Catorce

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Draco

Estaba sentado en el sofá de la sala del hogar de mis padres, evitaba que el nudo en mi garganta se convirtiera en lágrimas por el dolor. Escuchar el discurso de la señorita Granger, me transmitió sus emociones de manera tan natural que casi me sentí terrible por no poder ayudarla. Trabajé con ella y nunca se mostró triste por la muerte de su madre. Vi el video por accidente en un canal de YouTube. Me sentí el espectador de sus bailes con su padre y su madre, observándolos desde atrás.

Me gustaría darle afecto y la paz mental que necesita.

— Tonterías — Me reproché mirando al candelabro sobre mi cabeza — Para eso está su novio.

— ¿Novio de quién y por qué le hablas al candelabro? — Mi padre se acercó y se sentó en el sofá junto a mí. Sostenía su maceta favorita con la planta de tulipán que le traje como obsequio de navidad.

— Tonterías mías, papá. — Me encogí de hombros para restarle importancia.

— Algún día tienes que tener novia, una mujer que sea decente, no como esa Astoria que solo quería vivir en esta casa. Necesitas una que te ponga en tu lugar, una que te ayude cada que haces una burrada.

Lo miré indignado — Yo no hago burradas.

— Claro que sí — Alzó la flor hasta ponérmela cerca a la nariz — Esto es una amapola, no un tulipán. No diferenciarlas es una burrada.

— Se parecen tanto.

— Por eso es que cada que consigues novia eliges fatal, debes distinguir flores para saber quién es la indicada. O lo siguiente que traerás a casa será un clavel en lugar de un tulipán y ahí si no te lo perdonaré. El día que traigas a una novia a asegúrate que tenga valores morales, se preocupe por ti y te ame lo suficiente para aceptar tus raros inventos, asimismo tus burradas. — Se puso en pie — Voy a poner esta amapola en un lugar con sol o de lo contrario morirá.

Se fue dejándome pensativo.

Yo no quiero casarme y no necesito novia. Yo no necesito... ¿Cómo estará la señorita Granger? es una niña de 19 años y yo un hombre de 28. Le llevo casi una década, y Julius Granger me mataría por tocar a su hija.

— ¡Walburga! — Escuché el grito de mi madre, estaba llamando a mi pequeña cachorra labrador, en verdad se llama Curie, pero mi madre le cambia los nombres a todo — ¡Hijo, la cachorra acaba de desaparecer en el jardín!

No me preocuparía, pero ese jardín medía alrdedor de 100 acres y con los inmensos árboles podría perder a mi bebé.

— ¡Voy por ella! — Salí pitando de la mansión.

Mi Maestro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora