Capítulo X: Siempre he tratado de ser un cubo de hielo

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En Argentina el invierno llega en una época muy diferente a lo que se está acostumbrado temáticamente. Mientras en los países que están por encima de la franja del ecuador el invierno llega durante las fechas navideñas, en Argentina suele llegar el solsticio de invierno a finales de junio. Pero no por ello el mismo es menos abrumador, las temperaturas en mar de plata suelen descender hasta los 4 ºC con máximos en los 15 ºC. Esto hacía que salir de casa fuera casi una proeza, era inimaginable el pensamiento de salir a la calle sin estar completamente abrigados.

El joven Ramsés tampoco era la persona indicada para aquellas bajas temperaturas, solía disfrutar más de la comodidad que permitían las épocas más secas y tranquilas. Sin embargo, se encontró a sí mismo caminando de noche, totalmente abrigado por la avenida principal de los puertos de Mar del Plata.

Pablo, su padre, le había pedido encarecidamente que consiguiera cierta medicina que necesitaba su abuela, la cual se encontraba en la capital y padecía de insomnio. Lo que no sabía Ramsés es que aquello no era más que una excusa para no tenerle en casa durante una videollamada que harían sus padres con el Doctor Sáez. A pesar de que Patricia y Ramsés habían comenzado a rehacer sus lazos, esta decidió que todavía había cosas que no podía contarle a su hijo, muchas cosas que por su bien tenían que permanecer ocultas.

—Señores Sosa... —dijo El doctor al verlos solo a ellos—. Pensé que podría hablar con Ramsés.

—Tuvo que salir hace poco —dijo Pablo de manera no muy convincente.

—Comprendo que hay cosas confidenciales que no quieren compartirle a vuestro hijo, y entiendo que pregonan que es por su bien, pero esto se tiene que acabar...

—Lo sabemos... solo que no he encontrado el momento —dijo Patricia sosteniendo fuertemente sus manos contra su pecho.

—Bueno, ya hablaremos de eso...

—Doctor... antes que nada, no sabemos si la medicina antipsicótica está funcionando con Ramsés... —dijo Pablo sufriendo inmediatamente la mirada fulminante de Patricia.

—¿Qué les hace pensar eso? —preguntó atentamente el doctor a la vez que tomaba un lapicero para anotar lo que estaba a punto de escuchar.

—Hemos vuelto a notar cosas en él que nos hacen temer lo peor...

—Eso puede estar correlacionado con lo que les quería comentar en esta llamada... sé que no tienen los recursos para internar a Ramsés en observación, sin embargo, el tumor está creciendo... —dijo el doctor Sáez leyendo sus apuntes—. Hasta los momentos no representa una amenaza, recuerden que salió de una operación muy difícil, así que puede ser una respuesta de su organismo. No obstante, estamos considerando seriamente la extirpación.

—¿No dijo que era una opción innecesaria y riesgosa? —replicó Pablo al no entender el vaivén del Doctor.

—Sí, pero cada día que pasa nos exponemos a que suceda algo irremediable en el cerebro de Ramsés.

Al mismo tiempo que esta conversación hacía vida, en la zona de los puertos, el tumor estaba creciendo muy poco a poco dentro de la cabeza de Ramsés, con el paso de los días ni el más atento se podría dar cuenta. No obstante, en ese momento él estaba totalmente concentrado en encontrar la medicina que su padre le había pedido. En el cielo no se podía ver ni una sola estrella gracias a la gran cantidad de nubes que cubrían el firmamento.

Al salir de la última farmacia que conocía comenzó a caminar por la calle un tanto desanimado, no había podido conseguir algo tan simple como una medicina. Sin embargo, entre la multitud pudo ver a una chica con la misma franela que había llevado Ariela a la Sierra de los padres. Inevitablemente aquello le hizo pensar en ella, colocándole una pequeña sonrisa en el rostro.

Sinfonía a la LocuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora