Los recuerdos son como las piezas de un gran rompecabezas, que al ordenar te permite disfrutar de un hermoso panorama existencial. Entonces se podría afirmar que nuestras memorias nos hacen quienes somos grosso modo, es decir que de cierta manera, estas piezas representan cada una de esas experiencias que hemos vivido, disfrutado y sufrido.
A partir de ese pensamiento, podemos entender que los recuerdos nos hacen unos individuos únicos y primigenios. Sin embargo, si llegase a faltar piezas importantes de aquel rompecabezas, seguramente nuestra visión del «Yo» comenzaría a fragmentarse. De tal manera que no lograríamos diferenciarnos de unos cascarones vacíos, carentes de motivos para seguir viviendo.
Pues de esa manera comienza esta historia. Mientras la mayoría de personas se encontraban festejando el inicio de un año prometedor y lleno de esperanza, ocurriría un trágico accidente en la «Autovía 2» de «Mar del Plata» con dirección a «Buenos Aires» —Argentina—.
Un señor de avanzada edad se había quedado varado entre «Vivorata» y «Coronel Vidal», dos pueblos cercanos. Dada la situación, pensó en poner algunos avisos en la vía para que cualquiera que los viese le pudiera auxiliar. No obstante, los extensos años de arduo trabajo y abuso de licor no le permitieron colocarlos de manera rauda, haciéndole por ende quedar justo en la mitad de la vía cuando un pequeño Renault se acercaban a su ubicación a toda velocidad.
Dos de los cuatro jóvenes se encontraban dormidos, esperando despertar con energías en la capital. Y los otros dos solo yacían distanciados en silencio, esperando llegar a su destino. Cuando de la nada observaron lo que parecía ser la silueta de una persona en la mitad de la vía. El joven copiloto gritó fuertemente, buscando advertir al conductor, obligandole a maniobrar bruscamente el volante. No sé sabe si fue por intervención divina o habilidad del conductor, pero lograron esquivar al señor por poco más de unos milímetros. Sin embargo, aquella acción acarreó claras consecuencias, ya que terminaron chocando de lleno contra un poste no muy lejano.
La ayuda no tardó mucho tiempo en llegar, por suerte uno de los jóvenes pasajeros se encontró lo suficientemente bien como para llamar a emergencia. Cuando los paramédicos llegaron, corrieron a auxiliar al copiloto, quien se encontraba totalmente inconsciente. Al intentar estabilizarlo, se dieron cuenta que el joven no respondía de manera adecuada a ninguno de los estímulos, así que sin dudarlo lo enviaron al hospital Bonaventure en Mar del Plata.
Aquel joven copiloto se llamaba «Ramsés Sosa», y era todo un referente de la buena conducta, a sus veintiún años no había podido salir de la ciudad costera sin sus padres, y lastimosamente en esa ocasión tampoco pudo cumplir aquella meta auto impuesta. Y todo por quitarse el cinturón de seguridad, en una pequeña discusión con el conductor. Siempre había sido muy meticuloso con estas cosas, pero ese día no fue así, y acarreó como consecuencia que sufriera una fuerte contusión contra la parte superior de la guantera.
Al llegar al hospital no dudaron en llevarlo directamente a terapia intensiva. La contusión había hecho un daño terrible en la corteza frontal del cerebro, provocando por ende un derrame de sangre interno, el cual era totalmente incontrolable sin intervención quirúrgica. No fue un trabajo fácil, no es algo de todos los días detener de emergencia una hemorragia en el cerebro a través de un endoscopio. Los cirujanos estuvieron horas atendiendo al joven paciente. No obstante, nada fue en vano, ya que al cabo de un tiempo comenzó a mostrar signos vitales estables.
A medida que transcurrieron las horas pudieron localizar a los padres del joven, teniendo en cuenta el poco personal que había en el hospital, no fue nada tardía dicha acción.
Cuando «Patricia Sosa» —la madre del chico— entró al lugar en el que tenían al joven, esta no pudo evitar quebrarse. Su pequeño hijo estaba inconsciente en una camilla de la sala de emergencia. Después de varias horas, el doctor que se había encargado de la operación, pudo salir del quirófano para poder atender a los padres del joven. Él mismo había pautado hablar con ellos lo más pronto posible, pero las cosas se complicaron en el quirófano con otros pacientes.
Recien el doctor entró al lugar donde se encontraba el joven, Patricia no tardó en levantarse de la silla con la mirada clavada en el suelo, para acto seguido preguntarle con una voz parecida a un soplido:

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Sinfonía a la Locura
Teen FictionLa vida puede ser muy diferente a partir de un mal día. Todos los ingredientes están en la mesa; un joven con ganas de vivir, un trauma de la infancia, un accidente automovilístico y una enfermedad que le destroza la percepción de la realidad. ¿Qué...