Veintiocho

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Draco

Debía ser las tres de la mañana del 1 de enero de 2014, cuando el timbre de mi departamento empezó a sonar incesantemente, casi me estaba rompiéndome los tímpanos por lo que tuve que salir de mi cama a regañadientes, además de que Curie empezó a ladrar con ahínco.

— Ya pequeña, no pasa nada. — Dije al pasar junto a ella. Abrí la puerta.

— Al fin — Neville tenía en brazos a Hermione, que parecía inconsciente. — No está muerta si lo crees.

— Solo borracha — Sam estaba sosteniendo unos zapatos. — medio Martini fue suficiente para dejarla así.

Neville me la pasó a los brazos como si se tratara de una muñeca — Cuídala, nosotros tenemos asuntos pendientes con el UKSA.

— ¿A estas horas de la mañana? — Pregunté sorprendido.

— Calificamos para un proyecto secreto — Sam se apresuró a dejar los zapatos en el regazo de Hermione — íbamos en camino hasta que Ginny nos escribió para decirnos que su reunión de chicas dejó borracha a Mione, es intolerante al alcohol y aun así...

— ¡Estamos tarde! Adiós Malfoy — Neville se llevó a Sam, fueron tan rápidos que ni siquiera puede despedirme.

Con dificultad logré cerrar la puerta de mi departamento, caminé a través de la sala para llegar a una habitación de huéspedes en las que a veces mis padres se quedaban cuando venían a visitarme, por suerte siempre dejo las puertas abiertas. Caminé a tientas y la deposité en la cama, tiré los zapatos al suelo en cuanto la recosté en la cama. Encendí la lámpara del buró.

— Pero qué jovencita más traviesa resultaste. — Le susurré tras acomodarla entre las sábanas — Me pregunto si esa amiga tuya acabó de la misma manera y por eso llamó al dúo desteñido.

— Hazme tuya — Hermione se sentó en la cama y me abrazó. — Por favor.

— ¿Qué? — Me tomó desprevenido. Juraría que hace unos segundos parecía estar inconsciente.

— Aunque esto sea otro absurdo sueño, no me rechaces. — Se aferró a mí y alzó su rostro para verme a los ojos — conviértete en mi maestro esta noche.

— Por mucho que me gustaría esta no es la manera... — Solté de la nada.

— ¿Acaso crees que quiero una cena romántica, champán y rosas en una cama? — Preguntó, estaba seseando cada sílaba — Esas boberías nunca me han importado, no necesito una procesión para estar en tu cama.

— Ya lo sé, pero preferiría que estuvieras en tus cinco sentidos — besé su frente — Así fuera en un cuarto de ordenadores viejos me aseguraría de complacerte lo suficiente para que no me olvides...

— Espera... ¿no es un sueño? — le di un guiño y ella pareció reaccionar — ¡Diablos! No vuelvo a beber.

— Fue medio Martini, según tus amigos.

Ella negó con la cabeza — Fueron como 20, Sam, Neville y Ginny resistieron más... ¿Te dijeron que rogué y grité para que me trajeran hasta aquí? Es una vergüenza. Yo...

Besé sus labios, parecía ser que el efecto del licor estaba menguando y la hacía hablar de más. La besé hasta acomodarla en la cama, como si planeara hacer algo más que dormir, sin embargo, mis planes eran dormirla. — No dijeron nada de eso.

— Ya... seguro que estaban cuidando mi honor — Susurró y buscó deshacer los botones de mi pijama, llegó hasta mi bóxer donde empezó a acariciarme con suavidad— Podrías tratar de tomarme y no opondría resistencia.

— Sí, pero prefiero que estés lúcida cuando llegue el momento. — Por ahora a dormir, Thumbelina.

Escapé de ella, en su estado lo mejor era que descansara hasta que estuviera en sus cinco sentidos para que así no dijera incoherencias.

Mi Maestro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora