Capítulo XXIII: Inicio del fin

26 14 2
                                    

En ese momento de su vida, Ramsés, comenzó a notar que todo empezaba a recobrar sentido, de cierta manera el joven estaba comenzando a verse optimista de cara a la vida. Sin embargo, no era consciente que dentro de él se encontraba una bomba de tiempo, dispuesta a estallar en cualquier momento.

Con la llegada del verano se anunció un pequeño evento en Mar del Plata, en el cual habría una presentación de Godestep como invitado especial. La primera en enterarse de esto fue Loren, pensó que sería una buena idea viajar hacia su ciudad con el fin de invitar a Ramsés. Ella tenía planeado comprar cuatro entradas para que Nick y Ariela pudieran ir también, plan que cambió rotundamente al Nick intentar emparejar a su amiga con Ramsés.

Así que el día del evento, ya cuando estaba comenzando a anochecer, se encontraban el joven Ramsés y la extravagante Ariela en un bus hacia el norte de la ciudad. El primero se encontraba aún con la ropa de su trabajo, mientras que la otra no dejaba de contarle cómo había sido su día. En cierto momento de la conversación Ramsés vio oportuno preguntarle:

—¿Estás segura que está bien que vaya al evento solo con ella?, ¿no te vas a molestar y desaparecer por un mes?

—¡Ya te dije que sí!, es tu mejor amiga... no me molesta para nada —soltó Ariela tronándose los dedos de la mano mientras miraba por la ventana de manera perdida—. Vuelves a mencionar eso de desaparecerme y tendrás que hacerlo tú, por tu bien.

—¡Oye!, es broma, no te enojes —dijo Ramsés con una sonrisa mientras le besaba la cabeza.

—No, en serio, sé cuánto significa esto para ambos, así que está bien —dijo Ariela tomando la mano de Ramsés—. Quizás si la conozco bien terminemos siendo hermanas, ¿quién sabe?

—¿Por qué eres tan tierna cuando hablas de esa manera? —dijo Ramsés agarrándole un cachete entre risas—. Devuélveme a mi Ariela ordinaria y sarcástica.

—¡Déjame, idiota! —gritó ella intentando zafar su cachete—. En fin, ¿a qué hora va a llegar Loren?

—La verdad, no lo sé, tenía que estudiar hoy, así que agarraría uno de los últimos trenes hacia acá —soltó Ramsés sacando su teléfono de su bolsillo mientras sentía una leve presión en el pecho.

—Falta poco para mi parada, así que ten cuidado andando solo —dijo Ariela bajando el rostro.

—Tendré cuidado, si no, no podré ver sonrojarse esta cara tan preciosa —murmuró Ramsés terminando de revisar su teléfono.

—No es eso, es porque mi cabello es rosa —replicó Ariela—. Ram... Tú sabes que no me importa nada si estoy contigo.

—¿Nada? —preguntó el joven levantando la mirada hacia ella.

—Nada.

Unas pocas calles después, llegó la parada de Ariela. Ésta se despidió normalmente del joven con un beso, para luego comenzar a caminar por el pequeño pasillo del bus, momento en el cual escuchó un golpe y varios gritos de sorpresa. El simple hecho de voltear para ver qué sucedía fue tan tardío como el caer de una hoja melancólica de un árbol otoñal. Al mirar hacia atrás del todo, de su ojo izquierdo brotó una lágrima, la cual quedó suspendida en el aire, ya que la joven corrió con todas sus fuerzas para socorrer a Ramsés, quien se encontraba tirado en el suelo del bus con una línea de sangre brotando de su nariz.

Solo abrir los ojos fue una tarea titánica para el joven, el dolor en el pecho continuaba y el pitido en sus oídos no le dejaba pensar claramente. Cuando le echó una ojeada a su alrededor se dio cuenta que se encontraba en un hospital. A simple vista parecía no estar en Bonaventure, pero esto no importó cuando vio a Ariela abrir un poco la cortina para entrar al lugar. «Ram... lo siento, tu familia está por llegar», dijo Ariela llevando la mano de Ramsés a su frente. El joven no podía ni abrir los labios para emitir ni una sola palabra, solo pudo cerrar los ojos deseando que todo aquello fuera mentira.

Sinfonía a la LocuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora