" decía con el rostro sonrosado cuando la atrapaba. Y más tarde, después de la fiesta, después de que todos los invitados se habían ido, los tres estaríamos aquí, los tres pediríamos un poco de pastel y comeríamos sentados en el suelo, Papá y mamá me preguntarían qué pensaba de su discurso. —Entonces vi toda la escena. Un recordatorio tan real que parecía más como una película. Me vi a mí misma en un pequeño vestido celeste lleno de encajes y lazos, sentada en el suelo con la cara sucia por el glasé. Mi madre abrazándome con una satisfecha sonrisa, su rostro tan sucio como el mío, porque nos divertíamos, así como dos niñas mientras papá se esforzaba por limpiarnos con su pañuelo—. Se divertía cuando papá me hacía bailar — y allí estábamos los tres, ella aplaudiendo mientras papá me llevaba al ritmo, yo de pie, sintiéndome importante y muy mayor con ocho años de edad. Luego, a los quince años, desgarbada y sin coordinación —. Y otras nos quedábamos escuchando la orquesta tocar, apoyándonos uno en el otro, exhaustos —y me vino la imagen de la última fiesta, donde mamá, se quedó sentada en una silla, con un brazo alrededor de mis hombros, mi cabeza en su pecho, como si fuéramos a asistir a un concierto. Mi garganta se cerró con los buenos recuerdos—. Lo hemos hecho todos estos años. Digo estas cosas porque quería que todos aquí conocieran a mamá como yo la conocí. La mujer sencilla, decente y honorable, que nunca usó a nadie para lograr el éxito, le encantaba estar a mi lado para ver los dibujos animados en su tiempo libre, insistía en llevarme a la escuela cada mañana, aunque para ello tuviera que posponer alguna reunión importante en la empresa de papá. Fue una madre que me hizo entender que debía respetar a todos, por muy pobre que fuera, me enseñó la sencillez y la humildad —suspiré, viendo a los ojos de papá —. El día que la vi por última vez dijo: "Se feliz y que te importe una mierda lo que el resto piense" Lo sé, puede ser un consejo grotesco, pero es real. Con ello no quiero decir que mañana apareceré en primera plana haciendo algo incorrecto y me sentiré orgullosa de ello. He crecido bajo el escrutinio de las cámaras, pero eso no quita que mañana se me ocurra salir y comer dulces en el parque del brazo de un novio —estaba parpadeando, tratando de limpiar las lágrimas de la visión borrosa— Me comprometo a hacer todo lo que esté en mi poder para convertirme en la mujer con la que soñaba —continué—: Voy a dar lo mejor de mí para que ustedes, accionistas y empleados, estén felices por trabajar conmigo en el futuro, acabaré la universidad y seré la mejor. Me esforzaré hasta un día tomar el lugar de mis padres honorablemente. Hasta entonces, Julius Granger, mi papá se mantendrá en esa posición. Por lo tanto, ya que es la primera vez que Jean Bellerose no está aquí. Me gustaría concluir diciendo lo que ella no se cansaba repetir al final de sus discursos. Beban, coman, diviértanse esta noche, porque mañana, mis amigos, la batalla continúa y todos volveremos al mundo real.

Fui aplaudida mientras tragaba las lágrimas. Se me acercó mucha gente para que bajara del pequeño escenario. Los reporteros empujaron micrófonos en mi cara y casi no podía respirar. Fui rescatada por Neville y por papá que me dio un fuerte abrazo.

"Seré feliz, mamá. Lo prometo"

Mi Maestro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora