Uno realmente no conoce el verdadero poder de los vínculos, ellos van más allá del tiempo, de la distancia, hasta de las circunstancias. Y aunque Loren no era consciente de ello, solo era cuestión de tiempo para que se hicieran realmente importantes en su vida.
—Otra vez —le ordenó Nick mientras dejaba colgar su cabeza hacia atrás con claro desánimo.
—¿Otra vez?, ¿cuántas más? —replicó inmediatamente Loren al otro lado de la pequeña aula insonorizada—. Hemos hecho lo mismo desde que comenzamos.
—Las que sean necesarias para que no parezcas un robot con espasmos faciales —le contrapunteó Nick acomodándose en la silla—. Estás mejorando poco a poco, pero por los momentos vamos desde el principio.
—Nick... no quiero hacerlo más... hay un límite para estas cosas —dijo Loren mientras miraba con vergüenza la pantalla que tenía adelante.
—Vamos, imítala una vez más —dijo poniendo en marcha el vídeo que estaba trasmitiéndose por la pantalla.
El vídeo no era más que la grabación del último concierto de «Vanya Novacek». Quien era una de las mejores violinistas croatas, ella era un pilar importante en la carrera musical de Loren. Sus movimientos al tocar el violín eran conocidos por ser equiparables al movimiento de una bailarina experimentada en la tela acrobática.
La intención de Nick era que Loren pudiese soltarse un poco aprendiendo gracias a la repetición. Sin embargo, éste experimento estaba resultando realmente mal. Habían estado toda la mañana intentando que la puesta en escena de Loren fuera cautivadora o en su contraparte más vistosa, pero hasta ese momento solo se consiguieron en un bucle sin sentido de la misma representación errónea y bizarra de Loren.
—No sé por qué no puedo hacerlo bien... —dijo ella totalmente frustrada.
—Ya te lo dije, solo tienes que relajarte y dejar fluir la música, obviamente sin que se te vaya la cabeza... —dijo levantándose de la silla, no sin antes tomar el pequeño jugo en envase de cartón que tenía a un lado.
—¡Ya lo sé!, lo has repetido un millón de veces... y solo hablando de hoy —refutó Loren un tanto desganada.
—Loren, yo sé que tú puedes hacerlo. Yo confío en ti —dijo mirándola firmemente hacia los ojos.
Cuando Loren escuchó aquellas palabras por un instante pudo ver a un joven Ramsés diciéndole aquellas mismas palabras cuando ella aún estaba indecisa si intentar —o no— quedar en el conservatorio. Recuerdo latente que le hizo florecer una pequeña sonrisa en el rostro, justo al mismo tiempo que comenzaba a bajar un poco la mirada de manera nostálgica.
—¿Qué? ¿Tengo comida en los dientes otra vez? —preguntó Nick al no entender dicha reacción tan fuera de lo común.
—Nada de eso... —respondió Loren entre risas—. Por un momento me recordaste a mi mejor amigo. Seguramente él sabía que decirme para subirme el ánimo.
—¿El chico de la otra vez no?, como va eso... del tumor me refiero —parloteó Nick señalándose vagamente la cabeza al mismo tiempo que comenzaba a curiosear por el lugar.
—Sí, ese mismo... lo último que pudimos hablar es que por fin aprendió a sobrellevar un tanto mejor todo eso del tumor —respondió Loren buscando donde colocar su violín—. Seguramente el sabría cómo ayudarme con esto de mi puesta en escena.
—¿Qué estás diciendo? Recuerda que estás hablando con Nick Hamilton, el que era la voz principal de la «Big Band» del conservatorio —refutó él volteándose hacia ella—. Y por si no lo sabes, no es poca cosa.

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Sinfonía a la Locura
Teen FictionLa vida puede ser muy diferente a partir de un mal día. Todos los ingredientes están en la mesa; un joven con ganas de vivir, un trauma de la infancia, un accidente automovilístico y una enfermedad que le destroza la percepción de la realidad. ¿Qué...