Capítulo XX: La vida marfil en escala de grises III

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Las secuelas mentales que dejan los accidentes, en algunos casos, pueden llegar a ser aún más destructivas que las físicas. Aunque ya había sido dada de alta hacía casi un mes atrás, Loren seguía sintiendo esa sensación de estarse ahogando hasta el punto de no poder respirar. Ella de cierta manera comprendía que todo esto era por el estrés que sufrió aquel día. Como le dijo el doctor del hospital en el que había sido internada, se apuntó una cita con una terapeuta.

—Loren Márquez... —dijo Peggy la terapeuta, mientras tomaba unos apuntes en su libreta—. ¿Sabes por qué estás aquí?

—Mi doctor cree que algo del estrés que provocó el incendio me está afectando —respondió Loren jugando con sus manos.

—¿Por qué?, ¿qué te sucede desde ese día? —preguntó la terapeuta.

—En ocasiones, cuando estoy sola, comienzo a sentirme asfixiada hasta el punto de no poder respirar —respondió Loren levantando el rostro.

—Entiendo... aquí en tu informe dice sorpresivamente que no es tu primera experiencia con un incendio, háblame de eso —dijo la terapeuta acomodándose en su silla.

—Bueno, a mis catorce años de edad, la academia musical en la cual estudiaba estalló en llamas, y bueno... me encontraba adentro de ella cuando sucedió —contó Loren abrazando sus propios brazos—. Solo que aquella vez no salí con tanta suerte, tengo un gran recuerdo en la espalda, desde mis costillas hasta el hombro... algo que no suelo recordar con una sonrisa.

—Entiendo... —dijo la terapeuta anotando algo en su libreta—. ¿Me podrías contar más sobre esa vez?

Después de una larga espera, Loren por fin salió de la consulta, ya Nick estaba comenzando a dormirse en la sala de espera. Cuando éste la vio pudo notar que la joven se encontraba un poco dispersa y distraída, motivo más que suficiente para preguntarle:

—¿Qué sucedió allá adentro?

—Lo de siempre, me hizo hablar de mis sentimientos... casi muero del aburrimiento —soltó ella comenzando a caminar hacia la salida—. De nuevo, gracias por traerme...

—No hay de qué —dijo Nick sacando su teléfono para ver la hora—. Desde aquel día has estado un tanto mal, era lo menos que podía hacer,

—Tranquilo, no es para tanto, estoy bien —dijo Loren empujando insistentemente la puerta para salir—. ¿Por qué esta maldita puerta no abre?

—Loren... esa hay que halarla —exclamó Nick apartándola para abrirle la puerta con cuidado.

—Como sea... quiero ir a casa —dijo la joven siguiendo su camino.

—¿Y si mejor vamos a otro lugar? —soltó Nick mirando como Loren seguía sin prestarle atención.

—¿Otro lugar como cuál? —preguntó ella deteniéndose por un momento.

—Hoy habrá una fiesta en el club «Bongó», la está organizando un amigo... podemos ir para que te despejes la cabeza un rato.

—Ya que, vayamos un rato —terminó de decir Loren.

Al llegar al club Loren pudo notar el buen ambiente que había en dicha fiesta, el lugar estaba repleto de estudiantes del conservatorio y todos estaban disfrutando. El club contaba con una espaciosa pista de baile, una buena barra de bebidas, un buen DJ y un lugar alto para las personas que prefirieran charlar con tranquilidad. En este último se encontraban Nick y Loren tomando lo que parecía ser su primer trago, el joven Nick notó que Loren no tocaba mucho su copa, así que le preguntó entre una pequeña risa:

—Estamos libres unas semanas más, no deberías preocuparte más, relájate un poco.

—No me gusta beber —dijo Loren intentando tomar un sorbo de la bebida—. Pero por lo demás este lugar está bastante bien.

Sinfonía a la LocuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora