Treinta y ocho

2.2K 177 13
                                    

Draco

Casi estoy feliz de haberme quedado dormido hace más de dos meses, esta manera de quitar el estrés es más efectiva que una estúpida terapia. Hermione está de acuerdo conmigo ya que sus notas ahora son más altas que antes. Realmente demostrar el amor de manera física es hermoso, esto es placentero y tortuoso ir tan lento.

—¿Estás bien? — Pregunté, ella tenía medio cuerpo recostado en la cama.

Hermione asintió, estaba dispuesta a conocer las nuevas sensaciones de mi lengua en su vagina, le abrí más las piernas, me deslicé más cerca del suelo y acerqué mi boca.

Erección instantánea, pero es el momento de ella, no el mío.

Sentir los suaves y calientes labios vaginales me bajo mi lengua me ponía más duro que un palo. Lamí su clítoris a golpes lentos y provocativos que le hicieron gemir mi nombre. Se desplomó sobre los codos y miré hacia arriba para descubrir que ha cerrado los ojos. Sus labios están separados, su pulso latía visiblemente en el centro de la garganta, y eso es todo lo que necesitaba para seguir adelante.

Mi lengua recorrió su hendidura hasta el centro. Lamí el botón hinchado que reclamaba mi atención, agitando suavemente mi lengua contra él, besando, chupando... midiendo cada una de sus respuestas para aprender lo que le gusta. Lento y suave, resuelto. Sus gemidos son más desesperados y sus caderas se mecen más rápido cuando la provocaba. Pero el hecho de provocarla, me provocaba a MÍ, y ahora mi pene está presionando con fuerza contra mi cremallera. Probablemente, cuando acabemos con esto, tendrá la marca de la cremallera en toda su extensión.

Meto con cuidado la punta de mi dedo índice dentro y de inmediato me siento recompensado con un grito gutural.

—¿Te gusta? —murmuré, mirando en su dirección.

Sus párpados estaban entornados. —Mmmmmm.

La satisfacción me golpeó, incitándome, aumentando aún más mi determinación a hacer que pierda el control. Retomé mi tarea. Caricias suaves y lánguidas en el clítoris, mientras mi dedo entró más y más, hasta que por fin está completamente dentro de ella. Está muy apretado. MUY apretado. Y empapado. MUY empapado. Y si no llegaba al orgasmo pronto, mis pantalones a acabarían también empapados.

Estaba tan cerca de explotar que...

—Draco... ya —gimió ella.

Se estaba corriendo. Su clítoris bombeaba contra mi lengua mientras su vagina me apretó el dedo como un guante de acero. La acompañé en su orgasmo, acariciando su canal interior y chupando su clítoris mientras se estremeía en mi cama. Alcé la mirada para verla, se apoyó sobre sus codos y me sonrió.

—Debería devolverte el favor —suelta.

Levanté la cabeza con una sonrisa. —Me encanta hacer que tengas orgasmos —murmuré—. Me pone tanto... —mi dedo salió, después entró otra vez —. Y estás empapada.

Subí a la cama y le retiré la camiseta para tenerla completamente denuda ante mí, sonrojada y deseosa.

— Al fin me vas a quitar el sellito — Bromeó.

— No, vamos a hacer algo juntos. Ya te he dado un orgasmo ahora quiero que te lo des tú. — Delante de ella me retiré los pantalones y liberé mi pene que salta gustoso ante ella.

— ¡Tienes a King Kong ahí! — Era la primera vez que lo aprecia, antes me había acariciado dentro del bóxer — En verdad no podré caminar un mes el día que lo hagamos.

— no me hables así o todo mi autocontrol se irá.

Hermione sonríe — ¿Es que ya quieres metérmela?

— No me tientes satanás. — Rio, pero decidí cambiar mi táctica — Tú eres la que me necesita dentro, yo me conformo por ahora con ver como te masturbas y si no puedes juro que te ayudaré.

— No sé hacerlo, podrías ayudarme — Suelta en un gemido casi felino — Eres mi maestro.

— ¿Así que no sabes? te ayudaré sin usar mis manos. — Hermione rio como si yo hubiera dicho una estupidez — Claro que se puede — Toqué mi pene — Con esto. Ahora amor acomódate en la cama que voy a darte un orgasmo sin necesidad de metértelo. Abre bien esas preciosas piernas.

Me obedeció y se tendió, su hermosa vagina rosa estaba esperándome — ¿Así?

No respondí, me coloqué sobre ella, rocé su entrada para engañarla, se mordió los labios esperando... pero con la punta de mi pene acaricié su clítoris de manera tal que soltó un sonoro gemido.

— ¡Se siente caliente y suave! — Exclamó con los ojos cerrados.

Lo siguiente que supe fue que estaba frotándome contra su vagina mientras se retorcía y rogaba que se la metiera, pero no, yo solo anhelaba provocarle un orgasmo y lo logré a la vez que mi semen humedecía su vientre.

— Bésame — me ordenó, no esperó a que le obedeciera, me tomó de la nuca y me atrapó con fuerza. ¡Joder! Su beso es ardiente. — Eres mi maestro... mi caliente maestro.

Que me llamara así me gustaba, me enamoraba más.

Mi Maestro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora